Mons. Castagna: "Evangelizar es restablecer relaciones con Dios"

Mons. Castagna:

"Dios no es extraño al César, ni el César es extraño a Dios. Lo importante es no mezclarlos", afirmó el arzobispo emérito de Corrientes en su sugerencia para la homilía dominical.

 

El arzobispo emérito de Corrientes, monseñor Domingo Salvador Castagna, afirmó que “establecer competencias no implica crear antagonismos”, al recordar que “Dios no es extraño al César, ni el César es extraño a Dios”.

“Lo importante es no mezclarlos. Dios es Dios y el ser humano, con sus creaciones, establece -por necesidad- existenciales lazos de subordinación a Dios”, precisó.

El prelado sostuvo que “así debe ser” y advirtió: “Cuando distorsiones en el comportamiento humano lo impiden, se produce una trágica involución al caos”.

“La vertiginosa oscilación entre el crimen organizado y la más secreta e imperceptible insolidaridad, pone a la sociedad al borde de su destrucción”, añadió.

“La Redención de Cristo, muerto y resucitado, es la recreadora de una convivencia humana hecha añicos por los hombres, quienes son los primeros responsables de consolidarla en el orden y en su original y auténtica verdad”, concluyó.

 

Texto de la sugerencia

1.- Den al César lo que es suyo. Con ejemplar simplicidad Jesús resuelve algunos cuestionamientos y desarma las asechanzas tendidas por sus maliciosos adversarios. El propósito de socavar el prestigio del Señor ante el pueblo inspira, a aquellos herodianos, armar una trampa ingeniosa y perversa. El Imperio Romano lo domina todo, hasta el signo monetario. El oneroso pago de impuestos exige ser satisfecho con la moneda del Imperio. ¡Qué bien el Maestro construye su impecable respuesta!: “Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto. Ellos le presentaron un denario. Y él les preguntó: “¿De quién es esta figura y esta inscripción?”. Le respondieron: “Del César”. Jesús les dijo: “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. (Mateo 22, 19-22) La perspectiva laicista contemporánea excluye a Dios de la vida ciudadana. Confunde la teodicea con la teocracia, e interpreta que el gobierno de los pueblos debe ser agnóstico, y que los gestores de la política tendrán que ocultar sus convicciones de fe si desean prosperar, bajo pena de ser discriminados y desahuciados socialmente.

2.- A Dios lo que le pertenece. Dios, como Padre de la vida, está presente en la historia, lo quieran o no los hombres. Es más cierto -este principio- que la luz, que procede inevitablemente del sol. El creyente hace consciente esta idea, sea cual fuere la profesión religiosa que haya adoptado. Para los cristianos, Cristo es el Emanuel o el Dios presente entre los hombres. Llegar a su conocimiento, en vista a una relación filial con Dios, requiere una verdadera metodología humana: consiste en recibir, por la Palabra predicada, la Noticia Buena que revela la presencia divina del Verbo encarnado. Por lo mismo, Cristo viene a restablecer la relación con Dios, truncada por el pecado. Lo ha logrado al aceptar la muerte en Cruz y al vencer la muerte de los hombres -causada por el pecado- con su Resurrección. Su misión divina hoy se prolonga, por voluntad del mismo Señor, mediante la Iglesia, que está fundada sobre el cimiento de los Apóstoles y Profetas (San Pablo a los Efesios 2, 20). Existe una distinción inalterable entre la Iglesia y el Estado; cualquier intento de simbiosis causaría un perjuicio insalvable a ambas instituciones. La respuesta de Jesús aclara esas competencias sin explicitar, en aquella ocasión, la subordinación esencial de todo lo creado a Dios. Lo hará en el transcurso de su vida misionera, mediante la predicación y el testimonio de su relación filial con el Padre y de sus vínculos fraternos con todos los hombres. Su comida y bebida “es hacer la voluntad del Padre”. Para el divino Maestro Dios es el Padre, a cuya voluntad todo debe someterse, particularmente el ser humano, en el ejercicio de su libertad sana.

3.- Un mundo a los tumbos. Nuestro mundo avanzó peligrosamente sobre el abismo de sus errores. Sacó a la luz, con escandalosa algarabía, lo que era impensable en otros momentos de su evolución socio cultural: la legalización del aborto, de la eutanasia y del pseudo matrimonio mal llamado igualitario. Existen otros temas de siniestra repercusión mundial, como la instalación de las dictaduras, de contrarios signos ideológicos, que avasallan los más sagrados derechos de la persona humana. También el César debe someterse a Dios, si desea desempeñar correctamente su rol de gobernante. Porque Dios no exime a los hombres de su responsabilidad de auto gobernarse, observando siempre los protocolos establecidos por la Creación y la Redención. La incredulidad, encarnada en conocidas posturas ideológicas, se empecina en excluir a Dios como si nada tuviera que ver con el conjunto de la sociedad. Es entonces cuando el hombre se constituye en el falso dios de su propio universo, sumiendo en el descuido y en la destrucción al verdadero -creado por Dios- que existe fuera de sus infantiles fabulaciones. La Palabra de Dios, en su lectura cristiana, no cae bien al mundo. Jesús así lo ha entendido y expresado a sus discípulos: “Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia”. (Juan 15, 18-19)

4.- Evangelizar es restablecer relaciones con Dios. Establecer competencias no implica crear antagonismos. Dios no es extraño al César, ni el César es extraño a Dios. Lo importante es no mezclarlos. Dios es Dios y el ser humano, con sus creaciones, establece -por necesidad- existenciales lazos de subordinación a Dios. Así debe ser y, cuando distorsiones en el comportamiento humano lo impiden, se produce una trágica involución al caos. La vertiginosa oscilación entre el crimen organizado y la más secreta e imperceptible insolidaridad, pone a la sociedad al borde de su destrucción. La Redención de Cristo, muerto y resucitado, es la recreadora de una convivencia humana hecha añicos por los hombres, quienes son los primeros responsables de consolidarla en el orden y en su original y auténtica verdad.

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