El Ayuntamiento de Barcelona prepara un plan municipal contra la islamofobia que prevé presentar en diciembre y que tratará de contrarrestar la discriminación cotidiana de los barceloneses musulmanes, “agravada” por los recientes ataques terroristas en Europa.
El punto de partida es un diagnóstico de la situación actual, que se presenta informalmente este miércoles en la librería Espai Contrabandos del Raval.
La cuarta tenencia del alcadía, que dirige Jaume Asens, ha encargado el estudio a tres antropólogos especializados para disponer de una “foto fija” de los obstáculos que manifiestan padecer las tres generaciones de vecinos de credo islámico que viven, estudian y/o trabajan en la capital catalana, informó La Vanguardia.
Tras la identificación de las áreas de mayor conflicto y exclusión, el consistorio empezará a diseñar medidas concretas en ámbitos como la educación, los centros de culto o los discursos de incitación al odio, que prevé consensuar con la oposición y entidades antirracistas y antifascistas.
Sería una de las primeras medidas concretas del programa marco Barcelona Ciutat de Drets, presentado este julio. Dos de las principales conclusiones del estudio son la precariedad crónica de los centros de culto y la falta de directrices claras para los centros de educación en aspectos de convivencia como los menús halal o el atuendo, en especial el uso del pañuelo o hijab entre las alumnas.
“Los oratorios continúan marcados por una precariedad y falta de medios que resta dignidad al culto y condena con frecuencia a una cierta clandestinidad a los feligreses”, lamentan los autores.
Proponen al consistorio que refuerce su apoyo a la Oficina d’Afers Religiosos, creada en 2004, y que refuerce también las ayudas a las reformas arquitectónicas de los oratorios que emprendan las comunidades, mediante “un protocolo de actuación transparente” que permita discernir “qué demandas merecen ser apoyadas y cuáles no”.
Celebran que la cesión de equipamientos públicos, normalmente en régimen de alquiler, para la celebración de festividades o plegarias colectivas se ha normalizado y “más allá de los recelos iniciales, los responsables de los espacios se han habituado”. En cuanto a las escuelas, tildan de “decepcionante” la “indefinición” del Consorci d’Educació de Barcelona –que forman ayuntamiento y Generalitat– “ante las demandas efectuadas desde las propias comunidades”, unas “inquietudes que son vividas como una fuente de angustia importante para las familias musulmanas”.
Sin negar el dilema entre la “función igualadora” de la escuela pública y la presencia de los símbolos religiosos en el aula, recomienda priorizar el derecho a la educación de todo menor y en consecuencia “garantizar la asistencia del alumno” a las actividades curriculares pactando si es necesario caso por caso “las alternativas de presentación pública del cuerpo –hiyab, burkini, etc– que el afectado y la familia consideren adecuados o correctos”. Dudan, en cambio, de la conveniencia de impartir una asignatura sobre Islam y piden que, de hacerse, se ofreciera de forma experimental sólo en escuelas que lo pidieran explícitamente.
Advierten, además, que sustituir estos contenidos por unas eventuales clases de lengua árabe “es un eufemismo que tiende a confundir a la comunidad educativa y tampoco responde a las demandas de las familias”.
La comisionada de Inmigración, Lola López, justifica la necesidad de un plan contra la islamofobia en que “uno de los mayores ejes de discriminación actualmente en Barcelona es que una persona sea musulmana o sea percibida como musulmana aún sin serlo”.
“Así como hace un siglo el antiseminismo era claramente el principal eje de discriminación en Europa, ahora lo es la islamofobia”, razona. Los atentados terroristas de este verano “aumentan la islamofobia”, apunta, “porque el DAESH o mal llamado Estado Islámico es el principal actor islamófobo del mundo, tanto en la generación de odio hacia los musulmanes como directamente en el asesinato de ciudadanos musulmanes”.
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