El Salvador. Nunca guerra en el horizonte

El Salvador. Nunca guerra en el horizonte

 El Ejército contra las pandillas. La Iglesia reclama más trabajo y educación

por Andrea Bonzo

16 homicidios por día en la primera semana de julio. 677 muertes violentas –un promedio de 22 diarias- en el mes de junio. Las cifras difundidas por el Instituto de Medicina Legal del país centroamericano dan miedo y no dejan lugar a dudas: El Salvador sigue siendo el país más violento del mundo. “Estamos todos en peligro inminente, todos estamos preocupados”, declaró el director del Instituto, Miguel Fortín Magaña, comentando los datos. Según las cifras que se dieron a conocer, 2015 ha sido el año más violento desde que terminó la guerra civil con los acuerdos de paz de 1992. El Instituto de Medicina Legal reveló que en los primeros meses de 2014 se registraron 1840 casos de muerte violenta, mientras en el primer semestre de 2015 hubo 2865, 1025 más que el mismo período del año anterior. Y la escalada de violencia no respeta ni siquiera los niños. En el mes de junio, 69 de las víctimas eran niños y adolescentes, entre ellos una niña de 6 años brutalmente violada y asesinada.

La Iglesia también afirmó que estaba “alarmada”. “No podemos ni acostumbrarnos ni resignarnos a tantos muertos”, declaró el arzobispo de San Salvador, monseñor José Luis Escobar Alas. Pero la realidad es que en el horizonte de El Salvador, como afirma un editorial del diario local Contrapunto, se perfila una verdadera guerra entre la Policía, las Fuerzas Armadas y las pandillas. Sobre todo porque la estrategia de estas últimas ha cambiado: ahora su objetivo es infundir terror con ataques directos contra policías y soldados, y las medidas que se adoptaron para hacerle frente son draconianas. El presidente Sánchez Cerén anunció en abril la creación de las Fuerzas Especiales de Reacción (FER), un nuevo cuerpo de elite para combatir las maras con operaciones “quirúrgicas” y típicamente salvadoreñas, como el asalto a las casas de las pandillas, el rescate de rehenes en autobuses públicos o ataques a campamentos o zonas rurales controladas por las bandas criminales (sobre las FER el diario El Faro ha publicado un excelente reportaje en imágenes).

Estas medidas, junto con otras, como la posibilidad de que los agentes amenazados por pandilleros cambien de casa, solo consiguen poner de manifiesto la magnitud del enemigo al que se enfrenta la fuerza pública, tal como destaca la editorial de Contrapunto.

Pero también resulta evidente que la represión por sí sola no será suficiente. El mismo editorial afirma: “Este panorama no hace más que recalcarnos a gritos lo que ya sabemos: violencia genera más violencia. Solamente políticas represivas no darán fruto si no se agiliza el trabajo prometido en el área de reinserción y prevención del delito”.

Mientras tanto, el precio lo paga la sociedad salvadoreña, obligada día tras día a contabilizar sus muertos y a una vida cotidiana dramáticamente condicionada. Que hoy debe preguntarse “si continuaremos sintiéndonos más seguros a solas en la calle que al lado de un policía.”

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