«Nos acogió en su casa hasta que encontré trabajo»

«Nos acogió en su casa hasta que encontré trabajo»

Los españoles que emigraron a Alemania se encontraron con la acogida de la Misión de Lengua Española en el país, lo que hizo que muchos cambiaran su opinión sobre el clero.

Como María y José en aquella primera Navidad, la familia Mateos Hernández también se encontró un día sin un lugar donde pasar la noche. La historia comienza en 2008. Hasta ese año, todo le iba sobre ruedas a José Mateos Mariscal. Tenía una empresa con 20 operarios y encargos por toda España. Pero «llegó la crisis, el banco se quedó con todo y nos desahuciaron. Mis hijos se fueron con mis suegros y nosotros estuvimos viviendo de ocupas en nuestra propia casa». La reunificación familiar solo fue posible cuando les concedieron una ayuda social de 630 euros. Entonces, se fueron los cuatro a una casa de alquiler. Pagaban 330 euros. «Estuvimos cuatro años malviviendo con el sobrante».

En aquel momento, José tenía 39 años y pensó que no podían seguir así. «Teníamos miedo de que nos quitaran a los niños y decidimos emigrar a Alemania». Buceando en Internet, encontró una oferta de trabajo. No sabían ni una palabra del idioma, pero no querían perder la custodia de sus hijos. «Llamé y me pidieron 300 euros para darme el puesto». José invirtió en esta oportunidad sus últimos euros. De hecho, vendieron el coche para poder pagarse los billetes.

El viaje fue una odisea. Por señas, lograron llegar hasta donde debía encontrarse su nuevo trabajo, pero allí solo «había un descampado». «Se nos cayó el cielo encima. “¿Qué hacemos ahora?”». Sin dinero, sin trabajo y sin conocer la lengua, estaban abocados a dormir en la calle. Pero, entonces, dieron de casualidad con el sacerdote José Antonio Azoz «a través del cocinero del primer bar en el que nos metimos». En seguida, el cura dijo: «Voy a por ellos». «Nos vino a buscar. Nos ayudó con los papeles, nos empadronó y nos acogió en su casa hasta que yo encontré mi primer trabajo».

¿Enemigos de los obreros?

José Antonio Azoz se trasladó a Alemania un mes después de ordenarse en 1967. «Había muchos sacerdotes en Navarra y la diócesis tenía un acuerdo con la diócesis de Aquisgrán para trabajar pastoralmente en el país durante cinco años», rememora. Aquel lustro, sin embargo, cambió por completo el plan de Azoz. «Me di cuenta del fenómeno de la emigración española, algo que no tenía previsto cuando fui a trabajar allí». Ante esta experiencia, «decidí quedarme». 

Eran años de paro en España. «Llegaban muchos padres de familia, solos, tratando de conseguir un buen capital a corto plazo y poder regresar a casa junto a su familia». Pero esto era una expectativa que no era cierta. «Fue muy duro hacerles entender la realidad». Muchos optaron por la reagrupación familiar en Alemania, y ante esta nueva vida siempre contaron con el apoyo de la Misión Católica Española en Alemania, que en 1991 cambió el nombre por Misión Católica de Lengua Española en Alemania «para acoger pastoral y socialmente también a los latinoamericanos».

A las falsas expectativas se sumaba la poca estima que los obreros tenían por los sacerdotes. «Creían que los curas éramos amigos de los ricos, distanciados de los pobres obreros emigrantes». En este sentido, «les sorprendió mucho a todos el hecho de que le dejara mi coche a un obrero que tenía una necesidad». Así, poco a poco, fueron cambiando su percepción. «Fue muy satisfactorio hacerles comprender que no éramos enemigos de ellos. Al revés, compañeros de vida y dispuestos a echarles una mano».

La crisis del 2008 hizo que la emigración volviera a repuntar hacia Alemania en el año 2010. Con todo este bagaje a sus espaldas, «nos sentíamos comprometidos a acoger, apoyar e introducir a los nuevos que venían». Personas que «habían sufrido mucho», como la familia Mateos Hernández, que José Antonio Azoz recuerda «con mucho cariño».

 

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