Francisco: una sociedad sin niños es triste y gris

Francisco: una sociedad sin niños es triste y gris

Durante la Audiencia, el Papa explicó que según cómo sean tratados se puede juzgar si una sociedad es libre o si es esclava de intereses internacionales. Los pequeños saben reír y llorar, no tienen la ciencia de ser dobles de los adultos.

Los niños nos recuerdan que siempre somos hijos, tienen una mirada «de confianza y pura» de la realidad, todavía no aprendn esa «ciencia de ser dobles que nosotros los adultos hemos aprendido», pueden «enseñarnos de nuevo a sonreír y a llorar». Los niños también tienen «preocupaciones y a veces muchos problemas», pero «es mejor una sociedad con estas preocupaciones, con estos problemas, ¡que una sociedad triste y gris porque se ha quedado sin niños!». Fueron algunas de las palabras que pronunció hoy Papa Francisco durante la Audiencia general de los miércoles en la Plaza San Pedro. 

Después de las reflexiones de las semanas pasadas sobre diferentes figuras de la vida familiar (las madres, los padres, los hijos, los hermanos, los abuelos), Jorge Mario Bergoglio prosiguió hoy su ciclo de catequesis dedicado a la familia, en vista del Sínodo de octubre de este año, reflexionando sobre los niños, que son «un gran don para la humanidad […] pero son también los grandes excluidos porque ni siquiera los dejan nacer». La semana que viene, anunció, reflexionará «sobre algunas heridas que desgraciadamente dañan a la infancia. Me vienen a la mente todos los niños que encontré durante mi último viaje a Asia: llenos de vida, de entusiasmo y, por otra parte, veo que en el mundo muchos de ellos viven en condiciones indignas… De hecho, de como son tratados los niños se puede juzgar una sociedad, pero no solo moralmente, sino también sociológicamente; si una sociedad es libre o es una sociedad esclava de intereses internacionales». 

Los bambinos, antes que nada, «nos recuerdan que todos, en los primeros años de la vida, hemos dependido totalmente de los cuidados y de la benevolencia de los demás», una realidad humana que ni siquiera el Hijo de Dios rechazó. Después de haber citado las palabras «tan bellas y fuertes» que en los Evangelios Jesús dedica a los «pequeños», y después de haber revelado que, curiosamente, «Dios no tiene dificultades en hacerse entender por los niños», el Papa argentino subrayó que «los niños son en sí mismos una riqueza para la humanidad y también para la Iglesia, porque «nos recuerdan constantemente la condición necesaria para entrar en el Reino de Dios: la de no considerarnos autosuficientes, sino necesitados de ayuda, de amor y de perdón. Y todos necesitamos ayuda, amor y perdón, ¡todos!». En segundo lugar, «los niños nos recuerdan otra cosa muy hermosa: nos recuerdan que siempre somos hijos. Aunque uno se haga adulto, o anciano, aunque se convierta en padre o madre, aunque ocupe un puesto de responsabilidad, en el fondo sigue teniendo la identidad de hijo. Y esto nos remite siempre al hecho de que la vida no nos la hemos dado sino que la hemos recibido», y esto es un motivo «de enorme alegría, sentir que en cada edad de la vida, en cualquier situación, en cualquier condición social, somos y seguimos siendo hijos». 

Además, a nivel general, recordó Francisco, «hay muchos dones, muchas riquezas que los niños dan a la humanidad. Recuerdo sólo algunos. Traen su manera de ver la realidad, con una mirada confiada y pura. El niño tiene una confianza espontánea en papá y mamá; y tiene una confianza espontánea en Dios, en Jesús, en la Virgen. Al mismo tiempo, su mirada interior es pura, no aún contaminada por la malicia, por los dobleces, por las “incrustaciones” de la vida que endurecen el corazón. Sabemos que también los niños tienen el pecado original, que tienen sus egoísmos, pero conservan una pureza, una sencillez interior». Los niños continuó el Papa, «no son diplomáticos: dicen lo que sienten, dicen lo que ven directamente. Y muchas veces ponen en dificultades a los padres: “Eso no me gusta porque es feo...”, y delante de otras personas. Pero los niños dicen lo que ven, no son personas dobles. Todavía no han aprendido esa ciencia de ser dobles que nosotros los adultos hemos aprendido». Al prespecto, el Papa argentino dijo que los niños «no tienen “cara de cartón”, es decir que son capaces de sonreír y de llorar espontáneamente. Cuando los cargo –reveló– algunos sonríen, otros, que me ven vestido de blanco y creen que soy el médico y que les va a poner la vacuna, lloran. Nosotros, a menudo, tenemos una sonrisa que no es vivaz, sino artificial, de payaso –recordó Bergoglio. Nuestro corazón pierde esta capacidad de sonreír y de llorar», dos cosas «que en nosotros los grandes a menudo se “bloquean”, ya no somos capaces». Pero los niños «pueden regresarnos esta capacidad». «Preguntémonos: “¿Todavía lloro o he perdido la capacidad de sonreír y de llorar espontáneamente?”. Siempre depende del corazón que se endurece... Y entonces los niños pueden enseñarnos nuevamente a sonreír y a llorar». 

«Los niños –concluyó el Papa– dan vida, alegría, esperanza. Ciertamente dan también preocupaciones y a veces problemas; ¡pero es mejor una sociedad con estas preocupaciones y estos problemas, que una sociedad triste y gris porque se ha quedado sin niños!». 

Al final de la audiencia, el Papa saludó y abrazó a 25 personas sin hogar de Marsella. Promovió este singular peregrinaje de cinco días en Roma el arzobispo de Marsella, monseñor Georges Pontier, presidente de la Conferencia Episcopal de Francia. Estas personas reciben cotidianamente ayuda gracias a Secours Catholique – Caritas France. «Estamos aquí con gran convicción –dijo Kadri, uno de los “clochard”– para ofrecer el testimonio de que todos somos hermanos y que todos tenemos la misma dignidad, porque no hay diferencias entre las personas». Y añadió: «la fraternidad es justamente el objetivo que todos deberías perseguir, empezando por quienes no tienen casa o trabajo».

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