El dolorense pertenece a la Pastoral Juvenil y vivió la Semana Santa en Roma, donde conoció personalmente al Santo Padre

El dolorense pertenece a la Pastoral Juvenil y vivió la Semana Santa en Roma, donde conoció personalmente al Santo Padre

“El viaje surgió tres semanas antes de la Semana Santa. Graciela Suárez me lo regaló porque no podía ir, y saqué el pasaje una semana antes. No tenía billete para ninguna de las misas ni para la audiencia con el Papa, surgió todo allá. Fue una experiencia muy de Dios, se dio todo.

Fui solo, no conocía nada, era la primera vez que viajaba al exterior. Estaba perdido en el Aeropuerto de Barajas que es de los más grandes del mundo, y después tomar el avión hasta Roma y decir, bueno, ya estoy acá. Perderme también en la Estación de Trenes de Roma, fui para otro lado; fue toda una experiencia de conocer cosas nuevas y de aprender un montón. Estuve dos semanas, tres días antes y dos después de la Semana Santa”.

¿Qué significó para usted?

Cumplí mi expectativa máxima que era encontrarme con el Papa. Vivir Semana Santa en el centro de la Cristiandad con gente de todo el mundo. Países que uno ni sabe que existían y donde hay cristianos, y decís, hasta acá llega la Iglesia, no somos los 300 que vamos siempre a Misa en Dolores. Rezar en diferentes idiomas y con la misma fe, es una experiencia increíble. Seguía los horarios en que los demás iban a rezar el Rosario o el Vía Crucis, y no me sentí solo. Obvio hubo momentos caminando por una calle, en un almuerzo, en los que estuve solo. Pero solo en espíritu nunca me sentí, sabía que ellos rezaban por mí y yo por ellos. Llegué a Roma y ahora mismo lo pienso y no lo puedo creer. Haber estado con el Papa. Fue un sueño. La sencillez que tiene es destacable, cuando viene y te saluda te está mirando a los ojos, te habla, te escucha, es un poco el brazo ejecutor de los Papas que pasaron, desde el Concilio Vaticano con Juan XXIII, y los que siguieron. Hablaba con españoles, italianos, y también veían eso, que es como un nexo entre el viejo y el nuevo mundo.

¿Ha tenido que ver el Papa Francisco en este momento de la Iglesia?

Sí, mucho que ver, porque el Concilio Vaticano se hizo hace más de 50 años para renovar la Iglesia, pero los cambios no llegaban. Este Papa los hizo más cercanos. Francisco nos acerca la fe con lo cotidiano. Le saqué fotos hasta de los zapatos, que son los mismos que usaba acá, y eso es impagable, tener un Pastor que trate de imitar 100 % a Jesús, es impagable. Hizo construir baños a los mendigos que hay en el Vaticano, ahí pone los pies en el barro. En el mismo Vía Crucis condenó al terrorismo y al capitalismo. Porque si vos me decís que EEUU que lucha contra el terrorismo va y no puede recuperar Palmyra, y va Rusia y la recupera… ¿qué pasa ahí? Se están financiando.

 

Es un Papa que cree en la política como herramienta para el bien de la sociedad y los más necesitados.

Lo dijo, y en eso creo 100 por ciento. Y sobre todo en la Iglesia, donde yo opino de una forma, y la persona que está al lado y que considero un hermano opina de otra, y podemos sentarnos a discutir libremente. La doctrina social de la Iglesia es una forma política de ver la vida. El Evangelio es totalmente político, transgresor, quiere cambios profundos en la sociedad, sacar a la gente de abajo y llevarla hacia arriba; condena la riqueza excesiva. Creo que Jesucristo fue un político maravilloso en su época.

¿Va a hacer otro viaje en este sentido?

Tenemos planificado desde hace un par de años ir a las Jornadas de la Juventud que anteriormente se hicieron en Río de Janeiro 2013 y ahora serán en Polonia, la tierra natal de Juan Pablo II, y es también, en este Año de la Misericordia, la tierra de Santa María Kowalska, la que ve a Jesús Misericordioso. La barrera para viajar no es el bolsillo sino la cabeza, y no por el lugar que sea sino por lo de animarse a subir a un avión, un barco, un tren, lo que sea, y andar.

¿Qué momentos quedaron más grabados de su viaje?

Rezar en todos los idiomas, escucharle la voz al Papa ya pone la piel de gallina. La alegría que vivimos ahí, de encontrarse con el Vicario de Cristo. Lo que se vive en el Vaticano es muy importante desde la gente. Uno a veces ve a un hermano en la fe que anda con cara larga, y dice esta no es nuestra fe, nuestra fe es “la alegría es vida”. También repetir eso desde la juventud y con todos los chicos, aunque siempre habrá momentos en los que podamos estar mal, porque la vida es así, hay que vivir en alegría. Otro momento feliz, esta vez pagano, fue caminando por la Avenida Nacional, entre el Coliseo y El Altar de la patria. Había un hombre en un banco tocando en el acordeón una canción de Piazzola. A mí se me infló el pecho, saqué la bandera y comencé a agitarla, me quedé rato escuchándolo, era un atardecer lleno de gente y sonaba Piazzola. Momentos que son los que más te quedan, son únicos y no van a volver a pasar. Las iglesias estarán en su mismo lugar, pero ese momento pasó y fue. Y es de los que más recuerdo del viaje.

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