La tecnología y la inteligencia artificial hay que tomarlas por la cola, no por la cabeza, según las instrucciones del Señor.
La Inteligencia Artificial (IA), con todo su encanto, su deslumbrante conocimiento y su eficacia creciente, no deja de ser una intrusa: bella, atractiva, pero también presumida, rebelde y respondona joven que irrumpe en un mundo que aún no sabe cómo tratarla. Esta audaz chica por amigable y útil que nos parezca, necesita vigilancia y límites. ¿Cómo ponerle límites a esta criatura del intelecto humano? La mejor manera de “meterla en cintura” desde la Filosofía y la Teología, dos saberes milenarios que han caminado de la mano con un tercer acompañante esencial: la Ética. Esta última, centrada en el análisis de los conflictos morales y los principios que deben regir la conducta humana: Es el freno necesario ante los excesos de lo técnico.
Hoy más que nunca se nota un resurgir del pensamiento filosófico, especialmente en su dimensión ética, desde universidades, centros académicos y espacios de reflexión. La ciencia, en su autonomía, pareció desatender por un tiempo la voz de la moral. Pero es la IA, en su arrolladora irrupción, la que ha comenzado a encender las alarmas.
Este "engendro" tan artificial como veloz, anda suelto y sin brújula clara. Nadie sabe con certeza hacia dónde se dirige, pero su poder y autonomía inquietan. Parece una criatura peligrosa, impredecible, sospechosa. Tan artificial es, que nos recuerda —con ironía— que fue obra nuestra, de los humanos.
Sin embargo, esta misma amenaza ha despertado una reacción saludable: una vigilancia renovada desde la sabiduría del ser, del pensamiento, de la moral. La Filosofía, la Teología, la Ética y la Estética —los saberes esenciales del espíritu humano— están de regreso, y con fuerza. Libros, conferencias, congresos, simposios y foros de reflexión están proliferando, en una suerte de defensa de lo humano frente a lo que se quiere establecer como posthumano.
Tecnología e IA: una vara en nuestras manos
Entonces Moisés respondió diciendo: He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová. Y Jehová dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y él respondió: Una vara. Él le dijo: Échala en tierra. Y él la echó en tierra, y se hizo una culebra; y Moisés huía de ella. Entonces dijo Jehová a Moisés: Extiende tu mano, y tómala por la cola. Y él extendió su mano, y la tomó, y se volvió vara en su mano. Por esto creerán que se te ha aparecido Jehová, el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob (Ex 4:1-5).
Moisés estaba viviendo una crisis de credibilidad. La situación en que estaba le abría una oportunidad para ejercer un liderazgo. Pero necesitaba credibilidad. “Ellos no me creerán, ni oirán mi voz”, esa era la certeza que tenía Moisés.
La posición que ocupamos como profesionales y técnicos nos impulsa a ejercer nuestro liderazgo, estamos llamados a ser creíbles en el ejercicio de lo que hacemos. La credibilidad, la confianza y la autoridad que ejercemos dependen mucho de nuestras competencias, de nuestro saber, del manejo hábil que podamos hacer de las herramientas que están a nuestras manos.
¿Qué es eso que tienes en tu mano? Es la pregunta clave de la que tenemos que partir.
Tengo la tecnología y la ciencia con todos sus recursos en mis manos. No solo se trata de conocer, interpretar y organizar algunas ideas de la tecnología y la ciencia, se trata de aplicar y lograr resultados que nos beneficien a todos en términos humanos, en términos de dignificar y exaltar la vida.
Es asumir una actitud liberadora de conformidad a lo mejor que Dios quiere para las personas.
La vara de Moisés era algo más que una vara. Era un instrumento de conducción, de control, de poder, de liberación y cambio. Antes de Moisés utilizarla en este sentido, la vara se convierte en una culebra, y convertida en culebra la vara lo que genera en Moisés es miedo. “Moisés Huía de ella”.
La tecnología a veces se muestra desafiante. No le encontramos el lado amigable y nos volvemos resistentes a los cambios y a las transformaciones que con el devenir del tiempo se hacen inevitables.
La orden es “extiende tu mano y tómala por la cola”. El punto interesante para ti como profesional, técnico y obrero es tomar la tecnología, la inteligencia artificial (IA) y demás recursos de la ciencia y ponerlas al servicio de tu trabajo. Pero hacerlo de una forma idónea. Tú no estás para servirle a a la tecnología, más bien está para comprenderla y desarrollar una relación amigable con ella, pero ella siempre estará a tu servicio, será sometida a tu control dentro de los límites de la buena voluntad de Dios agradable y perfecta.
Ni la tecnología digital ni la inteligencia artificial están para absorbernos y robotizarnos, están para facilitar nuestro trabajo y hacernos más idóneos en la ejecución del mismo. El resultado será: “por esto creerán”. El impacto de nuestra competencia y nuestro dominio de las herramientas que están a nuestro alcance debe tener un alcance global, debe ser para el beneficio nuestro y también de otros, “creerán”. El impacto colectivo tiene que coronar nuestras tareas, aunque estemos luchando con una herramienta tecnológica.
Vamos a humanizar la tecnología y la inteligencia artificial, no dejemos que la tecnología menoscabe nuestra idoneidad, nuestro sentir humano. No se trata de violentar ningún procedimiento, más bien se trata de hacer que los procedimientos nos encaminen al logro de nuestra meta suprema.
A la tecnología y a la inteligencia artificial hay que tomarla por la cola, no por la cabeza, por esa parte nos puede morder. Pero por la cola, de acuerdo con las instrucciones del Señor, se convertirá en un instrumento a nuestro servicio, para bien de la humanidad y gloria de nuestro Dios.
Tenemos que usar la culebra, temible a los ojos de un Moisés espantado y descreído, en la extensión del brazo poderoso de Dios para por la fe en Él guiar y conducir a su pueblo y a la humanidad por senderos de liberación y victoria.
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