Una firma falsa, el principio del fin de Las Edades del Hombre

Una firma falsa, el principio del fin de Las Edades del Hombre

La Fundación “Las Edades del Hombre”, en cuyo patronato se encuentran varios obispos españoles, está bajo sospecha de graves irregularidades contables y financieras. Todo viene de muy atrás y la suerte estaba echada desde que en 2005 el secretario general Meléndez dimitiera discretamente.

 

La Fundación las Edades del Hombre es hoy noticia en todos los periódicos nacionales por presuntas irregularidades contables y financieras. En concreto, una denuncia ante la Audiencia Nacional de la que se hacen eco varias cabeceras acusa a la fundación de “fraude continuado en el recuento de visitantes, falsificación de datos oficiales y financiación irregular”.

El denunciante, Juan José García, director del Museo del Libro de Burgos y propietario de la editorial Siloé, explicaba ayer a El País: “En las cuentas de la fundación no aparecen por ningún lado los ingresos por entradas a las exposiciones”, y añade: “la fundación, en connivencia con la Junta de Castilla y León, miente y falsifica los datos oficiales de visitantes con el claro propósito de seguir recibiendo subvenciones, y esto es un clamor que todo el mundo conoce en la comunidad autónoma”.

Las dudas planean sobre esta y sobre las 21 anteriores ediciones de Las edades del hombre, una actividad artístico-religiosa organizada por una fundación privada que este año ha recibido 900.000 euros de subvención de la Junta de Castilla y León. Subvención que en ocasiones ha alcanzado los 1.800.000 euros, como en 2014, cuando tuvo lugar la edición de Aranda de Duero.

La fundación, por su parte, se defiende atacando al mensajero, y asegura en un comunicado publicado en su página web que “las graves acusaciones vertidas por don Juan José Alonso obedecen exclusivamente a intereses personales y/o empresariales que nada tienen que ver con la actividad de la Fundación Las Edades del Hombre.”

Sin embargo, para quien las dudas no son nuevas, y a quien toda esta historia probablemente no haya sorprendido en absoluto es a los obispos que forman parte de su patronato. El patronato que dirige la fundación Las Edades del Hombre está conformado por los dos arzobispados y nueve obispados de las diócesis de Burgos, Valladolid, Astorga, Ávila, Ciudad Rodrigo, León, Osma-Soria, Palencia, Salamanca, Segovia y Zamora. A la cabeza del patronato está, desde diciembre de 2013, Jesús García Burillo, obispo de Ávila. El Secretario General de la Fundación es Gonzalo Jiménez Sánchez.

¿Dónde arranca la crisis que salta hoy a la prensa?

Todo viene de finales de los 90/principios de siglo, cuando los obispos quieren restaurar el monasterio de Valbuena para fijar en él la sede de la Fundación. Ahí es donde, según fuentes que vivieron desde dentro esa operación, sus excelencias “pierden la cabeza, se meten en un montón de gastos y montan un jaleo enorme”.

Las necesidades de capital eran tales que el sacerdote Antonio Meléndez, secretario general de la Fundación por aquel entonces, pide un crédito importante en Caja España presentando como garantía un documento aparentemente firmado por el director de Patrimonio Cultural de la Junta de Castilla y León, en el que se compromete una subvención pública.

En el bastanteo que hizo el comité de riesgos de la caja, y siempre según las mismas fuentes, concluyeron que el documento era falso, que la firma no estaba emitida, así que llamaron a los obispos con visible enfado y el asunto llegó a los oídos del presidente de la Junta de Castilla y León, que convocó a capítulo a los obispos.

Se pactó la dimisión del secretario general Meléndez, se alquiló Valbuena y la fundación aceptó ser intervenida por el gobierno autonómico: se tapó todo con máxima discreción. Desde ese momento tuvieron que aceptar un comisariado de la Junta, actualmente en la persona de Gonzalo Jiménez, y Las Edades del Hombre se convirtió en un ente más político que religioso.

Por cierto que finalmente el monasterio de Valbuena, una abadía cisterciense, fue reformada y se convirtió en un hotel de lujo con spa bajo el nombre de “Castilla Termal”. ¿Y qué fue de Antonio Meléndez? Salió hacia Madrid, a ejercer de sacerdote, y aún aparece en la Guía Diocesana del Arzobispado, aunque es tarea difícil conocer su destino concreto.

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