De San Pedro a Loreto, son más de 40 millones los peregrinos que viajan. Pero solamente el 3% reserva un hotel: los demás se van el mismo día
Por ELISABETTA FAGNOLA
Dino Bozonelos, investigador de la California State University de San Marcos, se prugna por qué más de 10 mil turistas al año van a visitar el monasterio greco-ortodoxo de San Antonio en Arizona: «Está en medio del desierto, pero es el segundo lugar más visitado de Arizona, después del Gran Cañón. No solo por fieles, sino por turistas de todo el mundo, fascinados por la espiritualidad del lugar». Es una manera para explicar cómo cambia el turismo religioso, que cada año, según los últimos datos de los que dispone la Organización Mundial para el Comercio (WTO), mueve a más de 300 millones de personas, con un total de 18 mil millones de dólares al año de ganancias en todo el mundo.
Lo que es seguro es que puede definirse como el turismo más antiguo del mundo, y también el más complejo a la hora de estudiarlo y medirlo: en el informe de la WTO de 2016, de 1186 millones de viajeros, alrededor del 27% se puso en marcha por motivos religiosos o culturales. «Pero es difícil separar estos dos aspectos», explicó Mara Manette, directora del Ciset, Centro Internacional de Estudios sobre la Economía del Turismo de Cà Foscari, ente que en 2016 creó un informe con los últimos datos disponibles: en Italia, el turismo religioso mueve al año a 40 millones de personas, teniendo en cuenta a los peregrinos, los que van de vacaciones y las excursiones de un día. Un número enorme, que se reduce mucho si se considera la cantidad de los que pasan por lo menos una noche en el lugar al que viajan. Solamente 1,3 millones de viajes, el 3% del total, prevé reservaciones, por un gasto en conjunto de alrededor de 2 mil quinientos millones de euros. «Muchos no entran en la estadística porque eligen soluciones diferentes, como las eclesiásticas —precisó la investigadora. Muchas son excursiones de un día, pero seguramente hay un margen para interceptar mejor el flujo turístico».
Pero el negocio en su conjunto parece mucho más amplio: según un análisis de la Coldiretti italiana, en 2014, y gracias a la canonización de dos Papas, la cifra alcanzó los 5 mil millones de dólares. Una tendencia que aumenta, añadió Manente: «Si en promedio durante los últimos años el turismo cultural aumenta 4%, podemos imaginar que el turismo religioso va al mismo paso». Sobre todo porque ese turismo tiene muchos rostros: grandes peregrinajes a las ciudades sacras, visitas a los santuarios catedrales, pequeñas excursiones y nuevos caminos que en los que se entretejen la religión, la historia, la cultura y la gastronomía.
Un fenómeno económico y social que interesa al mundo académico, pues se ocupan de él más de 60 investigadores, que, desde los Estados Unidos, Arabia Saudita, España o Australia, se reunieron en Armeno, en el Lago d’orto (Italia), para participar en la IX conferencia internacional sobre el turismo religioso. Dentro de poco nacerá también el primer «Institute of religious tourism and pilgrimage». «Hoy el peregrinaje es una manera par a descubrir las raíces de la fe, pero también para sumergirse en la naturaleza, en la historia de los lugares o para descubrir una identidad —explican Stefania Cerutti y Elisa Piva, investigadoras de la Universidad del Piamonte Oriental, que organizó el evento. Podríamos definirlo como turismo espiritual: analizarlo es nuestra tarea».
Pero, ¿cuáles son los lugares visitados? ¿Cuáles son los motivos? «Los datos están mal estimados, porque además de las grandes metas, La Meca, Santiago de Compostela, Roma, Jerusalén, o de los grandes peregrinajes de la religión hinduísta, el sector local crece mucho. Peregrinos que no son necesariamente observantes, y que más que otra cosa buscan la dimensión espiritual del viaje», dicen Razaq Raj de la Leeds Beckett University y Kevin Griffin del Dublin Institute of Technology. No tienen ninguna duda: «Después del boom económico ha habido un crescendo de peregrinos, hasta 3 millones para la Hajj en La Mecca, 80-100 millones en 2013 en Allahabad para la Kumbh Mela, el gran peregrinaje hindú —añadió Raj. El terrorismo no ha influido mucho: en el mundo musulmán ha llevado a un mayor interés por los propios orígenes. En el Reino Unido, por ejemplo, hay cada vez más personas que visitan los lugares sacros de otras religiones, impulsadas por el deseo de conocerlas».
Las grandes metas del turismo religioso conservan su fuerza: el santuario de la Virgen de Guadalupe en México recibe a 10 millones de fieles cada año; Medjugorje, según el Ciset, en los últimos 10 años ha visto un aumento del 55% de peregrinos, con 2 millones al año. Y el turismo en la Tierra Santa en abril marcó un récord: «Es el mayor dato desde 1948 —dice Maria Leppakari, que dirige el Swedish Theological Institute de Jerusalén. En abril hubo 349 mil ingresos, es decir 38% más con respecto a abril de 2016».
Después está el inmenso pueblo de peregrinos que eligen recorridos de devoción o espirituales: en 2016 el Camino de Santiago de Compostela vio pasar a 278 mil personas (10.000 más que en 2015) y otras 40 mil pasaron por la vía Francígena. También se vive de manera diferente el peregrinar gracias a las nuevas tecnologías: «Incluso el el Hajj, el gran peregrinaje hacia La Meca, se ha vuelto tecnológico —dice Jahanzeeb Qurashi de la Universidad de Birmingham. Hay apps que ayudan a orientarse o con las que se pueden descargar contenidos». En el monasterio benedictino de Montserrat, Cataluña, «los monjes cuentan con blogs y perfiles en las redes sociales. El director del museo tiene 7 mil seguidores en Twitter —explican Silvia Aulet y Lluìs Prats de la Universidad de Girona. También todo esto es útil para que les conozcan».
Lo que hay alrededor de un viaje espiritual es difícil de cuantificar: desde los hoteles y hostales, desde el senderismo hasta los mapas. Todo es patrimonio importante para territorios pequeños, en donde se van multiplicando los recorridos. «Entre los más visitados en Italia, además de la Francígena —sostiene Luca Bruschi de la Asociación Europea de las vías francígenas— está el camino de San Benito que lleva desde Norcia hasta Subiaco, con 4 mil turistas cada año. Después están la Vía de los Dioses entre Bolonia y Florencia, el camino de San Francisco, entre Emilia y Umbria. Si se considera que en promedio cada peregrino gasta entre 30 y 60 euros al día, la cuenta de las ganancias es simple. Se está generando una economía importante alrededor de recorridos que sí, tienen una base religiosa, pero que a menudo son elegidos para volver a descubrir el placer de caminar y de encontrarse a sí mismos».
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