Seis asesinatos unidos por la misma violencia y un destino común en los altares.
Por Alver Metalli
Se van a cumplir treinta años del asesinato de Romero y muchas cosas están anunciando que no será una conmemoración igual que las anteriores. El Salvador prepara la ceremonia de beatificación que estaría por ser anunciada de un momento a otro, probablemente el mismo 24 de marzo. Pero antes de que llegue esa fecha, hay otra que este año adquiere un relieve particular: el comienzo del proceso de beatificación del padre Rutilio Grande. La noticia fue dada por monseñor Vincenzo Paglia, postulador de la causa de Romero, el mismo día que dio a conocer su historia y las características que la distinguen en la sala de prensa del Vaticano, frente a un nutrido público de periodistas. Resultaron muy significativas las palabras que empleó en esa oportunidad: “Es imposible comprender a Romero sin comprender a Rutilio Grande”.
Rutilio Grande García, jesuita y colaborador de Romero cuando era arzobispo, fue asesinado el 12 de marzo de 1977 (tres años antes que Romero) mientras se dirigía a su pueblo para celebrar misa. Junto con él murieron un anciano y un adolescente, acribillados por un grupo de hombres que les tendieron una emboscada ocultándose a ambos lados de la polvorienta carretera que conducía a la casa parroquial de Aguilares, en el pueblo natal del padre Rutilio, El Paisnal. En el libro escrito por un salvadoreño en 1985 hay una descripción de lo que ocurrió en ese momento. “Benito Estrada dio la señal y una lluvia de proyectiles cayó sobre el Safari y sus ocupantes”, dice el historiador jesuita Rodolfo Cardenal. “Al recibir los impactos Tilo perdió el control del vehículo, pues éste se encontró con los cadáveres sangrantes volcado sobre el lado izquierdo con el motor aun encendido y las ruedas girando”, relata en el libro “Historia de una esperanza. Vida de Rutilio Grande”.
Rutilio Grande tenía en aquel momento 48 años y sus acompañantes Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus, 72 y 16 años respectivamente. En el vehículo iban otros dos niños que sobrevivieron y corrieron al pueblo del Paisnal a dar la noticia.
Fue Romero, un Romero consternado, quien presidió el oficio fúnebre. Se suspendieron las misas de toda la arquidiócesis, como protesta contra los crímenes, para concentrar todo en la celebración litúrgica en la catedral. Hubo críticas, pero a la convocatoria acudieron 150 sacerdotes y, según el cálculo periodístico, más de cien mil personas. Ante la inmensa multitud, silenciosa y ordenada, mons. Romero dijo: “En los momentos más importantes de mi vida él estuvo muy cerca de mí y esos gestos nunca se olvidan”. La muerte de Rutilio marcó profundamente los tres años de vida que le quedaban a Romero. Hasta qué punto este asesinato influyó en Romero y en sus pasos posteriores lo sabemos por el testimonio convergente de varios de sus biógrafos, sumado al extraordinario testimonio de su hermano, que presentó el diario salvadoreño El Faro en agosto de 2011 y volvió a ser publicado recientemente (5 de febrero de 2015). Gaspar Romero, el menor de los siete hijos de Santos Romero y Guadalupe Galdámez, recuerda la amistad de su hermano mayor con el padre Rutilio y el presentimiento de Romero de que podía ocurrirle algo. “Él era su amigo. Pero una vez me dijo: este Rutilio se está metiendo en líos, de repente lo van a …”, revela a los periodistas del diario salvadoreño, Roberto Valencia y Mauro Arias, cuando le preguntan si esta confidencia fue anterior al asesinato del sacerdote. “Sí, porque Rutilio tenía, pues, ese movimiento que hasta se tomaban las tierras. ‘Lo van a fregar’, me dijo, ‘y yo ya le aconsejé, pero bueno, él es así’”.
El aniversario del asesinato de Rutilio Grande, 12 de marzo, doce días antes que el de Romero, el 24 de marzo, se relaciona también con otro evento funesto: la masacre de los jesuitas de la Universidad Centroamericana en noviembre de 1989. La conexión se reconoce en los hechos: la muerte de los jesuitas, lo mismo que la de Grande y Romero, fue decidida por sectores de la derecha militar y paramilitar salvadoreña, que en el clima de guerra civil que vivía el país en aquellos años se proponía arrasar la naciente guerrilla. Pero probablemente la historia de los padres jesuitas, unida en vida, también estará conectada en la muerte con la de Romero. Es sabido que el juicio contra los autores está por reabrirse en España. Se espera el resultado del procedimiento de extradición del coronel Orlando Montano, sospechoso de estar involucrado en la matanza. Almudena Bernabeu, abogada española de Valencia y querellante en el juicio, considera que la beatificación de Romero y la reapertura del proceso contra los presuntos responsables de la masacre de los jesuitas de la UCA podrían seguir un curso paralelo en 2015. “Sin entrar en muchos detalles, estamos en las conversaciones finales de cara a que tenga lugar esa extradición, así que estamos en la recta final y preparándonos para una respuesta definitiva por parte de las autoridades estadounidenses. Entonces, el juicio en España se podría realizar al mismo tiempo que se beatifica a monseñor Romero”. Que a su vez se entrelaza con la de Rutilio Grande, cuyo reconocimiento como mártir, afirma Rodolfo Cardenal “vendrá antes que el de los mártires de la UCA. La arquidiócesis de San Salvador ya ha abierto la causa y el postulador trabaja en ella de manera acelerada. Una vez que Rutilio y sus dos compañeros sean reconocidos como mártires, es probable que se inicie el proceso de los mártires de la UCA”.
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