El Seminario, clave para el desarrollo de la Diócesis de Río Cuarto, cumple 80 años

El Seminario, clave para el desarrollo de la Diócesis de Río Cuarto, cumple 80 años

Fue fundado en abril de 1943 y tras varios años cerró sus puertas por un tiempo. Se reabrió en la década de 1980 y continúa formando sacerdotes en el presente. El rol del obispo Leopoldo Buteler para su puesta en marcha

Por Nicolás Cheetham

El Seminario Mayor Jesús Buen Pastor de Río Cuarto está cumpliendo 80 años de su fundación inicial, el 4 de abril de 1943. La casa que se dedica a la formación de los sacerdotes fue clave para el desarrollo de la Diócesis, ya que permitió ampliar el número de curas ante el crecimiento sostenido del sur de Córdoba. Sin embargo, atravesó momentos complicados y durante algunos años permaneció cerrado, hasta que finalmente fue reabierto en la década de 1980. La doctora en historia Rebeca Camaño Semprini repasó los orígenes de la institución y analizó la impronta del obispo Leopoldo Buteler.

-¿Cómo surgió la idea de construir un Seminario en Río Cuarto?

-Al momento de decretarse la reforma eclesiástica en 1934, la Bula Nobilis Argentinae Nationis que dio origen a la Diócesis de Río Cuarto establecía que, cuanto antes fuera posible, debía erigirse en cada una de las nuevas jurisdicciones al menos un seminario menor, es decir, un centro educativo propio destinado a formar a aquellos jóvenes candidatos al sacerdocio y prepararlos para el ingreso a un seminario mayor, donde eventualmente se ordenarían como sacerdotes. Consecuentemente, una de las primeras y más constantes preocupaciones del primer obispo de Río Cuarto, monseñor Leopoldo Buteler, fue la creación de un Seminario diocesano.

-¿Por qué fue clave la figura de Buteler?

-Desde su llegada al Obispado, Buteler implementó una serie de estrategias encaminadas a la construcción de poder hacia el interior de la Iglesia cordobesa y entre su grey. Entre ellas, podemos identificar al menos cuatro estrechamente vinculadas entre sí. La primera, tendiente a la consolidación de su imagen personal al frente de la nueva Diócesis, como símbolo de la penetración de la Iglesia en la sociedad: allí ubicamos la realización periódica de visitas obispales y de misiones populares a las parroquias de la Diócesis. La segunda, en búsqueda de una presencia territorial efectiva de la Iglesia dentro de la novel circunscripción eclesiástica, a través de la creación de nuevas parroquias. La tercera procuró disolver y/o absorber los lazos históricamente construidos por la orden franciscana con la elite riocuartense, proceso que no estuvo exento de tensiones, resistencias y conflictos, estrechamente vinculados, por otra parte, con la vida política local y provincial. La cuarta proponía la construcción de espacios a través de los cuales expandir la fe católica y reproducir a la propia institución. Por una parte, a partir de la organización de la enseñanza catequística y, por la otra, a través de la obra de vocaciones eclesiásticas y de la fundación del Seminario Menor “Sagrada Familia”.

-No fue fácil encarar la tarea desde lo edilicio y también con respecto a los recursos humanos para formar a los futuros sacerdotes…

-Efectivamente. Un primer paso para la concreción de este objetivo se dio en noviembre de 1937, cuando la Sociedad de Damas Protectoras de la Infancia donó un terreno de dos hectáreas que poseía en las afueras de Río Cuarto, en el camino hacia Las Higueras. Esta propiedad ya tenía edificados dos pabellones, que en su momento fueron construidos para una malograda escuela-internado, proyectada años atrás. No obstante la importancia de esta donación, dos recursos aún eran indispensables para la concreción del Seminario: ediliciamente, debía completarse su construcción y, en cuanto a los recursos humanos necesarios, faltaba clero para dirigir la institución y para el dictado de las materias. En lo que respecta a la infraestructura, los recursos necesarios para su definición provinieron de diversas fuentes. Para la construcción de la capilla, presupuestada en 20 mil pesos, se empleó un recurso novedoso. Buteler le pidió a cada párroco de la Diócesis que le elevara una lista de trescientas personas que pudieran donar “siquiera un peso”. A todas ellas le fue enviada en forma individual una carta pastoral emitida en agosto de 1941, en la que expresaba la necesidad de que los fieles contribuyeran pecuniariamente a la construcción del Seminario. De acuerdo con lo dispuesto por el obispo, esta pastoral tuvo la particularidad de que, en lugar de ser leída en las parroquias de la Diócesis como comúnmente se hacía, fue distribuida en catorce mil domicilios. Como resultado de la colecta, y superando las expectativas, se obtuvieron 35 mil pesos. Esto posibilitó la construcción de la capilla, la cual fue bendecida el 23 de agosto de 1942. Sin embargo, la parte sustancial de los recursos económicos necesarios provino del Estado nacional. El subsidio obtenido fue de 150 mil pesos. Esta suma permitió la reforma del edificio recibido de las Damas Protectoras de la Infancia a los fines de adecuarlo y habilitarlo para las nuevas funciones asignadas. En lo que respecta a los recursos humanos necesarios para la instrucción de los futuros seminaristas, la tarea fue delegada en religiosos de la Congregación de los Misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús y de María de Palma de Mallorca, provenientes especialmente para tal fin desde España.

-¿Qué pasó con las primeras vocaciones?

-El objetivo, finalmente no alcanzado, era lograr un número no menor a treinta. Para la selección, Buteler les asignaba un rol fundamental a los curas párrocos, por ser los que estaban en “contacto más frecuente con las almas”, por lo que podían conocer mejor el terreno “en el cual el divino arroja la semilla”. También le atribuía especial importancia a la Acción Católica, considerada un “semillero en donde el buen párroco podrá apartar algunas plantitas para trasplantarlas a los jardines del Santuario”. Buteler esperaba que los aspirantes reunieran “cualidades de espíritu y dones de inteligencia en un grado más que regular”. Quizás este nivel de exigencia influyera en que tuviera que conformarse con veintiún seminaristas.

-¿Cuándo se concretó la inauguración del Seminario?

-La tan ansiada inauguración del Seminario finalmente se produjo el 4 de abril de 1943. A ella asistieron altas autoridades eclesiásticas, políticas y militares. Entre las primeras se destacaron el nuncio apostólico, Monseñor José Fietta; el arzobispo de Córdoba, Monseñor Fermín Lafitte; y el obispo de Rosario, Monseñor Antonio Caggiano. Entre las segundas se encontraban el gobernador Santiago del Castillo, el jefe político departamental Angel Rebosolán y el intendente municipal Ben Alfa Petrazzini; además de los diputados nacionales Teobaldo Zavala Ortiz y Clodomiro Carranza. Entre las últimas, se hallaban presentes el comandante de la IV Región Militar, el General Manuel Calderón; el jefe del Regimiento 14 de Infantería, el teniente coronel José Velloso; y el director del Arsenal José María Rojas, el teniente coronel Eduardo Garimaldi. Según la crónica oficial, aproximadamente cinco mil personas presenciaron los actos inaugurales, llegando tanto en autos particulares como en colectivos especialmente dispuestos para tal fin.

-Al cabo de unos años, el Seminario se cerró, ¿a qué se debió tal situación?

-A mediados de la década del sesenta el Seminario fue cerrado por la disminución de vocaciones sacerdotales y las dificultades para mantenerlo. La formación sacerdotal volvió a delegarse en el Seminario de Córdoba y en el edificio comenzó a funcionar un bachillerato humanista.

-¿Cuándo fue reabierto?

-En marzo de 1982 reabrió sus puertas, con el nombre que mantiene en la actualidad, es decir, Seminario Mayor Jesús Buen Pastor. En 1988 se realizaron las primeras ordenaciones de esta segunda etapa.

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