El infierno de Alepo y las oraciones de los niños

El infierno de Alepo y las oraciones de los niños

El arzobispo maronita de la ciudad mártir de Siria: «Hay quienes le dicen a los cristianos del Medio Oriente: “Ustedes son tan pocos, ¿qué siguen haciendo ahí?, no vale la pena, váyanse”. En cambio, es importante que permanezca una presencia cristiana real, en donde ha estado durante milenios. Aunque sea un pequeño resto, es el resto de Israel»

GIANNI VALENTE

Con sus 45 años, el maronita Joseph Tobji continúa en la lista de los 30 obispos más jóvenes del mundo. Fue llamado a guiar la arquidiócesis maronita de Alepo, la ciudad mártir desde la que casi cada día, desde hace casi cinco años, llegan imágenes de cuerpos despedazados y de edificios destrozados. De niños que juegan entre escombros, niños que mueren bajo las bombas y granadas, y otros niños que rezan para que termine la «guerra sucia». «Confiamos en que sus oraciones son más poderosas que las nuestras», dijo otro obispo de Alepo, el armenio-católico Boutros Marayati, aludiendo a los niños de Alepo, cristianos y musulmanes, que el próximo 6 de octubre se reunirán para pedir con la oración la liberación de su ciudad del espiral de muerte que la envuelve.

Arzobispo Joseph, en su ciudad se vive de nuevo el infierno.

En el pasado reciente, miles de milicianos yihadistas se habían concentrado en Aleppo, había conquistado tres cuarteles a la entrada de la ciudad y asediaron la parte occidental. Después la situación cambió, las fuerzas gubernamentales retomaron los cuarteles y comenzaron el asedio de la parte oriental. Fue entonces cuando surgió la iniciativa de la tregua, que ya fracasó.

Ahora las imágenes más atroces llegan desde allí…

En la parte oriental hay por lo menos 300 mil personas. Y claro, no todos apoyan a los grupos armados. Hay mucha gente que no tiene ninguna responsabilidad. El miércoles pasado, el gobierno y el ejército, mediante la televisión y las redes sociales, difundieron un llamado para quienes viven en los barrios en los que se anunciaba la apertura de espacios para dejar que la gente se dirigiera a zonas indicadas como seguras. Muchas familias de civiles salieron. Pero no hubo una evacuación masiva. El ultimátum para los que quieran salir se cumple en los próximos días. Y existe el peligro de un nuevo recrudecimiento.

En los medios de comunicación occidentales a menudo se critica la intervención rusa…

Yo puedo atestiguar que entre la población que vive en el oeste de Alepo, en donde se concentra la mayor parte de los civiles, la intervención de los rusos fue recibida con alivio, porque detuvo o por lo menos frenó los golpes de la artillería que llegaban desde los barrios que están en manos de los grupos armados. Los rusos, por lo menos, se mueven de manera coherente con lo que dicen. Los demás, desde que comenzó la guerra, se han contradicho muchas veces. Las personas ven llover los misiles sobre las casas, viven en el terror, y no hacen ninguna diferencia entre los misiles del Estado Islámico o los del Frente al Nusra. Los medios occidentales siguen sin contar lo que sucede objetivamente. La fuente a la que todos acuden sigue siendo este fantasmagórico Observatorio por los Derechos Humanos, un ente con alguna persona frente a una computadora que tiene sede en Londres. Hay algo que no cuadra.

El obispo latino de Alepo, el padre Georges Abou Khazen, dijo que el bombardeo estadounidense contra el cuartel de los soldados sirios en no puede ser fruto de un «error»…

Estoy de acuerdo con él. Quieren burlarse de nosotros, como si fuéramos mentecatos. Sin embargo, nadie ha puesto en duda esa «versión oficial».

Pero ustedes continúan con su trabajo de pastores que cuidan almas…

Hacemos lo que se puede. Con muchas cosas reducidas al mínimo. Los scouts también hicieron este año sus campos. En julio, mientras se estaba llevando a cabo la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia, nuestros jóvenes hicieron su JMJ en Alepo, puesto que no podían viajar a Cracovia.

¿Cuántos eran?

Más de mil. Pero no me gusta hablar de números. No sabemos cuántos cristianos quedan en Alepo. Los números cambian día con día. Hay algunos que se van, tal vez, por algunos meses, hacia la costa y luego regresan. Y luego, cuando te aventuras a hipotizar un número, hay muchos que dicen: «Pero ustedes son tan pocos, ¿qué siguen haciendo ahí?, no vale la pena, váyanse”. En cambio, es importante que permanezca una presencia cristiana real, en donde ha estado durante milenios. Aunque sea un pequeño resto, es el resto de Israel. Hay cristianos que se han quedado en las zonas conquistadas por el Estado Islámico. Hay alguno incluso en Raqqa. Viven retirados, pagan la yizia (el impuesto de compensación para los no musulmanes, ndr.). Pero es el signo pequeño de que una frágil e indefensa realidad de cristianos puede vivir incluso bajo los yihadistas. La esperanza y también la responsabilidad que tenemos los pastores es ayudar a todos a vivir la fe, la esperanza y la caridad en la condición en la que nos encontramos.

¿Han vivido situaciones que testimonien una mirada como esta?

Muchas. Estamos reuniendo las historias de los cristianos que fueron secuestrados y luego volvieron. Hay muchos testimonios increíbles de personas que no estudiaron teología, que solo saben las oraciones más simples, y cuando les pusieron el cuchillo en la garganta dijeron que el amor a Jesús era lo más precioso para ellas, y que no habrían renegado de él, sucediera lo que sucediera.

En el Occidente hay una red hiperactiva de siglas que han convertido la defensa de los cristianos de Medio Oriente en su bandera. ¿No se corre el peligro de confirmar a los que los presenta como destinatarios privilegiados del socorro de los «cruzados» occidentales?

Los cristianos en Oriente son una realidad autóctona, que debe su supervivencia a la ayuda y a la «protección» política o eclesiástica que llega de fuera. La legítima preocupación de los hermanos que están lejos de nuestros sufrimientos siempre debe tener en cuenta también esto. Incluso evitando que la ayuda enviada se convierta competencias que no le hacen bien a la Iglesia.

¿A qué se refiere?

Nuestras obras de caridad son para todos. Los comedores y la Caritas ofrecen apoyo también a muchos musulmanes. Antes de la guerra, los obispos católicos se reunían una vez a la semana, y una vez al mes había un encuentro de los obispos con los representantes de todas las Iglesias. Ahora, obviamente, todo esto se ha vuelto mucho más difícil. Los cristianos, ante las dificultades y los problemas, piden ayuda al propio obispo. Hay Iglesias que tienen los medios y recursos para responder a estas peticiones. Otras no. Estas diferencias se saben porque aquí en la misma familia hay casi siempre cristianos de diferentes Iglesias, debido a todos los matrimonios mixtos que hay. Y entonces, esto provoca comparaciones desagradables, y a veces recriminaciones. Este es problema nuestro, y debemos salir adelante por nuestra cuenta. Está bien que también los que manden ayuda desde fuera lo tomen en cuenta.

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