"Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial que alababa a Dios, diciendo: "¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres amados por El"! (Lc 2,12-14). En la primera Nochebuena de la historia el canto alegre de los ángeles anunciaba a los pastores el nacimiento del Redentor invitándoles a ir a la cueva de Belén.
La estrella de Belén es la única que hay que seguir porque nos muestra donde nació el Salvador. La Navidad es el encuentro con un recién nacido, es la fiesta que canta el don de la vida. Siempre el nacimiento de un niño debería traer alegría, normalmente el abrazo de un recién nacido suscita sentimientos de cuidado, conmoción y ternura. Al contemplar al Niño Jesús en el pesebre pensemos en tantos niños que nacen en una gran pobreza, los que son asesinados antes de nacer, los recién nacidos rechazados, lo que no logran sobrevivir por falta de cuidados, y al mismo tiempo en las familias que buscan la alegría de un hijo y no pueden ver cumplida esa esperanza. Estas realidades son un llamado a comprometernos en el desarrollo integral de los más débiles de la sociedad. Y hacer como María que supo "transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura" (Papa Francisco, E.G. 286). El clima de la Navidad nos toca a todos, aún quien se dice no creyente puede percibir en esta fiesta algo de transcendente que le habla al corazón y lo invita a volver a descubrir la sencillez, la amistad y la solidaridad así como a acoger el mensaje de esperanza que brota del Nacimiento de Jesús. San Juan en pocas palabras manifiesta esta verdad de la fe cristiana que como acontecimiento histórico San Lucas sitúa en una contexto muy determinado: en los días en que César Augusto emanó el decreto para el primer censo, cuando Quirino era ya gobernador de Siria (Lc 2, 1-7). La expresión de San Juan: "El Verbo se hizo carne", nos dice que el Sentido eterno de la vida y del mundo se nos han revelado, es una Palabra que se dirige a nosotros, nos ama, nos conoce, nos llama, es una Persona que se interesa por todos y cada uno: es el Hijo del Dios vivo, que se ha hecho hombre en Belén y Dios que se ha hecho nuestro prójimo y ha venido a quedarse con nosotros. Dios se muestra niño humilde para vencer nuestra soberbia, llama a nuestro corazón y a nuestra decisión libre de aceptar su amor. Dios viene a nuestro encuentro para comunicarnos la verdad de Su Amor que salva y hacernos partícipes de su amistad y de su vida. El encuentro con el Niño Jesús nos haga personas que no piensen sólo en sí mismas sino que se abran a las necesidades de los hermanos, dispuestos a recibir y ser testigos del don de la luz, la alegría y la paz que nos trae el misterio de la Navidad. Es la clara invitación del Papa Francisco: "La Iglesia vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva" (EG 24). Queridos hermanos y hermanas, es Navidad: ¡Nace Jesús! ¡Nace hoy! ¡Nace para todos! Encontrémonos ante el pesebre para experimentar en la contemplación del Niño Jesús, el "Amor de Dios que consuela, que perdona, que ofrece esperanza" (Misericordiae Vultus) y nos envía para ser misioneros de la Misericordia. Con mi oración y bendición ¡Feliz Navidad! Carlos H. Malfa Obispo de Chascomús
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