Oro sin "espejitos"

Oro sin

El saqueo comenzó cuando ‘nos dijeron que venían con la cruz, pero venían por el oro’.

Cada 12 de octubre se celebra -y hay quien conmemora- la llegada de Cristóbal Colón con sus tres embarcaciones a nuestro continente, registrándose así el encuentro entre Europa y América. Esta fecha es conocida como: Día de la Raza, por el mestizaje entre los pueblos europeos e indígenas; Día de la Resistencia Indígena, porque reivindica la lucha y la resistencia de los pueblos indígenas, así como los aportes de las culturas africanas, asiáticas y europeas, y Día de Colón, para conmemorar la llegada de este almirante al continente.

Continente que el cartógrafo Martin Waldseemüller, en 1507 denominó «América», en honor a otro gran pionero navegante y comerciante italiano llamado Américo Vespucio, por ser uno de los primeros en identificar a América como un continente distinto de Asia y no como parte de Asia, como se creía inicialmente.

Basados en lo acontecido a partir de la llegada de Colón, el 12 de octubre de 1492 al continente americano y al comercio desigual y saqueo de los colonizadores en nuestras tierras - mayormente de piedras preciosas, oro y perlas-, haremos una analogía del cambio de oro por ‘espejitos’ y otras piezas de vidrio que fascinaron a nuestros indígenas hace cinco siglos, en comparación con la clase política que les ha tocado sufrir a las diferentes naciones de Latinoamérica una vez se ‘independizaron’ de la corona española y portuguesa.

Ambos fenómenos, tanto el saqueo colonialista como el postcolonialista, mayormente del oro y la corrupción contemporánea, comparten una lógica de extracción: concentración de riqueza y despojo sistemático que perpetúa la desigualdad en América desde hace 500 años a la fecha.

Como cristianos podemos muy bien subtitular este artículo así: “Del oro robado al alma saqueada — La continuidad del despojo en América”; porque lo que se llevaron de aquí y trajeron de allá los europeos no fueron sólo objetos, animales y plantas, sino una pesada y nada bendecida carga espiritual.

El saqueo comenzó cuando “nos dijeron que venían con la cruz, pero venían por el oro”, pues el valioso elemento químico de color dorado fue el motor de conquista, y la evangelización (o catolización) como fachada. Mientras que la corrupción gubernamental actual es una forma moderna de saqueo, con nuevos actores, pero la misma lógica colonialista.

El saqueo colonial del oro y otros minerales preciosos produjeron sangre por el poder imperialista, siendo el oro el símbolo de poder para el financiamiento de las guerras europeas. Para ello aplicaron la esclavitud, violencia y destrucción cultural de los aborígenes americanos.

Según expertos se calcula que el impacto del saqueo colonialista en América fue de:

- México: 225.000 toneladas de oro robado.

- Perú, Brasil, Colombia, Bolivia y Venezuela: cifras astronómicas que hoy equivalen a billones de dólares.

- El legado dejado fue de la concentración de riqueza en Europa a cambio del empobrecimiento de América.

Ahora, si comparamos el saqueo imperialista con la corrupción administrativa de los últimos 200 años en América Latina, el nuevo saqueo produjo hasta hoy:

- Corrupción como sistema: clientelismo, monopolios, impunidad.

- Actores modernos: élites políticas y económicas que perpetúan el despojo al pueblo.

- En América Latina, gran parte de la riqueza proviene de herencias, corrupción y poder monopolístico, robado al pueblo.

- Consecuencias: pobreza persistente, desigualdad extrema, pérdida de confianza institucional.

Similitudes estructurales entre ambos saqueos

Recurrimos a la IA para elaborar un cuadro que nos muestre la similitud entre el saqueo colonialista y el saqueo político postindependentista (los últimos 200 años), obteniendo la siguiente gráfica:

Como dijimos al inicio, el producto del saqueo indiscriminado y desigual de los imperios europeos a nuestros indígenas, no queda sólo en productos, sino que el abuso, la esclavitud, la violación de los más elementales derechos humanos y la imposición de una religión denominada «cristiana», pero sin contenido bíblico, sino dogmático, trajo graves repercusiones en los habitantes primigenios de América, pues les cambiaron la adoración a sus dioses naturales por ídolos inventados por la religión vaticana; de ayudarles a salir del oscurantismo espiritual los hundieron en la idolatría institucionalizada por el imperialismo colonial y perpetuada en la clase política postcolonialista.

Lamentablemente, los españoles y portugueses impusieron a los pobladores de América una religión farisaica que dice, pero no hace (Mateo 23), tomada de la mano de sus reyes casados con el imperio más poderoso del mundo: el Estado Vaticano y su rey religioso al frente, conocido como el Papa, religión que, salvo contadas excepciones, todavía permanece en Latinoamérica, aunque venida a menos.

Los frailes y otras denominaciones católicas de la mano de los gobernantes de antaño y ahora, han obviado y desobedecido adrede lo que dice Dios en su Santa Palabra recogida en la Biblia acerca del saqueo a los indígenas y al pueblo americano:

«¡Ay de ti, que eriges tu palacio sin justicia, y tus salas sin equidad! ¡Ay de ti, que explotas a tu prójimo y no le pagas el salario de su trabajo!» (Jeremías 22:13).

«¿Y voy a tener por inocente al que tiene balanzas falsas y pesas engañosas?» (Miqueas 6:11).

La Palabra de Dios condena el robo institucionalizado y la explotación al pueblo, especialmente al pobre. Los reinos de antaño como los gobernantes de los últimos 200 años en América (de México a Argentina), han explotado para el beneficio de pocos los recursos con los que Dios bendijo a nuestro continente para ser repartidos equitativa y justamente a toda la población.

Del saqueo del oro a cambio de ‘espejitos’ del colonialismo europeo, hoy, tras más de dos siglos de la independencia de nuestras naciones de los reinos español y portugués, nuestros políticos persisten en saquear al pueblo, sólo que no le dan ni siquiera ‘espejitos’ a cambio, sino pobreza y sueldos miserables a cambio de votos.

Pero debemos estar claros que la corrupción no es sólo política, sino espiritual: despoja al pueblo de esperanza, dignidad y futuro a través de la idolatría manifestada en las imágenes romanas que los esclavos afroamericanos tomaron para sí para ocultar la adoración a sus dioses en las imágenes católicas, creando un perverso sincretismo que permanece hasta la actualidad con diferentes nombres.

En la época de la colonia por lo menos daban ‘espejitos’ a cambio del oro y las riquezas que se llevaban, no podemos decir lo mismo de nuestros gobernantes. Aquellos nos trajeron especies vegetales para sembrar y animales, los actuales «colonizadores», los nacidos en nuestras naciones, no nos trajeron nada, sólo se instalaron para saquearnos.

Nuestros indígenas pelearon contra los colonizadores, mientras que los grandes «jefes indios» que nos gobiernan actualmente se asociaron con los colonizadores de antaño para juntos saquearnos y exportar nuestro oro y minerales a los ‘paraísos fiscales’ sin ‘espejitos’ a cambio.

Nuestros indígenas fueron engañados por los colonizadores, estos «jefes indios» de ahora son más bien quienes nos engañan en beneficio de los europeos, Banco del Vaticano incluido. Si los indígenas americanos vivieran en la actualidad hace rato hubieran matado a esta jauría de corruptos que nos desgobiernan en nombre de un ideal político caduco, obtuso y eminentemente diabólico, y todo bajo la ‘bendición’ de religiosos que están tan perdidos doctrinalmente como aquellos que vinieron en la colonia.

Los nuevos colonizadores vienen de nuestros propios países, son esa clase de políticos y gobernantes que durante sus campañas electorales nos ofrecen ‘espejitos’ y cuando asumen el poder nos saquean como los antaño europeos, llevándose nuestras riquezas a tierras extrañas.

A Dios gracias que Latinoamérica se está volviendo de la tradición vaticana al verdadero Evangelio poderoso, vivificador y transformador de nuestro Señor Jesucristo. El llamado es a la Iglesia de Cristo para establecer la justicia divina en nuestros pueblos.

Levantémonos en una unidad continental para romper el ciclo de maldición idolátrica y frenar el saqueo, con el mensaje y el accionar de la cruz verdadera, no la falsa cruz que vino de Europa a bordo de las carabelas financiadas e impuesta por imperios bajo el dominio del saqueador: «el príncipe de la potestad del aire, el espíritu que [actuó en los colonizadores, y] ahora actúa en los hijos de desobediencia» que nos gobiernan (Efesios 2:2. Énfasis añadido).

¡En Cristo América tiene la victoria asegurada!

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