El cardenal Müller teme que San Pedro se parezca “cada vez más a un museo”

El cardenal Müller teme que San Pedro se parezca “cada vez más a un museo”

La prohibición de las misas individuales ya es una realidad y por primera vez en mucho tiempo reina, entre las misas oficiales, el silencio en la basílica mayor de la cristiandad. El exprefecto para la Doctrina de la Fe, cardenal Gerhard Müller, teme que San Pedro se parezca cada vez más a un museo.

 

Desde ayer, en la basílica que constituye el centro geográfico del mundo católico, San Pedro de Roma, los sacerdotes solo pueden concelebrar Misas en la Capilla del Coro y en el Altar de la Cátedra entre las 7 y las 9:30 de la mañana, poniendo fin a la vieja costumbre de permitir a sacerdotes particulares celebrar libremente su Misa diaria en los numerosos altares de la basílica. Uno de los objetivos de esta prohibición es la Misa en la llamada ‘forma extraordinaria’ que, de esta manera, dejará de celebrarse en absoluto en San Pedro, y buscará refugio en la Capilla Clementina, en las ‘grutas vaticanas’ bajo la basílica, con celebraciones que no deberán durar más de media hora y estar presididas por sacerdotes “autorizados”.

La insólita directiva, que parte de la Secretaría de Estado y no, como hubiera sido natural, del arciprestazgo de la basílica, ha provocado un considerable revuelo en el ‘komentariat’ católico, el malestar de unos y el alborozo de otros, que el vaticanista Edward Pentin describe en el National Catholic Register estadounidense.

Los primeros afectados son sacerdotes que trabajan en los diversos dicasterios y prefecturas vaticanos y que acostumbraban a decir sus Misas en los altares menores de la basílica y que, al decir del Register, han mostrado su malestar negándose a participar en su mayoría en las Misas concelebradas.

La razón esgrimida por el sustituto de la Secretaría de Estado, arzobispo Edgar Peña Parra, para este nuevo régimen impuesto sin consulta ni previo aviso es asegurar en San Pedro “una atmósfera de recogimiento y decoro litúrgico”. Desde ahora, los sacerdotes que antes celebraban Misa en los altares laterales podrán unirse a la concelebración de la Misa única en su horario estipulado.

El primer prelado en reaccionar contra esta directiva fue el cardenal norteamericano Raymond Burke, en una contundente nota de la que ya hemos tratado en estas páginas. Pero no es, desde luego, el único, y tampoco la perplejidad se limita al alto clero.

La desaparición de las Misas en latín en lo que no deja de ser el centro de la catolicidad significa, en la práctica, que el italiano se ha convertido de hecho en el idioma oficial de la Iglesia. En efecto, si la institución de la Misa en vernáculo tras la reforma litúrgica del Vaticano II pretendía hacer comprensible la celebración al fiel corriente y facilitar su participación, en este caso tal finalidad carece de sentido e incluso da lugar a una situación incongruente, cuando los grupos de peregrinos polacos, peruanos, húngaros o irlandeses pasen de un idioma quizá desconocido pero familiar para muchos y común a todos, el latín, por otro igualmente desconocido pero exclusivo de un Estado nacional.

Gerhard Müller, cardenal exprefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, también hizo público su resquemor ante la súbita reforma en el programa The World Over de la cadena de televisión católica norteamericana EWTN. Según el cardenal alemán, la Secretaría de Estado no tiene ni la competencia jurídica ni la teológica para tomar esta decisión, añadiendo en declaraciones al Register que tendrá el efecto de hacer del clero vaticano algo más parecido a unos funcionarios que a sacerdotes.

La nueva norma -”despiadada, autoritaria, impuesta sin consulta o sinodalidad”- representa para Müller una “concepción secularizada” de la Santa Misa como espectáculo religioso, ignora “la tradición espiritual católica del sacerdocio de celebrar la Misa a diario,” y es una prueba más de la creciente “autosecularización de la Iglesia”. Para el cardenal es “absolutamente obvio” que este documento es obra de agentes anónimos que desconocen por completo la teología católica.

Müller refutó la excusa de Peña Parra y añadió que ofrece un ejemplo penoso a toda la Iglesia porque “la Santa Iglesia Romana es Mater et Magistra, para toda la Iglesia, y debe dar el mejor ejemplo de liturgia romana”. El cardenal expresó, por lo demás, su temor de que la directiva haga de la basílica algo “cada vez más parecido a un museo”.

 

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