Camboya; los treinta y cinco mártires de Pol Pot

Camboya; los treinta y cinco mártires de Pol Pot

Gracias al impulso de Papa Francisco, la Iglesia local abre la fase diocesana del proceso de beatificación. Historias de sacerdotes, laicos, mujeres, catequistas asesinados o abandonados a su destino en los khmer rojos

Por PAOLO AFFATATO

ROMA

Era el 17 de abril de 1975 cuando los khmer rojos de Pol Pot entraron a Phom Penh, instaurando uno de los regímenes totalitarios más violentos en la historia de la humanidad, que asesinó a dos millones de personas y, en su ciego furor ideológico, destrozó todas las instituciones sociales, culturales y religiosas. Cuarenta años después, la Iglesia católica camboyana reconoce y celebra a sus mártires, poniendo en marcha la fase diocesana del proceso de beatificación para 35 personas (obispos, sacerdotes, laicos, mujeres y catequistas). Y fue fundamental el apoyo decisivo de Papa Francisco. 

La Iglesia camboyana (35 mil personas en un país de 15 millones de habitantes) es una Iglesia todavía joven, pues no cuenta con diócesis instituidas sino con un vicariato apostólico en Phnom Penh y dos prefecturas apostólicas, las de Battambang y de Kompong-Chan.

La comunidad católica durante los años oscuros del régimen no sufrió una «persecución» específica, pero compartió la suerte de todo el pueblo camboyano. Alrededor de dos millones de personas fueron asesinadas o perdieron la vida en los campos de prisioneris. Entre 1975 y 1979, la represión de Pol Pot (recuerdan los historiadores) llegó a todo lo que amenazaba la constitución de una “nueva Camboya”, que habría debido tener su fundamento en una sociedad agraria, autosuficiente y sin influencias extranjeras. Miles de personas fueron deportadas a granjas comunitarias, mientras desaparecieron escuelas, bancos y hospitales. Se abolió cualquier tipo de religiosidad y de cultura, fueron ajusticiados los militares del régimen anterior, los funcionarios estatales, los intelectuales y los profesionistas, los bonzos y los cristianos, indígenas o extranjeros.

Algunos de ellos, a pesar de poder volver a sus países de origen, decidieron permanecer voluntariamente, como el misionero francés Pierre Rapin, que en 1972 decidió que no abandonaría el país. Poco tiempo después fue asesinado. Lo mismo sucedió con el obispo camboyano Joseph Chhmar Salas, líder del grupo de los mártires de la nueva causa.

En 1975, Salas se encontraba en Francia estudiando y fue llamado por el entonces obispo de Phnom Penh, el francés Yves Ramousse. La situación era dramática: estaban por hacer su ingreso trinfal los khmer rojos a Phnom Penh y se temía la expulsión inmediata de los extranjeros, por lo que era necesario nombrar lo antes posible a un obispo camboyano, para que la Iglesia no se quedara sin pastores. Salas volvió y fue ordenado obispo tres días antes de que las milicias de Pol Pot tomaran la capital.

Su destino estaba decidido: fue deportado con unos pocos cristianos y familiares, fue privado de todo y abandonado en una pagoda en donde celebró sus últimas misas en secreto. Milagrosamente,la cruz pectoral del obispo Salas, conservada por la madre en un gallinero, después fue entregada al obispo Emile Detombes y, posteriormente, habría llegado a su sucesor, Olivier Schmitthaeusler, quien todavía la usa.

Justamente el obispo Schmitthaeusler, de la Congregación de las Misiones Extranjeras de París (varios de sus miembros fueron asesinados durante los años del régimen), presidió la celebración de la memoria de los mártires, a principios de mayo en Tangkok. Es un momento que se lleva a cabo cada año, pero en esta ocasión estuvo acompañado por la solemne apertura del proceso diocesano de beatificación de los 35 mártires, que perdieron la vida entre 1970 y 1977, nativos, vietnamitas y franceses. 

Desde hace tiempo había comenzado la recopilación de la información sobre estos cristianos. Basta recordar la preciosa obra “Cristo en el Mekong” del misionero francés Francois Ponchaud, máximo experto y testigo de la historia camboyana, o el texto “El Evangelio en el arrozal. Cartas desde Camboya”, del misionero del Pime Mario Ghezzi, actualmente pro-vicario en Phnom Penh.

El impulso decisivo para la apertura de la causa de beatificación llegó el verano pasado, en ocasión del viaje del Papa a Corea del Sur. Durante el encuentro con los jóvenes asiáticos, un joven camboyano y después el mismo vicario de Phnom Penh hablaron con el Papa sobre estos mártires y Francisco se interesó aún más por ellos, confirmando su apoyo con una carta al obispo Schmitthaeusler.

«La apertura del proceso tiene principalmente un valor espiritual», recordó a la agencia Fides Gustavo Benítez, director nacional de las Pontificias Obras Misioneras en Camboya y Laos. «La Iglesia en Camboya, anulada en los hombres y en las estructuras, ha vuelto a vivir. Durante los años bajo Pol Pot, pocos cristianos valientes mantuvieron encendida la llama de la fe. La gracia de Dios también actuó durante esos trágicos años. Y, sobre la sangre de estos mártires, la Iglesia ahora renace».

Lo demuestra el hecho de que, si antes de 1975 los cristianos en Camboya eran principalmente vietnamitas o camboyanos descendientes de portugueses, hoy hay más de 200 bautismos de adultos al año.

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