En vísperas de los festejos del Bicentenario, queremos traer a la memoria la presencia de la Iglesia a lo largo de la historia y su desempaño que fue de vital importancia, en los acontecimientos de la Independencia Argentina.
Los sacerdotes y religiosos de esa época, fueron un importante aporte del reservorio cultural, de la organización social, de la creación de escuelas de primeras letras, de las instituciones de formación de los ciudadanos, que se creaban a la sombra de las catedrales, de las escuelas parroquiales y además como activos gestores de la política y la democracia.
La participación de los presbíteros y religiosos en la discusión política de la época, se vio claramente reflejado en la Convocatoria al Congreso de Tucumán el año 1816. Fueron fieles defensores de un espíritu federal. Entre sacerdotes y religiosos católicos participaron un número de 20, elegidos por las provincias para representarlas en este gran acontecimiento, cuna y génesis de nuestra Nación y de nuestra autonomía institucional.
De estos veinte representantes de las Provincias provenientes del fuero eclesial, debido a las grandes distancias, estuvieron presentes doce, en la asamblea del 9 de Julio, para firmar el acta correspondiente. El 24 de marzo de 1816, ante de comenzar las sesiones, los Diputados Sacerdotes imploraron la asistencia del Espíritu Santo en el templo de San Francisco.
El acto central y más trascendental de este Congreso se realizó el 9 de Julio de 1816 con el Acta de Declaración de la Independencia firmada por 19 representantes de las Provincias unidas por la Independencia de Sudamérica y de los cuales 12 firmantes, eran sacerdotes o religiosos católicos. Por la Provincia de Tucumán firmaron dos sacerdotes. Para documentar el profundo sentido religioso, patrio y latinoamericanista que animaba a los congresales. El dominico sanjuanino Fray Justo Santa María de Oro solicitó a la Santa Sede que se proclamara patrona de la Independencia nacional a la santa peruana, Santa Rosa de Lima, petición que fue oportunamente aprobada por el Sumo Pontífice.
La Iglesia Católica, como toda Institución humana tiene sus luces y sombras que arrastra a lo largo de la historia, pero también ha hecho grandes aportes a la humanidad y a nuestros pueblos; como la abolición de la esclavitud, la alfabetización, el cuidado y el respeto por la vida, el compromiso con los pobres, enfermos, ancianos y los más necesitados.
Misioneros, como los jesuitas y franciscanos, entre otros, trabajaron en las organizaciones de los pueblos, en la producción agrícola y ganadera, en la alfabetización y la humanización de los pueblos originarios. También fruto de la Iglesia fueron las primeras imprentas, los observatorios astronómicos, logros que nadie podrá negar, a menos que se base en la ignorancia.
En la creación y fundamentación de nuestra Nación, es innegable la tarea de la Iglesia con el aporte de sus sacerdotes y religiosos que siempre han sido los principales defensores y “fogoneros” de la Declaración de la Independencia, trabajando por la humanización y la libertad de los pueblos.
En el contexto del Bicentenario de la Independencia el mensaje de los Obispos en su documento “Bicentenario; tiempo para el encuentro fraterno de los argentinos” se enmarca en el contexto de la celebración de los 200 años del proceso de la independencia de nuestro país que se inició sabiendo que “la evangelización ha ido siempre unida a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana”.
No es casualidad que la iglesia decidiera que este año el “Congreso Eucarístico Nacional” debía realizarse en Tucumán ensamblado en el año del Bicentenario….pidiendo a Jesús Eucaristía, fuente y culmen de nuestra vida de fe, se convirtiera en la expresión de la celebración de la Iglesia viviendo y expresando una acción de gracias al Señor de la historia, que volvamos a contemplar la Casa Histórica de Tucumán, donde se juró la independencia ampliando la mirada y en ese sentido nos ilumina la reflexión de Francisco “Siempre hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficie a todos” y para eso es necesario organizar la casa común, volver al sentido de democracia, de inclusión e integración, recrear el federalismo, la conciencia del bien común, la casa común, la familia, la educación y desechar los males que afectan a los valores y a la “ecología humana” que es una llamada a respetar y cuidar la vida integrada de cada argentino.. para así volver a la casa común del encuentro donde nos otorga identidad y sentido de pertenencia y fraternidad.
La casa común, que es nuestro suelo argentino, la patria que nos cobija, que nos otorga identidad y sentido de pertenencia, quizás hoy debemos decir, que gran parte de la Independencia de nuestra querida patria, se la debemos a la Iglesia, gracias a ella, hoy podemos hablar en democracia de una patria de hermanos, libre y soberana.
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