“Dar confianza a quien se equivoca, así se saca lo bueno que tiene”

“Dar confianza a quien se equivoca, así se saca lo bueno que tiene”

Papa Francisco durante el Ángelus pidió aprender de Jesús, que «va más allá de los pecados y de los prejuicios», y ve el bien que hay dentro de cada persona. El abrazo para las víctimas del terremoto en Italia.

DOMENICO AGASSO JR.CIUDAD DEL VATICANO

«La mirada de Jesús va más allá de los pecados y los prejuicios; ve a la persona con los ojos de Dios, que no se detiene en el mal pasado, sino entre ve el bien futuro; no se resigna a las cerrazones, sino abre nuevos espacios de vida; no se detiene en las apariencias, sino mira el corazón». Esto, indicó Papa Francisco durante el Ángelus de hoy, 30 de octubre de 2016, es importante y debemos aprenderlo. Hay que dar confianza a las personas, incluso a las que se equivocan, porque así surge lo bueno que tienen en su interior. El Papa comentó la narración evangélica en la que Jesús entra a la casa del pecador Zaqueo. El Obispo de Roma también mandó un abrazo a las víctimas del terremoto de hoy por la mañana que sacudió nuevamente la Italia central. 

 

Desde la ventana del Palacio Apostólico, el Pontífice retomó el Evangelio del día que «nos presenta un hecho sucedido en Jericó. Allí vivía Zaqueo, el jefe de los publicanos, es decir, de los cobradores de impuestos. Zaqueo era un rico – afirmó el Pontífice – colaborador de los odiados dominadores romanos, un explotador de su pueblo. Él también quería ver a Jesús, pero su condición de público pecador no le permitía acercarse al Maestro; además, era pequeño de estatura; por esto se sube a un árbol, un sicomoro, a lo largo de la calle donde Jesús debía pasar».  

 

Cuando Jesús llega cerca a aquel árbol, levanta la mirada y le dice: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». «¡Podemos imaginar la sorpresa de Zaqueo!», exclamó el Papa. 

 

Sabemos que el deber supremo de Jesús, dijo el Obispo de Roma, es realizar el designio del Padre sobre la humanidad, que se cumple en Jerusalén con su condena a muerte, la crucifixión y, al tercer día, la resurrección. Es el designio de salvación de la misericordia del Padre. Y en este designio está también la salvación de Zaqueo, un hombre deshonesto y despreciado por todos, y por ello necesitado de conversión. 

 

De hecho, el Evangelio dice que cuando Jesús lo llamó, “todos murmuraban: «Entró a la casa de un pecador»”. La gente, efectivamente, reconocía en él a un estafador, que se había enriquecido aprovechándose del prójimo». Y, si Jesús hubiera dicho: «“¡Baja, tú, explotador, traidor del pueblo! Ven a hablar conmigo para ajustar las cuentas!”. Seguramente el pueblo habría aplaudido. Pero comenzaron a murmurar: “Jesús va a su casa, a casa del pecador, del explotador”». Pero Cristo, «guiado por la misericordia, lo buscaba justo a él. Y cuando entró a la casa de Zaqueo dijo: “Hoy para esta casa vino la salvación, porque también él es hijo de Abraham. El Hijo del hombre, de hecho, vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”». 

 

«La mirada de Jesús – precisó el Papa – va más allá de los pecados y los prejuicios; ve a la persona con los ojos de Dios, que no se detiene en el mal pasado, sino entre ve el bien futuro; no se resigna a las cerrazones, sino abre nuevos espacios de vida; no se detiene en las apariencias, sino mira el corazón. A veces nosotros buscamos corregir y convertir a un pecador llamándole la atención, sacándole en cara sus errores y su comportamiento injusto», señaló el Pontífice.  

 

En cambio, «la actitud de Jesús con Zaqueo nos indica otro camino –dijo Papa Francisco–, el de mostrar a quien se equivoca su valor, aquel valor que Dios continúa a ver no obstante todo. Esto puede provocar una sorpresa positiva, que enternece el corazón e impulsa a la persona a sacar fuera lo bueno que tiene en sí».  

El Pontífice después invocó a la «Virgen María», para que «nos ayude a ver lo bueno que hay en las personas que encontramos cada día, para que todos nos animemos a hacer que surja la imagen de Dios impresa en sus corazones. Así –recordó– hace nuestro Dios, así hace Jesús y no existe una persona que no tenga algo bueno, y Dios lo saca». De esta manera «¡podemos alegrarnos por las sorpresas de la misericordia de Dios!». 

 

Después del Ángelus, Francisco recordó que «ayer, en Madrid, fueron beatificados José Antón Gómez, Antolín Pablos Villanueva, Juan Rafael Mariano Alcocer Martínez y Luis Vidaurrázaga Gonzáles, mártires, asesinados en España en el siglo pasado, durante la persecución contra la Iglesia. Eran sacerdotes benedictinos. Alabamos al Señor y confiamos a su intercesión a nuestros hermanos y hermanas que, por desgracia, aún hoy, en diversas partes del mundo, son perseguidos por su fe en Cristo». 

 

Y expresó su cercanía «a las poblaciones de Italia Central afectadas por el terremoto. También esta mañana hubo un fuerte movimiento. Rezo por los heridos y por las familias que han sufrido daños mayores, así como por el personal comprometido en el rescate y la asistencia. Que el Señor resucitado les dé la fuerza y que la Virgen los custodie». 

 

Para concluir, deseó a todos «un buen domingo (¡hay un lindo sol!) y una buena fiesta de Todos los Santos. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto». 

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