En un discurso pronunciado en el Acto Académico de la Universidad Lateranense Letrán que da inicio al nuevo ciclo de estudios de ecología y medio ambiente y que preside, el Papa, ante personalidades de la talla de Audrey Azoulay, directora de la UNESCO, y el Patriarca Bartolomé, extremó al máximo su habitual apocaliptismo climático.

Denunció «acciones perversas» contra el planeta Tierra, hacia el que se está causando un «mal» que «ya no se limita a los daños al clima, al agua y al suelo, sino que ahora amenaza la vida misma en la Tierra». Va a ser difícil que el inminente COP 26, la enésima Cumbre del Clima, que en esta ocasión se celebrará en Glasgow con la probable asistencia de Su Santidad, esté a la altura de semejante reto.

«No basta con repetir afirmaciones de principio, que nos hacen sentirnos tranquilos porque, entre otras muchas cosas, también nos interesamos del medio ambiente», dijo, en referencia velada a lo que hasta ahora se suele hacer en estas cumbres internacionales que hasta ahora no han solucionado nada. Son necesarias, dice Francisco, acciones rápidas. No especificó cuáles, lo que es de agradecer porque, al final, las acciones que nos impongan las pagaremos los ciudadanos corrientes.

De hecho, las soluciones en las que piensa el Papa también se fundamentan en las palabras, a juzgar por lo que piensa que debe ser el curso: un medio para «sentar las bases de un diálogo abierto y estructurado, con todos, sobre cómo conocer y escuchar la voz de nuestra casa común».