Latinoamérica y su amor por la Virgen

Latinoamérica y su amor por la Virgen

El amor del pueblo trabajador a la Virgen, sea de Guadalupe, en México, o de Luján, en Argentina, supera la adoración. Un pueblo empobrecido que es protegido por su madre, con su aparición o sus milagros, y que no olvida los sueños y esperanzas de sus hijos en la tierra.

POR LUCAS SCHAERER

Los creyentes avanzan de rodillas sobre el piso duro de la explanada a la gran basílica de la Virgen morena de Guadalupe. Conmueve la escena en la que se mezcla el dolor y la angustia, pero también las promesas cumplidas, los sueños y esperanzas de ese o esa persona que, procedente de las más remotas ciudades o pueblos de México, busca la protección y la caricia en el corazón de la madre, que apareció hace casi 500 años al indígena San Juan Diego en el monte Tepeyac.

La escena remite a lo que ocurre en el otro extremo de América. En Luján, Argentina, el pueblo recorre de rodillas el ingreso a la Basílica, y decenas de miles de personas son protagonistas de la mayor movilización del país, peregrinando 70 kilómetros desde el santuario de San Cayetano, el santo del pan y el trabajo, hasta donde se produjo el milagro de la carreta detenida en 1630, a orillas del río Luján, cuidada por casi 50 años por un africano traficado, el Negro Manuel.

Ese amor latinoamericano tiene nombre. Se llama, en términos eclesiales, “piedad popular”. No es ninguna adoración, como algunos suelen definir. La movilización de las familias mexicanas o los grupos parroquiales hasta la casa de la Virgen de Guadalupe se realiza con bombos y bailes, al estilo de las marchas políticas o gremiales de la Argentina.

La mayor movilización en la Argentina: la peregrinación a la Basílica de Luján. Foto: Pepe Mateos

Llegan de todos lados. Una vez por mes, sobre todo los domingos, miles de fieles se movilizan desde temprano y asisten a las misas que se ofrecen desde un balcón de la basílica de Guadalupe. Los cálculos más pesimistas hablan de 10 mil personas, por jornada, en un momento en que el ingreso al templo se limita a 1.200 personas por las restricciones que impone el coronavirus.

La masiva vacunación y los cuidados hacen retroceder el virus, en un país que ya padeció la influenza. En virtud de los avances sanitarios logrados en los últimos meses, de a poco se retoman los bautismos en las iglesias. Así, los mexicanos pobres-trabajadores visten a su niños y adolescentes con sus mejores ropas para la llegada del Espíritu Santo.

En la Argentina, los bautismos se redujeron totalmente en la Basílica de Luján como consecuencia de la pandemia. Recién el pasado 3 de octubre volvieron a peregrinar miles de jóvenes, que no habían podido hacerlo durante 2020. Terminado el confinamiento, se vuelve a clamar y agradecer a la madre en su casa de Luján, en la única ciudad nacida alrededor de la fe. Es la piedad popular que se profundiza desde los barrios periféricos de Argentina. La Familia Grande de los Hogares de Cristo, donde todos los días se batalla por la recuperación de las adicciones, anunció que van a peregrinar durante un año por toda la Argentina, concluyendo a los pies de la Virgen morena y gaucha.

La Virgen morena apareció hace casi 500 años al indígena San Juan Diego en el monte Tepeyac

Desde la cobertura de la primer Asamblea Eclesial Latinoamericana y del Caribe, es posible discernir que es el amor el que une a la Virgen con el pueblo-pobre-trabajador, tanto en México como en Argentina. La cuna donde crece Latinoamérica y el Caribe se hamaca entre Guadalupe y Luján. Esos extremos se unen en el medio con Aparecida, la Virgen negra de Brasil, el otro gran país de América Latina que fue sede de la inspiración de los obispos para que Bergoglio se convirtiera en Francisco.

La ternura mariana es cultura en América. El desborde espiritual nació amazónico y está soplando por el Caribe. La espiritualidad sinodal, que es el compartir el amor por el prójimo sin diferenciarse en rangos en la iglesia, demuestra que el continente que acoge al 60 por ciento de los católicos en el mundo es la esperanza del planeta. El mundo mira a la iglesia latinoamericana y caribeña como fuente de inspiración.

Es que la periferia del continente más desigual del planeta es, justamente, el signo de la salvación. “Ahora es hora de actuar”, claman los pueblos ante el extractivismo arrasador de la vida. Las mujeres claman el reconocimiento institucional a su labor diaria para profundizar la solidaridad, y no que sólo sean escuchadas, aparecer en eventos (sínodos, asambleas, etc.) o que sus declaraciones figuren en documentos cajoneados para la historia.

Una vez por mes, miles de fieles se movilizan a las misas que se ofrecen desde un balcón de la basílica de Guadalupe.

Guadalupe, Aparecida y Luján unen a los pueblos diversos ante el avance de los egoísmos y los fundamentalismos que agitan odios, que dividen y destruyen los sueños sobre un futuro mejor. Los pueblos saben que la madre nunca abandonó a su hijo, menos aún en la Cruz. Esa sabiduría innata es la salvación de una humanidad que padece cotidianos holocaustos ambientales y sociales. Solo falta que las dirigencias políticas, empresariales, sindicales y eclesiales se dejen llevar por el desborde espiritual.

El Vicario de Cristo, el primero nacido en Latinoamérica, se los está solicitando, clamando, exhortando: sientan y sean parte de la ternura samaritana colectiva.

@LSchaereeOK

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