La jerga de Francisco/23

La jerga de Francisco/23

Ese Alzheimer espiritual que ofusca el primer amor

Por Jorge Milia

Hace pocos días, el Papa habló del “Alzheimer espiritual” como una de las enfermedades de la curia. Evidentemente se refería a la vaticana, pero por extensión las observaciones vales para cualquier otra curia. Primero sus palabras dirigidas a los monseñores y después el eco que tuvieron en los medios llegaron hasta donde vivo, esa periferia donde los cardenales -incluyendo a los de la curia- fueron a buscar al que pronunció el discurso y lo llevaron a Roma. Como no pertenezco a la curia vaticana ni a ninguna otra, podría tranquilamente pensar que todo esto no tiene nada que ver conmigo. Pero no puedo hacerme el desentendido, y no puedo porque mi madre fue destruida por esa enfermedad.

Francisco hizo un paralelismo con los efectos del Alzheimer y se refirió a la declinación espiritual que es el origen de graves discapacidades en el alma. Tal cual ocurre con el cuerpo. Y yo vi cuando mi madre iba adentrándose en el laberinto sin salida del Alzheimer. En esa época vivía lejos, pero la llamaba a menudo por teléfono y trataba de responder con frecuencia a su pedido de que le escribiera cartas. Escribir siempre fue lo mío y ella lo sabía. Leía mis cartas una y otra vez, las llevaba a todas partes, las mostraba. Imagino que las guardaba como un tesoro. Yo seguía escribiéndole, hasta que un día mi hermano me dijo: “No escribas más, mamá ya no sabe leer”. ¿Cómo puede digerir eso alguien que vive de la escritura, como yo? ¿Cómo hace para aceptar que su lectora predilecta ya no sabe leer? ¿Se puede dejar de comprender las palabras?

Aquí hay pan para los dientes de Borges, aquel ilustre compatriota que nuestro profesor de literatura, con quien ambos compartimos el nombre Jorge, nos citaba siempre. “Sólo una cosa no hay, es el olvido”, había escrito como un epitafio. Pero en aquel momento, cuando hubiera podido hacerle la pregunta o contradecirlo, mi madre estaba sana y mis dientes todavía eran dientes de leche, de un periodista en ciernes o de un escritor en potencia.

Pero quizás por esa terrible experiencia con mi madre pude ver bajo otra luz las palabras del Papa sobre el Alzheimer espiritual. Empecé a pensar que hay muchos funcionarios de la curia que gradualmente dejan de comprender. Primero la letra escrita, después las palabras que se dicen y finalmente el verdadero sentido de la Palabra, con la p mayúscula. Entonces los fieles, los que se dirigen a ellos en busca de respuestas importantes, comienzan a sentir que hablan con una pared de letra muerta.

Me parece nefasto olvidar que lo esencial es el amor de Dios, y vivir “en un estado de absoluta dependencia de las cosas materiales”. ¿Qué les pasó? Tanta fue la distorsión que perdieron a Cristo y las cruces quedaron vacías. Lo grave es que ellos no han sido víctimas pasivas e inocentes del Alzheimer, ellos eligieron enfermarse. Lo dice Francisco, pero ya lo sabíamos, en todo caso teníamos miedo de afirmarlo por temor a equivocarnos.

Una Navidad, la última, llamé a mi madre para saludarla.

-“Soy Jorge, te hablo para desearte una Feliz Navidad”.

-“Muchas gracias, señor – cuando escuché que me decía “señor” empecé a llorar, porque sabía que la había perdido – ¿Sabe que yo tenía un hijo que también se llamaba Jorge?, pero lo he perdido, ya no sé dónde está…”.

Es un recuerdo muy doloroso que reviví con las palabras de Francisco sobre el olvido de la “historia de la salvación”, de la historia personal con el Señor, del “primer amor”. Y me preguntaba cómo le responderían a Jesús esos clérigos a los que imaginariamente se estaba dirigiendo. ¿Le dirían también, sin reconocerlo: “Sabe que yo seguía a uno llamado el Cristo pero lo he perdido, ya no sé dónde está…”? Debe ser terrible, porque la cruz vacía es una tortura.

Es doloroso que una madre pierda a su hijo de esa forma, que ya no sepa con quién está hablando, que no lo reconozca como carne de su carne. Es doloroso que un hijo pierda así a su madre, que ya no pueda escribirle, que ya no pueda hablar con ella. Pero que hayan perdido la memoria del encuentro con el Señor aquellos que eligieron seguirlo, es una catástrofe.

Algunos quizá no entienden esta referencia del Papa al mal de Alzheimer porque no les tocó conocerlo, pero es una imagen perfecta de lo que sucede con las personas que viven en sus “caprichos, pasiones, manías” personales, en la adoración de “los ídolos que han construido con sus propias manos”, encerrados en los laberintos que siguen ensanchando, prolongando y retorciendo, “construyendo muros a su alrededor”.

Pocas veces me ha tocado escribir sobre un dolor personal. Ésta es una de ellas, pero agradezco que haya ocurrido. Si el dolor tiene sentido, es precisamente que nos permite comprender mejor las cosas.

El Alzheimer es una enfermedad terrible porque todas nuestras preguntas quedan sin respuesta. El Alzheimer espiritual es peor, no solo porque niega las respuestas sino porque es voluntario… y puede ser contagioso.

     Ese Dios católico que nos “primerea” siempre.     

“No balconeen la vida, métanse en ella, como hizo Jesús”   

 Una civilización que está “falseada” tiene urgente necesidad de la esperanza cristiana     

“Hagan lío”, porque la Buena Noticia no es silenciosa…     

Esa anulación que elimina al Otro. No se dejen ningunear     

El Pescador que llama a “pescar” una mirada nueva hacia la sociedad y la Iglesia     

Qué pena una juventud empachada y triste!     

“Misericordiando”. Dialogo con el Papa sobre un gerundio curioso     

El “chamuyo” de Dios   

¡Qué Dios me banque! Si Él me puso aquí, que Él se haga cargo   

El espíritu del soldado y los generales derrotados por el “habriaqueísmo” 

“Patear para adelante”. Las metáforas futbolísticas de un Papa   

Esos cristianos alegres y esos con caras de pepinillos en vinagre   

El “cuento chino” de la abolición de la esclavitud   

Callejeros de la Fe: entre la escuela y el barro   

Un consejo para los “trepas” de la Iglesia: vayan a hacer alpinismo, es más sano “Recen por mí”. ¿Un bergoglismo poco bergogliano? Tal vez. Pero a fuerza de pedirlo, el Papa le ha puesto el copyright  

No somos guachos, ¡tenemos una Madre que nos cuida! 

Abran las alas y ahonden las raíces. ¡No arruguen!  

Dale cuerda que colea  Rivalidad y vanagloria, las polillas que se comen el tejido de la Iglesia   

Si te metés con mi vieja…

Comentá la nota