La criatura de hoy: el exilio del Papa

La criatura de hoy: el exilio del Papa

Como noticia extraordinaria debe ponerse, sobre cualquiera, que Francisco, Jorge Bergoglio, el Papa, no volverá a la Argentina

Como noticia extraordinaria debe ponerse, sobre cualquiera, que Francisco, Jorge Bergoglio, el Papa, no volverá a la Argentina. Morirá en Roma.

La nueva, pero no quizás presentida con nervio sutil, emerge del admirable libro de Nelson Castro “La salud de los Papas” sugerido, por el mismo pontífice al médico y periodista. Aceptó la tarea. No hace falta decir que la salud de los papas, influye sobre miles de millones de humanos en muchos aspectos de sus decisiones y actitudes.

Y que el primer argentino entre monarcas religiosos de la iglesia católica y romana, será con seguridad el único. De manera que abrir así sus dolencias y hacerlo de manera tan próxima abre un registro, un tono resueltamente histórico.

Hasta entonces, El Santo Padre se vio, o lo vimos, en asuntos del país. Rosarios y visitas abundantes de personajes discutibles, su juventud peronista en los grupos de derecha, útero quiérase o no del nacimiento de un tiempo en esas divisiones: todos eran violentos, románticos y apasionados, y todos se alimentaban de la misma fuente aunque no lo parecieran. Guardia de Hierro - Europa Central importada o, voltereta, desde Tacuara y el rosismo revisionista hasta el enamoramiento del Che.

Apuraron los años, los días y los hechos se transformaron. Las dictaduras chisporreteaban, azules y colorados, elegantes generales que jugaban -era normal-, incubó a su vez la guerrilla y, encadenada, la gran dictadura grande, la tortura, el terrorismo de arriba, las desapariciones. Desastre. Por entonces, Jorge Bergoglio obedecía, se formaba. El culto, sensible general de los jesuitas seguía su camino y sus luces: tanto Theilard de Chardin, jesuitísimo antropólogo que de manera intelectual aceptaba pongamos a Darwin, como de gran izquierda refinada, o el padre Castellani a derechas, poeta mayor. Era la vida. Bancó y ambicionó. Ya está allí, en Santa Marta, en la cumbre del Cielo y de la Tierra.

Con todo ello, y es mucho, Bergoglio , viajó alguna vez a Roma, imagino. A partir del papado, fumata y Espíritu Santo, le cambió la cara, las comisuras trágicas, el melodrama local. Sonreia poco hasta entonces.

Aceptó la tarea. No hace falta decir que la salud de los papas, influye sobre miles de millones de humanos en muchos aspectos de sus decisiones y actitudes (EFE)

Lo del Papa -”No vuelvo más”- es un exilio al revés. Supo el mundo, comparó, sintió algo más allá de la camiseta de San Lorenzo, Las Cuartetas en la calle Corrientes, la bastardeada Plaza de Mayo y los “curitas” villeros que lo adoran.

Alguien le dijo en un buen programa a Castro, el autor de tanta revelación:

-¿Vos sos creyente, Nelson?

-Soy católico- dijo, y no agregó más.

A lo mejor nunca se le podría preguntar a un Papa, sin un ramillete de palabras detrás. Sería de una audacia abismal, y no fue formulada entre Bergoglio y Castro, por supuesto.

Se trataba de sus neurosis- tal cual- y sus tratamientos. Ansiedad, miedo. Se diría que por definición una neurosis es un trastorno psicológico en la frontera de la psiquiatría con clara conciencia de saberlo pero sin poder evitarlo. Sin dejar de lado su pie plano y renguera consecuente, la muerte -“Sin miedo”-, Jorge Bergoglio supo poco a poco que a la Argentina no volvería: “No extraño nada”.

La distancia enorme que sin dudarlo permite la mirada de un papa, pienso, no pudo estar ajeno al mundo ancho donde estaba la Argentina, y sus no solo maneras de ser sino también manías de ser. Entonces se permitió darse cuenta que estaba resuelto a no pegar la vuelta.

No quiso el regreso a partir de ese momento.

Así se produjo el exilio del Papa.

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