«Que Dios proteja a la Iglesia italiana del poder, la imagen y el dinero»

«Que Dios proteja a la Iglesia italiana del poder, la imagen y el dinero»

Francisco habla a los católicos italianos durante el Congreso de Florencia. «Sean una Iglesia libre y abierta a los desafíos del presente, nunca a la defensiva por temor de perder algo». Les pide que huyan de las tentaciones del gnosticismo y del pelagianismo que «nos lleva a tener confianza en las estructuras, en las organizaciones, en las planificaciones perfectas porque son abstractas», y a «asumir un estilo de control, de dureza, de normatividad»

Por ANDREA TORNIELLI

ENVIADO A FLORENCIA 

«Que Dios proteja a la Iglesia italiana del poder, la imagen y el dinero».

Es un discurso amplio y programático el que Francisco dirigió a los católicos italianos reunidos e el congreso de Florencia. El Papa pide a la Iglesia que sea humilde, desinteresada, y que viva las beatitudes evangélicas. La invita a huir de las tentaciones del gnosticismo y del pelagianismo. Le pide que ayude a los pobres y que sea capaz de un diálogo sincero con todos para construir juntos el bien común.Qué es el humanismoFrancisco explica que podemos hablar de humanismo solo «a partir de la centralizad de Jesús, descubriendo en Él los rasgos del rostro auténtico del hombre… Jesús es nuestro humanismo». Al ver su rostro, explicó el Papa, vemos «el rostro de un Dios ‘vaciado’, que ha asumido una condición de siervo», semejante al rostro de «muchos de nuestros hermanos humillados, esclavizados, vaciados». Sin abajarnos, «no podremos ver su rostro», y, por lo tanto, «no comprenderemos nada del humanismo cristiano y nuestras palabras serán bellas, cultas, refinadas, pero no serán palabras de fe. Serán palabras que resuenan en el vacío». 

Humilde, desinteresada, beata 

Francisco presentó «por lo menos tres» sentimientos de Jesús, que son el rasgo del nuevo humanismo. El primero es la humildad. «La obsesión de preservar la propia gloria, la propia ‘dignidad’, la propia influencia no debe formar parte de nuestros sentimientos. Debemos proseguir la gloria de Dios, y esta no coincide con la nuestra». Un segundo sentimiento de Jesús es el desinterés, o mejor «l felicidad de quien está al lado. La humanidad del cristiano está siempre en salida. No es narcisista, autoreferencial». «Nuestro deber -añadió- es trabajar para hacer que este mundo sea un lugar mejor y luchar. Nuestra fe es revolucionaria por un impulso que viene del Espíritu Santo». Un tercer sentimiento «de Jesucristo es el de la beatitud. El cristiano es un beato, lleva en sí la alegría del Evangelio. En las beatitudes, el Señor nos indica el camino». Estos sentimientos «dicen que no debemos estar obsesionados por el ‘poder’, incluso cuando este adquiere el rostro de un poder útil y funcional a la imagen social de la Iglesia. Si la Iglesia no asume los sentimientos de Jesús, se desorienta, pierde el sentido. Los sentimientos de Jesús nos dicen que una Iglesia que piensa en sí misma y en los propios intereses sera triste». 

Las tentaciones pelagiana y gnóstica 

El Papa presentó dos tentaciones: «No haré un elenco de tentaciones, como las quince que dije a la Curia…». La primera es la pelagiana, que «impulsa a la Iglesia a no ser humilde, desinteresada ni beata. Y lo hace con la apariencia de un bien. El pelagianismo nos lleva a tener confianza en las estructuras, en las organizaciones, en las planificaciones perfectas porque son abstractas. A menudo nos lleva a asumir un estilo de control, de dureza, de normatividad. La norma da al pelagiano la seguridad de sentirse superior». Francisco explicó que «frente a los males o a los problemas de la Iglesia es inútil buscar soluciones  en conservadurismos o fundamentalismos, en la restauración de conductas y formas superadas que ni siquiera culturalmente tienen capacidad de ser significativas. La doctrina cristiana no es un sistema cerrado incapaz de generar preguntas, dudas, interrogantes, sino que está viva, sabe inquietar y animar. Tiene un rostro no rígido, tiene un cuerpo que se mueve y se desarrolla, tiene carne tierna: se llama Jesucristo». 

Que la Iglesia sea libre

La reformad e la Iglesia «no se agota en el enésimo plan para cambiar las estructuras. Significa, por el contrario, arraigarse en Cristo, dejándose guiar por el Espíritu». La Iglesia italiana debe «dejarse llevar por su soplo potente y por ello, a veces, inquietante. Que sea una Iglesia libre y abierta a los desafíos del presente, nunca a la defensiva por temor de perder algo». La segunda tentación «que debe ser derrotada es la del gnosticismo. Ella lleva a confiar en el razonamiento lógico y claro, pero que perde la ternura de la carne del hermano. La fascinación del gnosticismo es la de una fe encerrad en el subjetivismo».

Pastores, apuesten por lo esencial

Papa Bergoglio pidió a los obispos italianos que sean «pastores, nada más: esta es su alegría. Será la gente, su rebaño, quien los sostenga». «Que nada ni nadie -añadió- les quite la alegría de ser sostenidos por su pueblo. Como pastores, sean no predicadores de complejas doctrinas, sino anunciadores de Cristo, muerto y resucitado por nosotros. Apuesten por lo esencial, por el ‘kerygma’. No hay nada más sólido, profundo y seguro que este anuncio. Pero que sea todo el pueblo de Dios quien anuncie el Evangelio, pueblo y pastores». A toda la Iglesia italiana, Francisco recomendó lo que indicó en la exhortación «Evangelii gaudium»: la inclusión social de los pobres y la capacidad de encuentro y de diálogo para favorecer la amistad social en el país, buscando el bien común. «Los pobres conocen bien los sentimientos de Jesucristo porque, por experiencia, conocen al Cristo que sufre… Que Dios proteja a la Iglesia italiana de cualquier sustituto de poder, de imagen, de dinero. La pobreza evangélica es creativa, acoge, sostiene y es rica de esperanza». El Papa recuerda que «el Señor derramó su sangre no por algunos, ni por pocos ni por muchos, sino por todos».

Diálogo y confrontación

Bergoglio después recomendó «la capacidad de diálogo y de encuentro. Dialogar no es negociar», sino «buscar el bien común para todos. Discutir juntos, pensar en las mejores soluciones para todos». «No debemos tener miedo del diálogo —dijo el Papa—, es más, justamente la confrontación y la crítica son lo que nos ayuda a preservar la transformación de la teología en ideología». Francisco recordó que «la mejor manera para dialogar no es la de hablar y discutir, sino la de hacer algo juntos, construir juntos, hacer proyectos: no solos, entre católicos, sino junto con todos los que tengan buena voluntad».

Llamado a los jóvenes y a la Iglesia inquieta

El Papa llamó a los jóvenes, los invitó a superar la apatía: «Les pido que sean constructores de Italia, que se pongan a la obra por una Italia mejor. No balconeen la vida, sino comprométanse, sumérjanse en el amplio diálogo social y político», y «en donde ese encuentren, no construyan nunca ni muros ni fronteras, sino plazas y hospitales de campo». «Me gusta una Iglesia italiana inquieta, cada vez más cerca de los abandonados, de los olvidados, de los imperfectos. Deseo —continuó el Papa— una Iglesia alegre con el rostro de mamá, que comprende, acompaña, acaricia. Sueñen también ustedes esta Iglesia, crean en ella, innoven con libertad». Al final, la Francisco propuso: «en cada comunidad, en cada parroquia e institución, en cada disecáis y circunscripción, traten de poner en marcha, de manera sinodal, una profundización de la ‘Evangelii gaudium’, para sacar de ella los criterios prácticos y para realizar sus disposiciones».

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