"Humana Communitas en la era de la pandemia", un llamado a ser parte

El Vaticano reflexiona sobre la interdependencia humana y exhorta a tomar conciencia de la fragilidad para alcanzar una conversión moral. Para Vicenzo Paglia, presidente de la organismo, acceso a la atención de salud de calidad debe ser un derecho humano.

La Pontificia Academia para la Vida publicó miércoles el documento “Humana communitas en la era de la pandemia. Consideraciones intempestivas sobre el renacimiento de la vida”, donde exhorta a tener “una actitud de esperanza, más allá del efecto paralizante” y advierte que “todos estamos llamados a hacer nuestra parte".

"Mitigar las consecuencias de la crisis implica renunciar a la noción de que ‘la ayuda vendrá del gobierno’, como si fuera un deus ex machina que deja a todos los ciudadanos responsables fuera de la ecuación, intocables en su búsqueda de intereses personales”, dice el texto vaticano a propósito de las consecuencias mundiales que trajo el coronavirus.

En este sentido, el documento de la Pontificia Academia para la Vida señala que existen “dos tentaciones opuestas: por un lado, la resignación que sufre pasivamente los acontecimientos; por otro, la nostalgia de un retorno al pasado, sólo anhelando lo que había antes”.

“Es hora de imaginar y poner en práctica un proyecto de convivencia humana que permita un futuro mejor para todos y cada uno”, exhortó.

Además, el documento reconoce que “no hemos prestado suficiente atención, especialmente a nivel mundial, a la interdependencia humana y a la vulnerabilidad común” ya que “si bien el virus no reconoce fronteras, los países han sellado sus fronteras”.

“A diferencia de otros desastres, la pandemia no afecta a todos los países al mismo tiempo… La pandemia está aumentando las desigualdades e injusticias ya existentes, y muchos países que carecen de los recursos y servicios para hacer frente adecuadamente al Covid19 dependen de la asistencia de la comunidad internacional”, alerta.

En esta línea, el documento vaticano explica que “las lecciones de fragilidad, finitud y vulnerabilidad nos llevan al umbral de una nueva visión: fomentan un espíritu de vida que requiere el compromiso de la inteligencia y el valor de la conversión moral”.

“Aprender una lección es volverse humilde; significa cambiar, buscando recursos de significado hasta ahora desaprovechados, tal vez repudiados. Aprender una lección es volverse consciente, una vez más, de la bondad de la vida que se nos ofrece, liberando una energía que va más allá de la inevitable experiencia de la pérdida, que debe ser elaborada e integrada en el significado de nuestra existencia”, describe.

Por ello, “es necesario dar cuerpo a un concepto de solidaridad que vaya más allá del compromiso genérico de ayudar a los que sufren. Una pandemia nos insta a todos a abordar y remodelar las dimensiones estructurales de nuestra comunidad mundial que son opresivas e injustas, aquellas a las que en términos de fe se les llama ‘estructuras de pecado’. El bien común de la comunidad humana no puede lograrse sin una verdadera conversión de las mentes y los corazones”.

De este modo, el documento subraya que “el acceso a una atención de salud de calidad y a los medicamentos esenciales debe reconocerse como un derecho humano universal” y añade que “de esta premisa se desprenden lógicamente dos conclusiones: la primera se refiere al acceso universal a las mejores oportunidades de prevención, diagnóstico y tratamiento, más allá de su restricción a unos pocos. La distribución de una vacuna, una vez que esté disponible en el futuro, es un punto en el caso. El único objetivo aceptable, coherente con una asignación justa de la vacuna, es el acceso para todos, sin excepciones. La segunda conclusión se refiere a la definición de la investigación científica responsable”.

Respecto del documento, el presidente de la Academia Pontificia para la Vida, monseñor Vincenzo Paglia, respondió preguntas de Vatican News:

- ¿Qué significa el título “Humana Communitas en la era de la pandemia”?

- “Humana communitas” es el título de la carta que el Papa Francisco envió a la Academia el 6 de enero de 2019, en el 25 aniversario de su fundación. El Papa nos pide que reflexionemos sobre las relaciones que unen a la comunidad humana y generan valores, objetivos, reciprocidad compartidos. Esta pandemia hace que la doble conciencia sea extraordinariamente aguda. Por un lado, nos muestra cómo todos somos interdependientes: lo que sucede en algún lugar de la tierra, ahora, involucra al mundo. Por otro lado, acentúa las desigualdades: todos estamos en la misma tormenta, pero no en el mismo barco. Aquellos con barcos más frágiles se hunden más fácilmente. La ética de la vida se globaliza: ¿trataremos de salvarnos alejándonos cada vez más, o la vulnerabilidad común nos hará más humanos? Debemos responder a esta pregunta y debemos hacerlo ahora: ¿el ser humano sigue siendo una responsabilidad común?

- El subtítulo dice: Reflexiones intempestivas (o inactuales) sobre el renacimiento de la vida. ¿Qué significa eso?

- "Inactual" es una palabra que proviene de la tradición filosófica. Aquí lo usamos, con un poco de provocación, para indicar la urgencia de encontrar un pensamiento comunitario que, aparentemente, ya no está de moda. En un momento en que la vida parece suspendida y nos afecta la muerte de seres queridos y la pérdida de puntos de referencia para nuestra sociedad, no podemos limitarnos a discutir el precio de las mascarillas o la fecha de reapertura de las escuelas. Tendremos que aprovechar la oportunidad para encontrar el valor para discutir mejores condiciones para guiar el mercado y la educación, más bien. ¿Esto parece una afirmación exagerada? Aquí, exactamente esto significa "inactual".

- La pandemia ha mostrado fragilidad, de personas y sociedades. Es una crisis global que afecta el norte y el sur del mundo y los científicos aún no tienen respuestas seguras. ¿Es esto realmente un hecho nuevo?

- La novedad no radica tanto en la aparición de un virus desconocido. De hecho, podría haber sido circunscrito y derrotado localmente, limitando significativamente el daño. El hecho sin precedentes es la velocidad y amplitud con que se extendió a través de la red de relaciones y transporte. También es nuevo el papel de los medios de comunicación, que han decidido cómo se debe difundir la conciencia de la crisis: con razón se ha hablado de una "infodemia". La novedad, por lo tanto, es la extraña mezcla de conformismo y confusión inducida por las reacciones a la representación del peligro en la era de las sociedades "hiperconectadas": que sin embargo también son "hiperindividuales". La debilidad de la comunidad, que debería ofrecernos apoyo y protección en el peligro, nos deja expuestos a nuestras incertidumbres y vulnerabilidades.

 - ¿Cuál es el papel de la comunidad cristiana en esta crisis?

 - La comunidad cristiana puede ayudar en primer lugar a interpretar la crisis no solo como un hecho organizativo, que puede superarse mejorando la eficiencia. Es una cuestión de comprender más profundamente que la incertidumbre y la fragilidad son dimensiones constitutivas de la condición humana. Este límite debe respetarse y tenerse en cuenta en cada proyecto de desarrollo, cuidando la vulnerabilidad de los demás, porque nos confiamos el uno al otro. Es una conversión que pide incluir y elaborar existencial y socialmente la experiencia de la pérdida. Solo a partir de esta conciencia será posible involucrar la conciencia y un cambio que nos haga responsables y solidarios en una fraternidad global.

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