Los Amigos de la Universidad de Tel Aviv en Argentina te invitan a participar del Innovation Day 2016

Los Amigos de la Universidad de Tel Aviv en Argentina te invitan a participar del Innovation Day 2016

 Los Amigos de la Universidad de Tel Aviv en Argentina te invitan a participar del Innovation Day 2016; una jornada en la que podremos aprender de los más importantes referentes de la educación, la ciencia y la tecnología. 

Los temas a desarrollar este año están vinculados a los últimos avances en tecnologías, neurociencias, investigaciones espaciales, telecomunicaciones y nanotecnología que están cambiando nuestras vidas.

Serán también panelistas del I DAY 2016: Andy Freire, Federico Procaccini, Galo Soler Ilia, Miguel San Martin, Dinorah Friedmann –Morvinski, Diego Bekerman, Sergio Feferovich. El conductor del eventó será Gerry Garbulsky y recibiremos un saludo especial del Prof. Danny Chamovitz.

La conferencia se realizará el día jueves 2 de junio de 9 a 13 hs. en la Sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza, Av. Corrientes 1551.

El año pasado participaron 700 asistentes, la mayor parte de ellos jóvenes empresarios, emprendedores y profesionales.

Informes: http://www.auta.org.ar/nota/val/328/val_s/13/innovation-day-2016

Inscripción: http://iday2016.eventbrite.com.ar/

Miguel San Martín es un ingeniero argentino de la NASA que dirige el equipo de ingenieros del Laboratorio de Ciencia de Marte y fue el creador del software que le permitió a la aeronave Curiosity descender sobre la superficie del planeta Marte a más de 520 millones de kilómetros de la Tierra. El ingeniero está a cargo del viaje, el descenso y la operación en la superficie marciana 

Su difícil pero exitosa misión consistió en tratar que este enorme vehículo espacial Curiosity (Curiosidad) llegara a Marte si un rasguño y lo lograron.

El Curiosity es el vehículo explorador más grande y más sofisticado que ha construido la NASA. Pesa cerca de una tonelada y tiene el tamaño de un auto (el doble que sus antecesores, los rovers Spirit y Opportunity, enviados a la superficie marciana en 2004). 

Debido a la distancia entre la Tierra y Marte (570 millones de kilómetros) las comunicaciones tienen un retraso de 14 minutos, por lo que controlar el amartizaje en vivo es imposible. Por eso, San Martín diseñó un software que permite que todo el proceso sea automático. 

El robot lleva aparatos para tomar fotografías, oler, saborear e incluso perforar. Estudiará el ambiente para determinar si el cráter gigante donde tiene previsto descender fue en algún momento un medio ambiente habitable para la vida microbiana. Su brazo robot de 7 metros de largo tiene un taladro eléctrico en el extremo que puede perforar tanto rocas como la superficie. Al igual que un científico en un laboratorio, puede transferir el polvo del suelo hasta su mesa de trabajo a bordo para desentrañar los minerales y en busca de elementos orgánicos, considerados los ladrillos químicos de la vida. 

Curiosity cuenta con diez instrumentos para analizar el suelo marciano y determinar la existencia de vida en la actualidad o el pasado

El rover logró transmitir evidencia bien clara de que en el cráter Gale, el lugar donde aterrizó, hubo en la antigüedad un flujo de agua corriente, tan alto como desde el tobillo a la rodilla. Probablemente, agua potable y propicia para el desarrollo de vida orgánica, ya que era agua que corría como en un lecho de río y no estaba estancada",

El investigador indicó que el paso más importante hasta ahora ha sido descubrir, a partir del análisis de rocas en el planeta, que existió un medioambiente favorable para la vida y que persistió por cientos o miles de años.

Durante el primer año, Curiosity transmitió hacia la Tierra más de 190 gigabits de datos, equivalentes a 45.600 canciones almacenadas en dispositivos MP3 o a 36.700imágenes de alta definición.

Su láser, fabricado por un equipo francés, fue utilizado en miles ocasiones para perforar y analizar la composición de las rocas. Ese análisis permitió encontrar arcilla y determinar que el agua no era salada, ni demasiado ácida como para impedir la vida microbiana, sino que tenía un PH (potencial hidrógeno) neutro. 

Estos descubrimientos y la cautela de los ingenieros de la NASA explican por qué Curiosity recorrió apenas 1,5 km desde su llegada a Marte.

"La performance del vehículo fue óptima y se comportó muy bien. Mes a mes Curiosity nos sorprendía con fotos, videos y el material analizado de Marte. Al principio, los técnicos y jefes de la NASA fueron más conservadores, teniendo en cuenta las dificultades de una misión de este tipo, valuada en 2500 millones de dólares. Si le enviás al robot un comando equivocado, podés romper el brazo del vehículo o hacerlo chocar contra una pared de rocas. La prudencia debía ser muy grande y por eso se avanzó lentamente y en forma cautelosa. Lo mandaban a recorrer 10 o 20 metros y lo hacían detener para sacar una foto y tomar luego la decisión de continuar o no", comentó San Martín

Y agregó: "Pero con el transcurso de los meses, más riesgos se fueron tomando. Y hoy en día confiamos más en el sistema automático de a bordo que puede detectar obstáculos y esquivarlos y le decimos ´dale 100 metros y pará´. Teniendo en cuenta que vos te comunicás solo 2 veces por día con el vehículo había que tener paciencia y tomar pocos riesgos al principio".

Miguel recuerda bien el momento en el que supo que quería ser un ingeniero espacial: Fue en una fría noche de invierno, en 1976, mirando el cielo en la chacra de mi familia en Río Negro, mientras escuchaba por la onda corta de la BBC cómo la nave Viking llegaba a Marte, en ese entonces tenía 17 años. Un año después dejaría su Argentina natal y viajaría a Estados Unidos para hacer realidad su sueño. Primero estudió electrónica y luego hizo una maestría en aeronáutica y astronáutica en el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). 

Apenas concluyó sus estudios pudo cumplir con una fantasía que tienen millones de niños en todo el mundo: ingresar a la agencia espacial estadounidense, la NASA, meca de la investigación cósmica. 

Difícilmente habría podido imaginar este argentino que casi tres décadas más tarde seguiría trabajando para la NASA y sería uno de los máximos responsables del que hoy es el programa más ambicioso de la agencia: la misión Curiosity (Curiosidad) a Marte. 

“Cuando se enteran de que soy responsable del guiado, navegación y control de esta misión muchos imaginan que manejo el Curiosity de forma remota, como si tuviera un joysticky jugara a un videojuego”, se ríe el experto. La realidad es mucho más compleja. 

"En lo personal fue un gran placer participar de esta exitosa misión. Yo vine a EE.UU. para hacer un trabajo y no pensé que se me iba a dar esta oportunidad. En 1997 el robot Pathfinder funcionó y eso me permitió crecer. Luego en 2004, con los rovers Spirit y Opportunity pasó lo mismo. La práctica lo hace a uno mejor", analizó el ingeniero argentino que desde chico tuvo una enorme pasión por la ingeniería electrónica y luego espacial

Nuevos proyectos de San Martín en la NASA

"Hace un año estaba dedicado a un solo proyecto: Curiosity. Hoy en día estoy en más de una docena", explica alegre el ingeniero San Martín.

Estamos trabajando en el robot Mars 2020, que será un vehículo similar a Curiosity pero más potente y con nuevos y más instrumentos. Tendrá un sistema de descenso igual a Curiosity, en una misión de 1500 millones de dólares. Explorará la superficie marciana y deberá recoger tierra, rocas y profundizar en experimentos para determinar si allí hubo vida microbiana", precisó el científico argentino.

El nuevo robot dependería de núcleos de extracción mucho más ligeros que Curiositypara recoger 31 muestras , que otra nave las traería a la Tierra y así cumplir el antiguo anhelo de la comunidad científica de examinar el terreno del vecino planeta bajo un microscopio en un laboratorio terrestre.

Afirmó que se está trabajando en buscar mejores tecnologías para descender en Marte. "Hoy en día no podemos bajar más de 1 o 1,2 toneladas con el sistema de paracaídas, retropropulsores y cables de acero, con el que descendimos a Curiosity. Por ello buscamos un salto en la tecnología para descender robots más grandes o incluso a vehículos con humanos, ya que para bajar una tripulación al planeta rojo necesitás aterrizar una nave de 15 a 20 toneladas de peso", ahondó San Martín.

San Martín también trabaja en la misión Insight 2016, que contará con un diseño viejo pero efectivo, como el utilizado con el robot Phoenix de 2008. La sonda con patas, se ubicará en Marte con el propósito de perforar el suelo a gran profundidad y así poder analizar la evolución rocosa del planeta rojo".

Con los ojos en Marte

Más allá del éxito de la misión de Curiosity y otros robots al planeta rojo, hay una pregunta que permanece latiendo a la espera de una respuesta concreta. ¿Cuándo el hombre llegará a Marte? 

"No hemos salido de la órbita terrestre desde el Apolo 17, en 1973. Y lamentablemente casi todo se determina según el presupuesto con el que contás. Cuando el hombre viajó a la Luna, EE.UU. gastó el 10 por ciento de su presupuesto nacional. La NASA debería aumentar su presupuesto en forma dramática, algo que hoy no ocurre", puntualizó el ingeniero argentino que concluyó que sólo se llegará al planeta vecino más cercano que tiene la Tierra, con una misión internacional, es decir con la cooperación de los, estadounidenses, europeos y chinos".

Una misión con la que Ray Bradbury soñó y llegó a contagiar a través de sus novelas a millones de personas, que buscan pisar otro suelo en el vasto universo que rodea la Tierra.

Emiliano Kargieman

Emiliano Kargieman fue hacker, inversor tecnológico y ya lanzó varios nanosatélites desde su empresa Satellogic que tiene como objetivo democratizar el acceso al espacio para todas las naciones y las personas del mundo. Fue fundador y CEO de Core Security Technologies, Garagelab y de la firma de capital de riesgo Aconcagua Ventures 

Satellogic lanzó el primer nanosatélite de la historia argentina, se llama Capitán Beto en colaboración con el INVAP, una empresa tecnológica de la provincia de Río Negro y su función es probar los sistemas que en poco tiempo revolucionarán la industria aeroespacial. 

“Estamos trabajando en una tecnología que nos permita construir satélites económicos, entre 1.000 y 10.000 veces más baratos que los tradicionales”, asegura Kargieman. Un satélite convencional puede requerir una inversión de US$ 150 millones, lanzamiento incluido (pero puede ser mucho más). Uno mini: US$ 150.000 en total.

Satellogic ya lanzó un nanosatélite: Capitán Beto, desde China, y lanzará otros desde Rusia, en noviembre, llamado Manolito. Capitán Beto es una cajita que mide 20x10x10 centímetros. Está cubierto por paneles solares, tiene dos computadoras de abordo, una cámara para sacar fotos de las estrellas y una rueda de inercia que permite moverlo.

“El objetivo con él era probar tiempos, lanzarlo, ver los componentes y lograr que se comunicara. Se cumplió todo. Manolito es similar, pero la PC es mejor, está hecha 100% por nosotros y la cámara sacará fotos de la Tierra. Ambos son prototipos. Llevamos prácticas que son comunes en la industria del software al espacio”, detalla Emiliano, hijo de psicoanalistas, con hermana melliza, nacido y criado en Palermo y casado con la escritora Pola Oloixarac.

¿Cuán grande es la industria satelital?

El mercado de servicios satelitales mueve US$ 100.000 millones. Eso incluye broadcasting, fotos satelitales, telecomunicaciones y GPS, entre otros servicios. Queremos posicionarnos con una estrategia distinta de fabricación para formar una red satelital a la que luego pondremos servicios innovadores. Una analogía puede ser con la industria informática de los ‘50, cuando fabricaban mainframes. Nuestros satélites serían las primeras computadoras personales de los ‘80, aparatos quizás con menos capacidad y algunos problemas, pero que por ser tan económicos permitieron generar modelos que revolucionaron todo. 

Entonces, debe haber un Steve Jobs o un Bill Gates para la industria satelital que encabezará ese cambio de paradigma. ¿Se ve en ese rol?

Sí, quizás está por ahí. Pero yo… no sé, ojalá. La industria satelital –la espacial, en general– va a sufrir cambios importantes en las próximas décadas. El desarrollo va a comenzar a estar en manos de empresas y a dejar de estar en manos de agencias espaciales.

¿Por qué la informática y la tecnología satelital no se desarrollaron a la par?

Ambas nacieron en la segunda posguerra. La informática pasó muy rápidamente a estar dominada por el consumo, y eso generó desarrollo. Lo que pasa ahora con los “juguetes” que estamos desarrollando es que abren nuevas puertas. Si alguien hubiese querido hacer Facebook y Twitter en los comienzos de Internet, hubiese sido imposible. Con los satélites pasa lo mismo: no se puede innovar porque es costoso, hay que ir a lo seguro. Pero si se abarata todo, surgirán los “Facebook satelitales”. Va a pasar, indefectiblemente.

¿Para ganar dinero dependen de inventar ese “Facebook satelital”? 

Queremos construir una compañía de servicios satelitales que facture miles de millones de dólares. Si hacemos las cosas bien, con una oferta disruptiva, tenemos que lograrlo.

¿En qué tiempo?

Entre 5 y 10 años.

¿Y en tres, en qué lugar estarán?

A un año de lanzar los servicios, 2016, vamos a facturar US$ 30 millones por año. Después, depende. Estamos trabajando para dar servicios simples que se validen rápido. Tecnológicamente, esto va a funcionar, lo hagamos nosotros o no. La apuesta es ser una compañía con recursos que lidere este segmento. Este mercado va a cambiar en su estructura, va a crecer porque se abren espacios para nuevos productos. No vamos a tomar una parte de la torta actual, sino que la torta actual va a crecer, y mucho.

¿Cuándo van a estar en condiciones de dar servicios?

El año próximo seguirá siendo una etapa de prototipos. Y en 2015 habrá servicios comerciales y comenzaremos a generar ingresos. Ya estamos trabajando con algunos clientes privados. Pero no puedo contar nada.

SATELLOGICNACE con la meta de revolucionar, jura Kargieman, la industria satelital con servicios. Pero él no puede, no quiere, contar ningún detalle al respecto. Se muerde los labios, pero no: ahí, en los servicios que pueda idear junto a su equipo, parece estar la clave de todo. Es que hay otros, al menos tres compañías en todo el mundo, que están en su misma situación.

“En dos o tres años esto se va a poner muy divertido. Igual, calculo que hay más gente pensando ideas similares. Cuando lanzamos en 2010 no había nadie, aunque yo imaginaba que sí. Y había. Estar muy solo con este tipo de ideas tan disruptivas tampoco está tan bueno. Si tenés mucha suerte te adelantás unos meses, pero estas ideas suelen surgir en muchos lugares a la vez. El tema es la ejecución”, explica.

La lógica indica que, en primera instancia, todas las empresas de nanosatélites irán detrás de los servicios y a clientes tradiciones, pero con una escala de precios menor.

“Como pasó con Internet, lo más entretenido no es lo que se nos ocurra a nosotros, sino a los usuarios. Por eso, cuando más disponible esté todo para más gente, más ideas habrá. Nosotros vamos a tener nuestra killer app inicial, pero vamos detrás de una red de servicios que tienen que justificar la plataforma”.

¿Qué dicen sus competidores en cuanto a servicios?

Nadie habla. Hay una compañía estadounidense que se llama Planet- Lab que anunció una constelación de más de 20 satélites para tomar imágenes de rango medio.

¿Y cosas nuevas?

O3B va a dar servicio de celulares para áreas donde no hay cobertura, pero con satélites un poco más grandes. Google tiene un proyecto de globos para dar Internet, pero no es satelital.

¿Cuáles son las claves para sobrevivir y tener preponderancia en esta industria incipiente?

Es una combinación. Son claves la tecnología y los servicios que seamos capaces de ofrecer. Luego, hay temas de ejecución y de alineamiento de recursos e hitos en un plan muy complejo. Los procesos también son importantes, y son lo que permite bajar más aún los costos. Hay temas complejos, como regulaciones. Y luego, sí, el desafío de los servicios.

CUANDO SE FUE DE Core Security, Emiliano comenzó a mirar para arriba. En realidad, lo hacía desde muy chico, fascinado por el espacio. Con un pasar asegurado, fue a estudiar a Mountain View, al Ames Research Center de la NASA. Desde allí intensificó su diálogo con Lino Baraño, ministro de Ciencia y Técnica de la Nación, a quien conocía desde que estaba al frente de la Agencia de Promoción Científica. Barañao se enteró del plan de Kargieman y lo convenció para que se convirtiera en un “cerebro repatriado”. Así, por medio del Invap, el Estado se convirtió en impulsor e inversor en una insipiente Satellogic. Y Emiliano volvió. “La Argentina tiene una historia satelital súper rica, y sobre todo el Invap, con muy buenos logros. Ellos fueron muy abiertos y me dejaron incubar mis ideas en sus instalaciones y con sus equipos. Me abrieron las puertas y me instalé en Bariloche dos años. Entre todos dimos forma a esta plataforma de satélites opensource para uso abierto en universidades y laboratorios de investigación”, explica el emprendedor.

¿El Ministerio invirtió en la compañía?

Somos una empresa privada. Invap, por medo del Ministerio, hizo un aporte de capital de US$ 1,5 millones. Somos una suerte de contratista de Invap. Así, financiaron el desarrollo de una plataforma abierta de nanosatélites, que es la que estamos volando ahora, que queda para que cualquiera en el futuro pueda fabricar satélites de este tipo y lanzarlos con su propia tecnología. Ese vínculo se cumple con el lanzamiento del segundo satélite y luego nosotros seguimos como compañía privada.

¿Se imagina vendiendo Satellogic por muchos millones?

Nunca pensé en vender Core. Mi objetivo no es hacer plata: si se quiere ser millonario, hay formas más seguras de hacerlo que siendo emprendedor. La mayor parte de los emprendedores no se hacen millonarios. 

Nunca pensé en mis empresas como un camino para hacerme rico vendiendo, siempre pensé en intentar cambiar cosas que a mí no me gustaban. Eso me divierte. Satellogic tiene potencia para ser algo espectacular. Igual, no creo que vender sea malo. 

Ya que menciona a Core, ¿por qué se fue de la empresa que fundó?

Es el hijo que yo quería que fuera pianista y terminó siendo abogado. Hoy, la miro desde lejos. Soy accionista y la quiero mucho, pero desde hace mucho no estoy en la operación. Es un caso increíble de éxito, y logró cosas muy buenas.

¿Se aburrió?

La fundamos en 1995 y la llevamos hasta un lugar muy alto, cerramos varias rondas y pusimos un equipo de management gringo, que era lo que la empresa necesitaba para crecer. En 2006 me fui del día a día a hacer otras cosas. Hoy, ni siquiera estoy en el board. Me gusta mucho la etapa de los problemas y las discusiones tecnológicas, el startup. Estoy en contacto con Core, tengo muchos amigos ahí. Cada tanto me consultan... una vez cada tanto, en realidad [risas]. Luego fue socio del fondo de inversiones tech Aconcagua Ventures. Sí, pero no está activo. Invertomos hasta 2009 y hoy mantenemos portfolio.

¿Cómo vivió esa etapa?

Fue frustrante.

¿Por qué?

Es interesante estar sentado del otro lado de la mesa, pero hubiera querido hacer más inversiones. Invertimos en cuatro empresas, cuando me hubiese gustado hacerlo en 15. Quería un portfolio más grande, pero vino la crisis y no se pudo. Vi 500 proyectos e invertimos en 4. Eso frustra. Además, no tener las manos en la masa no me gustó mucho. Mentorear está muy bien, pero necesito la picazón de hacer cosas.

¿Cuál fue su experiencia más frustrante como emprendedor?

Siempre es la última, porque es la que duele más. Emprender es un proceso que toma tiempo, y más en la Argentina. Hay pocos actores, poco capital y menos profesionalización e infraestructura.

¿Entonces, se frustra con su actual proyecto?

Estamos haciendo algo increíble: cosas que van al espacio y dan vueltas a la Tierra. Queremos cambiar paradigmas y crear mercados. Y lo hago con un grupo de gente espectacular. Soy feliz. Me siento un 50% Don Quijote y un 50% Capitán Ahab. Necesito esa sensación de obsesión de ir detrás de la ballena blanca y la locura de ir contra los molinos de viento.

¿Se siente un hacker aún?

Me gustaría decir que con los años cambié, pero no. Termina siendo la misma adrenalina de ir detrás de cosas que son un poco más grandes de lo que uno cree que son sus capacidades. Yo a veces digo que no sé si es recomendable que la gente emprenda... a menos que no pueda dejar de hacerlo. Se necesita un poco de inconsciencia y cierto pensamiento mágico. Yo hago lo mismo de siempre: miro la tecnología y la modifico para hacer cosas que me interesan con lo que tengo a mano. Esa forma de pensar y esa curiosidad es la misma del hacker que fui alguna vez.

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