A pesar de las restricciones, el cristianismo en el continente asiático sigue aumentando y se calcula que en el año 2050 China podría convertirse en el país con mayor número de cristianos. Como sea, el gobierno chino lleva arrancadas unas 1200 cruces.
Tras la exitosa intervención del Papa en las negociaciones entre Cuba y Estados Unidos, el otro gran reto de la diplomacia vaticana es China. O lo que es lo mismo, que la mayor potencia comunista del mundo deje a la Iglesia católica trabajar de forma autónoma.Y es que a pesar de las restricciones, el cristianismo en el continente asiático sigue aumentando y se calcula que en el año 2050 China podría convertirse en el país con mayor número de cristianos.
Eso no significa que sus autoridades quieran contar con el Vaticano. Pekín impone que los católicos chinos no dependan de la autoridad del Papa, y nombren de esta manera a sus propios obispos con total autonomía, ya que el Gobierno pretende poder controlar desde el propio país asiático todas las instituciones. Pero lo cierto es que con las últimas medidas lo que realmente pretende el Gobierno es la de impedir una posible revolución cultural o incluso de una hipotética caída del sistema comunista como ya sucedió en Europa del Este.
Por un lado, muchos de los valores del cristianismo son bien vistos por el Partido Comunista de China. Los creyentes tienden a actitudes más cívicas —son más proclives a evitar la corrupción— y sus organizaciones cubren una serie de servicios sociales que alcanzan donde el Estado no llega.
Pero, por otro lado, si bien es cierto que la mayoría de los cristianos chinos no se inmiscuyen en política, también lo es que un número significativo de los activistas más destacados mantienen, algún vínculo con el cristianismo, bien sea como creyentes o por contactos con círculos de fieles. Es el caso del fundador del movimiento anticorrupción y protransparencia Nuevo Ciudadano, Xu Zhiyong, encarcelado, o del abogado pro derechos humanos Gao Zhisheng, recientemente puesto en libertad.
Varios líderes de la comunidad cristiana china se han manifestado en los últimos días protestar contra la campaña dirigida a arrancar las cruces que lucen en el exterior de las iglesias de la ciudad de Zhejiang,hogar de residencia para la comunidad cristiana más grande de China (unos 300.000 católicos y un millón de protestantes) en lo que parece ser un nuevo intento por amedrentar a los cristianos del país asiático. Muchos se quejan de que antes, decenas de cruces rojas coronaban las torres de las iglesias de la zona, pero que desde que la campaña gubernamental comenzó a finales de 2013, más de 1.200 han sido erradicadas y, en algunos casos, las iglesias destruidas.
Diversos dirigentes de la iglesia católica enviaron una carta abierta lamentándose por estas acciones, a las que calificaban de “acto diabólico” que “causa un gran resentimiento y rabia entre nuestros creyentes”. Según los firmantes, “quitar cruces es lo mismo que destrozar la fe y destruir el amor y la indulgencia”.
Por su parte, las autoridades insisten en que su ofensiva va dirigida contra las construcciones ilegales, no contra la religión. Pese a que se había registrado un descenso en el número de acciones contra estas estructuras, en los meses recientes ha habido un repunte en ciudades como Wenzhou, Hangzhou y Lishui.
Ante esto varios pastores protestantes han animado a sus fieles a oponerse de manera pacífica a estos actos colocando cruces de madera hechas a mano en sus casas o sus coches. Una persona residente en Wenzhou ha colgado fotos en la plataforma Weibo en las que se ve a diferentes personas fabricandocruces de madera y pintándolas de rojo en lo que parece ser un pequeño taller. A su lado, un mensaje que decía “Dejad que las cruces arraiguen en los corazones de todo el mundo”.
“Cada vez que quiten una cruz, pondremos más”, declaró el líder de la iglesia de Zhejiang. “Estamos considerando el fabricar banderas y ropa con dibujos de cruces. Haremos que la cruz florezca por toda China”.
El conflicto ha traspasado las fronteras del país asiático y ha provocado una condena internacional, con activistas que demandan a Barack Obama que saque el tema a colación cuando se reúna con el presidente chino Xi Jinping en la cita que tienen prevista mantener en Estados Unidos en el mes de septiembre.
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