De forma clara y directa lo encontramos, por ejemplo, en la aleya 2:256 NO CABE
coacción en asuntos de fe. Ahora la guía recta se distingue claramente del extravío: por eso, quien rechaza a los poderes del mal y cree en Dios, ciertamente se ha aferrado al soporte más firme, al que nunca cede: pues Dios todo lo oye, es omnisciente.
En el Corán podemos encontrar continuas invitaciones a la reflexión sobre sus enseñanzas, a no acatar las opiniones o las costumbres de los demás sin haberlas cuestionado antes. ¿Es que no vais a usar vuestra razón?, …si tan sólo usarais vuestra razón, ¿No vais, pues, a usar vuestra razón?, ¿no podíais haber hecho uso de la razón?… Estas son frases que se repiten de distinta manera múltiples veces en el Corán. Tenemos, pues, la capacidad de razonar y se nos pide que la usemos. Lo vemos también en la 2:170 y 171: Pero cuando se les dice: «Seguid lo que Dios ha revelado, algunos responden: «¡No!, seguiremos [sólo] lo que hemos hallado que creían y hacían nuestros antepasados.» ¡Pero! ¿Aun si sus antepasados no usaban la razón y carecían de toda guía? (171) Y así, la parábola de aquellos que se empeñan en negar la verdad es la de una bestia que al oír el grito del pastor no percibe sino el sonido de una voz y una llamada. Son sordos, mudos y ciegos: porque no usan su razón.
No usar la razón, seguir por imitación, equivale a comportarse como un rebaño que no tiene voluntad. Es precisamente la capacidad de razonar y de tomar decisiones libremente los que nos hace humanos. Dios nos ha creado y nos hace alcanzar la madurez para que aprendamos a usar nuestra razón. Y luego nos envía mensajes, para que aprendamos a distinguir el bien del mal y tomemos la decisión de seguir los mensajes —o no seguirlos. Ese es el mandato de Dios. Someterse a Dios como humanos, entonces, implica usar nuestra mente para aumentar nuestro conocimiento, meditar y tomar nuestras propias decisiones y en el proceso nos equivocamos unas veces y acertamos otras.
67:(23) DI: “Él es quien os ha creado [a todos], y os ha dotado de oído, de vista y de mentes: [sin embargo,] ¡qué raras veces sois agradecidos!
Ese proceso nos hace conocer más sobre nosotros mismos, sobre nuestras debilidades, sobre nuestras capacidades, sobre nuestras limitaciones. Nos abre la mente y nos abre el corazón a entender mejor el mundo. Y aunque podemos escuchar a los demás, pedir consejo y aprender de otros todo lo que nos resulte útil, al final la decisión es nuestra y la responsabilidad de nuestros actos es también nuestra. La capacidad de razonar nos hace ser libres y la libertad implica aceptar la responsabilidad de nuestros actos, como vemos
en la aleya 53: 38 y 39: (38) que nadie habrá de cargar con la carga de otro; (39) que no contará para el hombre sino aquello por lo que se esfuerza;
Y hay más ejemplos:
17:(15) Quien elija seguir el camino recto, lo sigue sólo en beneficio propio; y quien elija extraviarse, se extravía sólo en detrimento propio; y nadie habrá de soportar la carga de otro.
6:(52) Así pues, no rechaces a [ninguno de] los que invocan a su Sustentador, mañana y tarde, buscando Su faz.Tu no tienes que dar cuentas de ellos en absoluto –y tampoco ellos tienen que dar cuentas de ti en absoluto– y, por tanto, no tienes derecho a rechazarles: porque entonces serías de los transgresores.
10:(108) DI [Oh Profeta]: “¡Oh gentes! Os ha llegado ahora la verdad venida de vuestro Sustentador. Por tanto, quien elija seguir el camino recto, lo sigue sólo en beneficio propio; y quien elija extraviarse, se extravía sólo en detrimento propio. Y yo no soy responsable de vuestra conducta.”
Somos libres y no tenemos que hacer lo que digan los demás sin cuestionarlo. Los demás tampoco tienen que seguirnos a nosotros sin cuestionarnos y no es responsabilidad nuestra si siguen o no siguen los mensajes, como tampoco es asunto nuestro juzgar si lo que hacen los demás es merecedor de castigo o de perdón.
3:(128) [Y] no es asunto tuyo [Oh Profeta] si Él acepta su arrepentimiento o les castiga –pues, ciertamente, no son sino malhechores, (129) y a Dios pertenece cuanto hay en los cielos y cuanto hay en la tierra: perdona a quien Él quiere y castiga a quien Él quiere; y Dios es indulgente, dispensador de gracia.
Entonces, ¿cuál es la manera de tratar con aquellos que piensan distinto, con aquellos que tienen otras creencias? Primero deberíamos aceptar que hay distintos modos de vida y que esto es voluntad de Dios.
5:48 A cada uno de vosotros le hemos asignado una ley y un modo de vida [distintos]. Y si Dios hubiera querido, ciertamente, os habría hecho una sola comunidad: pero [lo dispuso así] para probaros en lo que os ha dado. ¡Competid, pues, unos con otros en hacer buenas obras! Habréis de volver todos a Dios: y, entonces, Él os hará entender aquello sobre lo que discrepabais.
Cada comunidad ha recibido un mensaje y es bueno que haya discrepancias, esto nos permite meditar sobre los distintos asuntos y aprender. Pero en esencia el mensaje es el mismo. «Competid en hacer buenas obras», nos dice, pero en ningún momento se habla de que deba haber uniformidad de pensamiento, sino todo lo contrario.
Dios nos ha creado diversos en un mundo diverso del que debemos aprender, es parte del mensaje y es parte de la creación: 30:(22) Y entre Sus portentos está la creación de los cielos y la tierra, y la diversidad de vuestras lenguas y colores: pues, ¡ciertamente, en esto hay en verdad mensajes para quienes poseen conocimiento [innato]!
Para poder cumplir con el mensaje necesitamos que exista esa diversidad y además, por mucho que hagamos para intentar que no sea así, no lo vamos a conseguir. No solo nos está diciendo cómo tienen que ser las cosas y lo que es mejor para nosotros. Nos está diciendo cómo son las cosas, cómo es el mundo que ha creado: un mundo diverso, para que haya distintas comunidades, para que haya diferencias, discrepancias.
A la hora de tratar con los demás disponemos de las palabras como las únicas armas lícitas, y tienen también sus límites: hay que discutir con amabilidad y con paciencia. Hay que confiar en el mensaje y si no se puede seguir la discusión en buenos términos, es mejor abandonar la discusión.
16:(126) Por tanto, si tenéis que responder a un ataque [en el curso de una discusión], responded sólo en la medida del ataque lanzado contra vosotros; pero si lo sobrelleváis con paciencia es en verdad mejor para [vosotros, pues Dios está con] los que son pacientes en la adversidad– (127) Resiste con paciencia [todo lo que digan los que niegan la verdad] recordando siempre que no es sino Dios quien fortalece a quien resiste en la adversidad – y no te aflijas por ellos, ni te angusties por los falsos argumentos que inventan: (128) pues, ¡ciertamente, Dios está con los que son conscientes de Él y además hacen el bien!
Para imponer las propias ideas siempre es necesario ejercer algún tipo de violencia. Aquellos que intentan imponer una creencia no están siguiendo la voluntad de Dios, por más que pretendan hacernos creer lo contrario. La voluntad de Dios es que razonemos en libertad y decidamos por nosotros mismos, los mensajes tienen que ser enviados de forma pacífica para que, si se quiere, puedan ser aceptados.
3:(159) Y fue por una misericordia de Dios, que trataste [Oh Profeta] con suavidad a tus seguidores: porque si hubieras sido severo y duro de corazón, ciertamente, se habrían apartado de ti. Así pues, perdónales y pide perdón por ellos.
De todos los ejemplos vistos, que no son los únicos que encontramos en el Corán que tratan este asunto, podemos deducir que intentar imponer unos principios morales al conjunto de la sociedad es contrario a los principios del Islam, por lo tanto, no se puede considerar que una sociedad sea islámica si no existe la libertad de conciencia. Las sociedades en las que se impone una religión se alejan de Dios, puesto que se alejan de la verdad, de la realidad de cómo es el mundo. Ni es posible ni es buena la uniformidad de pensamiento.
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