¿Existe una ‘ecología cristiana’?

¿Existe una ‘ecología cristiana’?

Los cristianos ven sospechosa la ecología y usan sus sospechas como cómoda excusa y pretexto para no involucrarse en ella.

Por: Arturo Rojas.

El título de esta serie puede prestarse a equívocos, puesto que en sentido estricto no existe la “ecología cristiana”, sino la ecología a secas. Lo que sí pueden ꟷy debenꟷ existir son ambientalistas y ecologistas cristianos que estén movidos para su labor por motivaciones cristianas, impulsados para ello por su sentido del deber delante de Dios y del llamado recibido de él para nuestra actividad en este mundo.

Y aquí es donde debemos comenzar por decir que la ecología parece ser una ciencia de hoy que emerge sin relación alguna con el cristianismo histórico, hallándose con frecuencia enfrentada a él.

Pero este es un problema de la cristiandad y no del cristianismo. Porque, si bien es cierto que la ecología se ha erigido en nuestros días en buena medida bajo postulados cuestionables desde la perspectiva doctrinal del cristianismo, eso no significa que la ecología como tal sea censurable si se encauza dentro de las pautas reveladas en las Escrituras para su sano y provechoso desarrollo.

Los cristianos ven sospechosa la ecología y toman estas sospechas como cómoda excusa y como conveniente pretexto para no involucrarse de manera comprometida en ella debido al trasfondo pagano que se halla en un significativo número de los ecologistas seculares, cuyas creencias tienden hacia una suerte de panteísmo científico o seudocientífico.

Así, si bien es cierto que con el pretexto de la ecología se pueda estar llevando a representativos e influyentes sectores de la humanidad actual hacia un panteísmo que diviniza a la naturaleza y hace de ella un nuevo ídolo al que adorar, también con el pretexto del panteísmo y la denuncia de él, la iglesia se ha marginado por igual y de manera culpable de la ecología.

 

>>>>> Sigue el Canal de Evangélico Digital en WhatsApp, actualizado al minuto con los artículos y noticias publicados

 

Por eso, sin desconocer que el panteísmo, una concepción pagana de Dios, puede ser seductor y constituir un aspecto censurable y peligroso detrás de la ecología secular, ésta no es razón para que los cristianos se marginen y desentiendan de ella.

Porque si bien la ecología no puede ser el interés principal de la iglesia, sí debería ser uno de sus principales intereses, en especial en los tiempos en que estamos viviendo. Y esto implica, por supuesto, ocuparse de ella, colocándola en su justo lugar y proporción, es decir sin perjuicio de la fe y la evangelización con miras a conducir a los hombres a Cristo, ni tampoco de la acción y el servicio social que le compete a la iglesia.

El compromiso del cristiano con la ecología debe ser una extensión y una consecuencia práctica más de la responsabilidad cristiana en el mundo. Valga decir que una de las formulaciones científicas más elaboradas que apunta y sustenta de algún modo la ecología panteísta es la llamada “teoría Gaia” formulada por el químico, médico y pensador inglés James Lovelock en 1969, apoyada y extendida luego por la bióloga Lynn Margulis. Esta teoría afirma que la tierra (es decir “Gaia” nombre que los griegos daban a la diosa Tierra) es un organismo vivo que autorregula sus funciones con el fin de facilitar la vida.

Teoría que con algunas modificaciones posteriores ha llegado a adquirir tal respetabilidad que es suscrita por un buen número de científicos de renombre de variadas disciplinas. En el contexto de la teoría Gaia tal y como se entiende hoy se afirma que cuando las formas de vida que habitan el planeta tierra, ꟷla especie humana en particular entre ellasꟷ, no mantienen con Gaia una relación armónica de mutuo beneficio, Gaia puede volverse contra ellas para destruirlas, lo cual explicaría el incremento de catástrofes naturales que se verifica actualmente en el mundo. Como teoría explicativa científicamente confirmada, la teoría Gaia tiene un largo trecho por recorrer, pero sus motivaciones y consecuencias prácticas constituyen su más favorable aporte al mundo actual al borde de un colapso ambiental y ecológico por el abuso depredador de la naturaleza emprendido por la humanidad a todo lo largo de la historia.

Por eso, hechas y tenidas en cuenta estas advertencias en el camino, el cristiano no se puede desentender de las causas ecológicas y ambientalistas en pro de la promoción del cuidado y conservación de la naturaleza mediante un desarrollo sustentable y sostenible.

Comentá la nota