Es el testimonio del padre Ibrahim Alsabagh de Aleppo en el Meeting de Rímini. Pequeños gestos cotidianos capaces de cambiar al hombre y al mundo
Por DANIELE BANFI
RÍMINI
Una imagen representa mejor que todas la última edición del Meeting de Rímini, que concluyó ayer: el padre Ibrahum Alsabagh, párroco de la Iglesia latina de San Francisco en Aleppo, Siria. Gracias a testimonios como el suyo, que no pueden no sorprender, se comprende que Jesús está con nosotros «hasta el fin del mundo». «Estoy aquí para compartir la alegría de la fe», precisó inmediatamente desde el palco. Si quien lo dice es uno que vive cada día bajo las bombas y a un centenar de metros del llamado Estado Islámico, o está loco o existe verdaderamente algo más.
El padre Ibrahim llegó a Aleppo hace nueve meses, en medio de la crisis que está viviendo Siria. Una situación difícil que describe como si fuera el Apocalipsis: «Estamos en el caos y nos falta todo. Además del objetivo problema de la seguridad (su barrio está bajo el control del gobierno sirio, pero a pocos metros se encuentran las tropas del Califato), está el de la dificultad para encontrar cualquier cosa debido a los precios tan elevados y las poca disponibilidad de los bienes. Y, cuando se logra obtener algo, se logra apreciar mucho más algo tan simple como un vaso de agua».
Para explicar qué significa ser párroco en Aleppo, el padre Ibrahim no usó metáforas. «Nuestra tarea es estar frente a las necesidades de la gente, cristiana o musulmana». En los últimos tiempos, además de la ya difícil situación en Aleppo, está el problema del tremendo calor y de la consecuente falta de agua. Su parroquia tiene la suerte de contar con un pozo con el que se pueden colmar las necesidades del barrio. Y es justamente en una situación de vida cotidiana como esta en donde se revela la presencia de Cristo.
«Las filas –explica– duran horas y, a pesar de todo, no sudece nada. Gente alegre y sonriente que espera su turno. Un musulmán se me acercó y me dijo al oído: “Es algo muy extraño, hay algo grande aquí entre ustedes. Yo voy por la ciudad y veo gente que discute y casi se mata por un cubo de agua. Aquí, por el contrario, todo es diferente». Hablar de Cristo a todos en el contexto en el que vivimos es difícil, pero con estos pequeños gestos de paz, de alegría en el corazón, de paciencia y de humildad, logramos decir mucho a los que tienen sed de algo grande». El testimonio de una fe mediante no grandes discursos, sino, simplemente, mediante aquel método que enseñó Jesús: «Ven y sígueme».
El mayor deseo con el que se levanta cada día el padre Ibrahim es que todo pueda acabar. «No sabemos cuándo acabará, pero no importa ni cuándo ni cómo. Lo más importante es ofrecer testimonio de Cristo, solo después vendrá la silución política y humanitaria. Ofrecer testimonio de la vida cristiana amando, perdonando y pensando también en la salvación de los que nos dañan». Palabras que indican el único recorrido posible y verdadero para la salvación del hombre.
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