Cuatro religiosas acogen gratuitamente en El Cairo a 12 chicas con discapacidad que provienen de familias pobres. ¿Su sueño? Abrir una nueva sala para la rehabilitación
Por LUCIANO ZANARDINI
Roma – La discapacidad, si se coloca en una situación de pobreza material y cultural, corre el riesgo de ser una puerta abierta hacia la marginación social. Afortunadamente existe quien, lejos de los focos, trabaja para hacer que esto no suceda. En la periferia de El Cairo doce niñas y jóvenes con diferentes discapacidades que provienen de familias muy pobres, y a menudo que no están en grado de cuidar de ellas, viven con cuatro monjas en la casa 'Beata Caterina Troiani'. Las religiosas sirven a las personas con “exigencias particulares (síndrome de Down, síndrome de Aspert, espasticidad, autismo y fragilidad mental). “Buscamos –explica la hermana Maria Filia Dei González-- mejorar su calidad de vida dando una formación completa: cura, educación moral, salud...”. Sor María llegó a Egipto desde Argentina hace ocho años y los primeros cuatro los ha dedicado al studio de la lengua y de la cultura árabe. Hoy es la superior local de la comunidad compuesta por cuatro religiosas del Instituto 'Servidoras del Señor y de la Vírgen de Matarà', una congregación de la familia religiosa del Verbo Encarnado. “Cada chica es un don de Dios. Estas chicas –continúa-- nos dan la posibilidad de practicar todas las obras de misericordia del Evangelio: dar de comer, dar de beber, vestir... A través de ellas estamos siviendo y amando al mismo Cristo. ¿Como no considerarlo un privilegio? Estamos sirviendo a Dios cada día”. Las religiosas buscan, prácticamente todo el año porque solo algunas niñas vuelven a casa durante un mes, conseguir un ambiente familiar adecuado al crecimiento y el desarrollo. Además de los medios materiales, ofrecen a las niñas la posibilidad de crecer en una escuela pensada para ellas con lecciones y laboratorios de artesanía y cocina.
Desgraciamente las familias no pueden contribuir al mantenimiento de las huéspedes, por este motivo además de la Providencia han sido activadas algunas formas de ayuda, entre las que está la posibilidad de apoyar el proyecto a distancia. Hay quien tiene un raro síndrome que causa malformaciones en los huesos del cráneo, que manifiesta problemas del lenguaje, quien tiene el síndrome de Down... se podrían contar muchas hsitorias que demuestran el servicio llevado a cabo por las monjas. Elisa (nombre ficticio) tiene 10 años, es espástica (se mueve y habla con dificultad) y ha llegado después de que en otra casa hubiera sufrido abusos por parte de otros niños y probabablemente de algún trabajador. Nunca había ido a la escuela, hoy es feliz mientras hace los deberes y ofrece su ayuda en las actividades domésticas. Cuando vuelve a su casa por vacaciones, llora al teléfono porque allí no hay nadie que le lave los dientes... Entre los objetivos de las religiosas está sin lugar a dudas “el de mejorar la cura. Queremos conocer mejor su físico, las capacidades psicomotrices y las dificultades psicológicas para ofrecer una asistencia mejor. Para hacer esto necesitamos una habitación que las permita poder desarrollar algún ejercicio físico más, una especie de sala de rehabilitación”.
Con su testimonio llevan hacia adelante un mensaje de esperanza en un país dificil en el contexto político (“la situación política ha mejorado notablemente”) y por los contrastes de naturaleza religiosa. Inútil decir que “el nuestro hábito nos permite ser fácilmente reconocidas, no solo por los cristianos, por la cruz que llevamos sobre el pecho y que suscita reacciones diferentes: una sonrisa, un cordial saludo, un rechazo silencioso o la indignación mostrada con algunas agresiones que no hemos considerado graves. Por otra parte debo admitir que los no cristianos de mente abierta cuando entienden nuestro servicio a los más necesitados cambian radicalmente su actitud hacia nosotras”.
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