Francisco: "Caemos muchas veces en la tentación de la hipocresía, de creernos mejores que los demás"

Francisco:

Recuerda la catástrofe de Chernobil y la colecta pro Ucrania del próximo domingo

Por José Manuel Vidal

 Audiencia pública de los miércoles en una plaza de San Pedro que los peregrinos vuelven a llenar. El Papa Francisco continúa con sus catequesis sobre la misericordia y advierte a los fieles contra la omnipresente tentación de la hipocresía, "de creerse mejor que los demás" y recuerda, de nuevo, que "la misericordia de Dios es capaz de transformar el corazón".

Del Evangelio de Lucas: "Una pecadora, que vivía en la ciudad, se presentó con un frasco de perfume...comenzó a bañar sus pies con sus lágrimas y los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los llenaba de perfume...Por eso te digo que sus numerosos pecados le han sido perdonados, porque ha demostrado mucho amor. Aquel al que se le perdona poco demuetsra poco amor..."

Algunas frases del Papa

"Queremos detenernos en un aspecto de la misericordia...bien reflejado en el pasaje evangélico de hoy" 

"El contraste entre las dos figuras: Simón, el fariseo y la mujer pecadora". 

"El primero juzga a los demás en base a sus apariencias. La segunda, con sus gestos, expresa con sinceridad su corazón" 

"La mujer se confía plenamente a él" 

"Actitud de una cierta forma de entender la religión" 

"La palabra de Dios nos enseña a distinguir entre pecado y pecador" 

"El enfermo, para ser curado, debe reconocer que necesita al médico" 

"Jesús, libre de prejuicios, deja hacer a la mujer" 

"Jesús es libre, porque está cercano a Dios, padre misericordioso" 

"Por una parte, la hipocresís; por la otra la humildad y la sinceridad de la mujer" 

"Caemos muchas veces en la tentación de la hipocresía, de creernos mejor que los demás. Mira a tu pecado, nuestras caídas y errores. Y mremos al Señor" 

"Si me siento justo, no se da relación de salvación con el Señor" 

"La misericordia de Dios es capaz de transformar el corazón" 

"Demos gracias al Señor por su amor tan grande y tan inmerecido" 

"Del amor de Cristo nos podemos nutrir y alimentar"

Saludo en ucraniano

"Renovamos la oración por las víctimas de Chernobil, expresamos nuestro reconocimiento a todos los que ayudaron y a todas la siniciativas con las qye s eintentó aliviar el sufrimiento y los daños"

Saludo en italiano

"La población de Ucrania sufre desde hace tiempo por culpa de un conflicto armado olvidado por casi todos. Como sabéis he invitado a la Iglesia europea a apoyar la iniciativa, por mí promovida, para acudir en ayuda de esa emergencia humanitaria. Gracias anticipadas a los que contribuyan generosamente a esta iniciativa, que tendrá luhar el próximo domingo, 24 de abril"

Texto íntegro del saludo del papa en español

El pasaje del Evangelio de Lucas que hemos leído refleja con claridad un aspecto fundamental de la misericordia: la sinceridad de nuestro arrepentimiento suscita en Dios su perdón incondicional.

Mientras Jesús, invitado por Simón el fariseo, está sentado a la mesa, una mujer, considerada por todos pecadora, entra, se pone a sus pies, los baña con sus lágrimas y los seca con sus cabellos; luego los besa y los unge con el aceite perfumado que ha traído consigo.

La actitud de la mujer contrasta con la del fariseo. El celoso servidor de la ley, que juzga a los demás por las apariencias, desconfía de Jesús porque se deja tocar por los pecadores, y se contamina. La mujer, en cambio, expresa con sus gestos la sinceridad de su arrepentimiento y, con amor y veneración, se abandona confiadamente en Jesús. Cristo no hace componendas con el pecado, que es oposición radical al amor de Dios. Pero no rechaza a los pecadores, sino que los acoge: Jesús, el Santo de Dios, se deja tocar por ellos, sin miedo de ser contaminado, los perdona y los libera del aislamiento al que estaban condenados por el juicio despiadado de quienes se creían perfectos, abriéndoles un futuro.

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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y América latina. Queridos hermanos, en Cristo, que perdona los pecados, brilla en él la fuerza de la misericordia de Dios, capaz de transformar los corazones. Abrámonos al amor del Señor, y dejémonos renovar por Él. 

(El Papa expresa cercanía al pueblo del Ecuador y pide oraciones)

Muchas gracias. 

Texto completo de la catequeis del Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy queremos detenernos en un aspecto de la misericordia bien representado en el pasaje del Evangelio de Lucas que hemos escuchado. Se trata de un hecho sucedido a Jesús mientras era huésped de un fariseo de nombre Simón. Ellos habían querido invitar a Jesús a su casa porque había escuchado hablar bien de Él como un gran profeta. Y mientras estaban sentados almorzando, entra una mujer conocida por todos en la ciudad como una pecadora. Esta, sin decir una palabra, se pone a los pies de Jesús y rompe en llanto; sus lágrimas lavan los pies de Jesús y ella los seca con sus cabellos, luego los besa y los unge con un aceite perfumado que ha traído consigo.

Resalta la confrontación entre las dos figuras: aquella de Simón, el celoso servidor de la ley, y aquella de la anónima mujer pecadora. Mientras el primero juzga a los demás por las apariencias, la segunda con sus gestos expresa con sinceridad su corazón. Simón, no obstante habiendo invitado a Jesús, no quiere comprometerse ni involucrar su vida con el Maestro; la mujer, al contrario, se abandona plenamente a Él con amor y con veneración.

El fariseo no concibe que Jesús se deja "contaminar" - entre comillas ¡Eh! - por los pecadores. Así pensaban ellos, ¡eh! Él piensa que si fuera realmente un profeta debería reconocerlos y tenerlos lejos para no ser contaminado, como si fueran leprosos. Esta actitud es típica de un cierto modo de entender la religión, y está motivada por el hecho que Dios y el pecado se oponen radicalmente. Pero la Palabra de Dios enseña a distinguir entre el pecado y el pecador: con el pecado no es necesario hacer compromisos, mientras los pecadores - es decir, ¡todos nosotros! - somos como enfermos, que necesitan ser curados, y para curarse es necesario que el medico los acerque, los visite, los toque. ¡Y naturalmente el enfermo, para ser sanado, debe reconocer tener necesidad del médico!

Entre el fariseo y la mujer pecadora, Jesús se pone de parte de esta última. Libre de prejuicios que impiden a la misericordia expresarse, el Maestro la deja hacer. Él, el Santo de Dios, se deja tocar por ella sin temer ser contaminado. Jesús es libre, libre porque es cercano a Dios que es Padre misericordioso. Y esta cercanía a Dios, Padre misericordioso, da a Jesús la libertad. Al contrario, entrando en relación con la pecadora, Jesús pone fin a aquella condición de aislamiento al cual el juicio despiadado del fariseo y de sus conciudadanos - los cuales la explotaban, ¡eh! - la condenaban: «Tus pecados te son perdonados» (v. 48). La mujer ahora puede "ir en paz". El Señor ha visto la sinceridad de su fe y de su conversión; por eso delante a todos proclama: «Tu fe te ha salvado, vete en paz» (v. 50).

De una parte aquella hipocresía del doctor de la ley, de otra parte la sinceridad, la humildad y la fe de la mujer. Todos nosotros somos pecadores, pero tantas veces caemos en la tentación de la hipocresía, de creernos mejores de los demás. "Pero mira tú pecado...". Todos nosotros miramos nuestro pecado, nuestras caídas, nuestras equivocaciones y miramos al Señor. Esta es la línea de la salvación: la relación entre "yo" pecador y el Señor. Si yo me considero justo, esta relación de salvación no se da.

A este punto, una sorpresa aún más grande invade a todos los comensales: «¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?» (v. 49). Jesús no da una respuesta explicita, sino la conversión de la pecadora está ante los ojos de todos y demuestra que en Él resplandece la potencia de la misericordia de Dios, capaz de transformar los corazones.

La mujer pecadora nos enseña la relación entre fe, amor y reconocimiento. Le han sido perdonados "muchos pecados" y por esto ama mucho; «Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor» (v. 47). Incluso el mismo Simón debe admitir que ama más aquel a quien se le perdona más. Dios ha puesto a todos en el mismo misterio de misericordia; y de este amor, que siempre nos precede, todos nosotros aprendemos a amar. Como recuerda San Pablo: «En Cristo, hemos sido redimidos por su sangre y hemos recibido el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia, que Dios derramó sobre nosotros, dándonos toda sabiduría y entendimiento» (Ef 1,7-8). En este texto, el término "gracia" es prácticamente sinónimo de misericordia, y es llamado "abundante", es decir, más allá de nuestra expectativa, porque actúa el proyecto salvífico de Dios para cada uno de nosotros.

Queridos hermanos, ¡seamos gratificados por el don de la fe, agradezcamos al Señor por su amor tan grande y no merecido! Dejemos que el amor de Cristo se derrame en nosotros: de este amor el discípulo se nutre y en él se funda; de este amor cada uno de nosotros puede nutrirse y alimentarse. Así, en el amor agradecido que derramamos sobre nuestros hermanos, en nuestras casas, en la familia, en la sociedad se comunica a todos la misericordia del Señor. Gracias.

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