Concilio Vaticano II, ecumenismo y diálogo interreligioso

Roberto Catalano, del centro para el diálogo interreligioso de los Focolares, después de haber participado en un congreso en Washington en el que se celebraron los 50 años de la conclusión del Concilio, reflexiona sobre el evento que cambió el rostro de la iglesia católica.

«Hace cincuenta años yo era chico y jamás hubiera imaginado poder vivir una aventura tan fascinante como la del diálogo, en el camino abierto por Nostra Aetate [el documento conciliar profético que marcó la apertura de la Iglesia hacia un diálogo constructivo y positivo con las distintas tradiciones religiosas del mundo].Mirando hacia atrás, no puedo hacer otra cosa que agradecer a Dios, pero también a decenas de personas que he encontrado por este camino, un camino que jamás hubiera imaginado recorrer. Empezando por mi familia, en la que aprendí que dialogar es siempre mejor que chocar, con los compañeros de universidad en la protesta de los años setenta, con los jóvenes de los movimientos católicos en los que crecí, con el mundo del trabajo en el que me injerté a los veinte años y, luego, con personas de Asia, América, África y de varias partes del mundo, incluidas Nueva Zelandia y Australia. Una riqueza inmensa, a lo largo de un camino que en 1965 el mundo ni siquiera podía imaginar ».

Es un recuerdo personal, al margen del congreso que celebró los cincuenta años de la conclusión del Concilio Vaticano II (Georgetown, Washington, 22-24 de mayo), organizado por Ecclesiological Investigation, un grupo de teólogos que se reúnen una vez al año y debaten sobre un argumento específico. Este año, el tema elegido fue Vatican II, Remembering the future. No faltaron exponentes procedentes de Roma, entre los cuales el Card. Kasper y el Card. Tauran.

«La conferencia era de alto nivel – prosigue Roberto Catalano. Hubo intervenciones en plenaria, pero también sesiones simultáneas de gran valor teológico y cultural. Gran apertura humana e intelectual, deseos de ahondar en un evento como el Concilio, desde varios puntos de vista: geográfico sin duda, pero sobre todo en su perspectiva y contenidos. Hubo intervenciones que trataban de contextualizar lo que sucedió y por qué sucedió, entre 1962 y 1965. Otros analizaron el aspecto histórico que llevó a la realización del evento conciliar. Pero fueron importantes también las lecturas de lo que pasó después y de cómo estos cincuenta años no hayan sido suficientes para su aplicación en la práctica. Las opiniones se alternaban en un clima de gran escucha, interés y apertura intelectual y espiritual».

«Aún en medio de distintas posiciones, el Concilio, a medio siglo de su conclusión, emergió de estos días de estudio como un evento que cambió la Iglesia y la humanidad. Impresiona sobre todo la dimensión profética que caracterizó de manera especial los documentos que fueron promulgados al finalizar la cumbre conciliar». Y es precisamente en esta dimensión de la profecía, que se centró también su intervención, sobre el rol de algunos movimientos, como los Focolares y San Egidio, en la actualización de Nostra Aetate. Diálogo como deber, diálogo como cultura del encuentro, diálogo como peregrinación y diálogo como pensamiento abierto y empático, éstos son algunos de los puntos desarrollados por Catalano.

Una de las sesiones del congreso se dedicó por completo al ecumenismo y a lo que el Concilio significó en este aspecto. Hubo intervenciones de católicos, luteranos, presbiterianos, ortodoxos y episcopalianos: «No faltaron las sombras por citas fallidas y por obstáculos que aún permanecen para lograr una verdadera comunión entre las varias Iglesias. Pero la intervención más significativa, subrayada por un largo y estrepitoso aplausos en la National Cathedral (episcopaliana), fue la del cardenal Walter Kasper quien, después de un análisis magistral de la historia y de los aspectos teológicos de la cuestión ecuménica, concluyó con su optimismo, pragmático pero visionario: “Unity perhaps has already started!” [tal vez ya empezó la unidad]».

«Nos damos cuenta – concluye – que en estos 50 años se han dado enormes pasos hacia adelante y que la unidad jamás será un ‘regreso’ o una unificación, sino una ‘comunión’».

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