Antoniazzi: el EI atrae a los tunecinos con dinero, no con el islam

Antoniazzi: el EI atrae a los tunecinos con dinero, no con el islam

El arzobispo de Túnez habla sobre la situación de un país que vive un momento de grandes transformaciones y sobre el papel de una Iglesia minoritaria pero entusiasta.

LUCA ATTANASIO

«Desde el momento de mi nombramiento, me he sentido en profunda sintonía con este pueblo y he vuelto a encontrar un deseo de renacimiento que, en cierto sentido, me acerca mucho más a los tunecinos en este preciso momento histórico». El arzobispo de Túnez, monseñor Antoniazzi, que llegó a guiar un pequeño pueblo de católicos en 2013, momento de gran inestabilidad política y de tendencias terroristas, no parece estar preocupado. Al contrario, comunica a su interlocutor el entusiasmo de la nueva misión y el deseo de sumergirse completamente en el nuevo contexto para volverse parte de él y apoyarlo. «Cuando intervengo en público, siempre hablo en árabe y veo que la gente entiende mi voluntad de compartir, de ponerme al lado. Y recibo mucho afecto y hospitalidad; raramente me he encontrado con un pueblo tan acogedor, tan curioso».

A los 14 años sintió un impulso irrefrenable de dirigirse a Jerusalén para hacerse cura. Y fue allí donde fue ordenado y en donde vivió durante 40 años, cubriendo varios puestos y penetrando profundamente en el contexto del Medio Oriente. Ahora vive en el centro de Magreb, en el país que comenzaron las Primaveras árabes y que ahora, con grandes esfuerzos, trata de encontrar una dimensión política. Desde su oficina, al lado de la catedral en la Avenida Bourghiba, la calle principal de Túnez (que fue el escenario de la revolución de los Jazmines) acepta ofrecernos su visión sobre los eventos y explicarnos el papel de la Iglesia en este país.

«Nunca me había ocupado del África del Norte, metido como estaba en el mundo del Medio Oriente. Quise comprender, encontrar, conocer el país y hablar con la gente. He visto un pueblo acogedor pero perdido. Después de muchos años de dictadura, es difícil cambiar y adaptarse a la democracia, el proceso es largo y tortuoso. La democracia no se importa con la fuerza, vean lo que está sucediendo en Libia. Hay que sostener este frágil proceso, es el signo de una esperanza para toda la zona y para el mundo».

Después de la revolución, Túnez ha vivido años de fuerte inestabilidad, durante los cuales cierto fundamentalismo islámico ha tratado de conquistar cada vez más poder. ¿Qué le parece la situación actual, después de la toma de posesión del nuevo gobierno de unidad nacional?

Yo admiro el proceso político de este país. Para empezar, es uno de los pocos en los que el derramamiento de sangre y la violencia se han reducido al mínimo. También está demostrando mucha valentía. En el periodo anterior a las elecciones de 2014, muchos europeos se escaparon atemorizados por la posible victoria de Ennhada (el partido islámico apoyado también por sectores extremistas, ndr.). En realidad ganó Béji Caïd Essebsi, líder de Nidaa Tounes, el partido laico liberal, y el mismo Ennahda ha dado muestras de gran apertura y flexibilidad (en un congreso histórico afirmó la liberación del islam político, ndr.). Ahora la situación está en calma. Pero lo que falta es la serenidad, que solo una perspectiva futura puede dar».

Entre los motivos de preocupación está el hecho de que Túnez es el primer país del mundo que exporta «foreign fighters», más de 3000. ¿Qué le parece este fenómeno y cuáles temores suscita?

El namero de jóvenes tunecinos que se han sumado al terrorismo y se han mudado a Siria o a Irak es impresionante. Si tuvieran que volver a Túnez, pasaríamos momentos muy tristes. También hay otro motivo que provoca preocupaciones: el EI está en dificultades en Libia, y podría moverse hacia la frontera tunecina e instalar bases aquí. Hay que decir que la atracción que el EI ejerce en estos jóvenes tunecinos no es religiosa sino económica: los terroristas islámicos pagan muy bien, y aquí hay mucho desempleo. En esta sociedad, en conjunto, hay cierto extravío, incluso debido a los atentados y a la reducción drástica del turismo. Pero confío en que el nuevo curso pueda traer mayor estabilidad.

¿Cuál es el papel de la Iglesia en esta sociedad y en este momento histórico?

Nosotros ofrecemos nuestro testimonio, con mucha simpatía hacia el pueblo y apertura hacia todos. Queremos ejercer una atracción con la simple fuerza de la amistad, del diálogo, del encuentro. Hay mucha gente que se asoma a la catedral, que quiere hablar con nosotros. También hay algunos que, sin preocuparse por las dificultades o las presiones que podría sufrir, quieren volverse cristianos. No hacemos proselitismo, pero con nuestra presencia ofrecemos el testimonio de una vía de paz y de acogida. En 2015 me invitaron a Kairouan, el llamado Vaticano del islam tunecino. Cada año hay un gran encuentro y, por primera vez, invitaron a un exponente católico. Intervine en árabe frente a un auditorio enorme y fue una experiencia muy bella de diálogo. Aquí, además, tenemos muchas escuelas, un púlpito fenomenal desde el que podemos llegar a miles de chicos para hacer que conozcan, respetando la tradición tunecina, nuestros valores. Pero también hay muchos encuentros en los que participamos, reuniones institucionales con exponentes del gobierno, fiestas… Todas estas son ocasiones para difundir lo que yo llamo el “humanismo cristiano”, un elemento que crea paz en la sociedad que lo recibe, sin importar su religión».

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