Presentación del Señor: el origen de la fiesta de la Candelaria

Presentación del Señor: el origen de la fiesta de la Candelaria

Establecida por el Papa San Gelasio, cada 2 de febrero la Iglesia celebra la "fiesta de las luces", una celebración con múltiples variantes populares, anclada en tradiciones paganas y romanas, que invita a recordar que Cristo es la luz del mundo.

La Candelaria o “fiesta de las velas”, del latín festa candelarum, es una antigua fiesta pagana y latina. Se vincula en primer lugar a las sangrientas Lupercalia romanas, estas celebraciones con fines purificadores inspiradas en Lupercus, dios de la fertilidad, descendiente él mismo de la leyenda de Remo y Rómulo, en relación con la etimología latina lupus, 'el lobo'.

Fue a partir del siglo IV que la Candelaria se celebró como fiesta de la Presentación en el templo de Jerusalén. De hecho, se dio un paso importante en el año 472, cuando el Papa Gelasio (49º Papa en la sucesión de Pedro) estableció este día como un día de procesiones con antorchas y hogueras, correspondiente a la presentación de Cristo en el templo.

Este Papa de origen bereber, nacido en el norte de África, también tenía la costumbre de ofrecer pasteles a multitudes de peregrinos. Las galettes, de donde proviene la famosa tradición de las crepes, perpetuadas hasta el día de hoy.

En aquella época, estas tortitas eran aún más apreciadas porque se consideraban símbolos de prosperidad debido a su forma redonda y su color ámbar, similar al del sol.

Por lo tanto, en las iglesias, las antorchas son reemplazadas por velas benditas cuyo brillo supuestamente aleja el mal y nos recuerda que Cristo es la luz del mundo. “Luz que se revela a las naciones y da gloria a tu pueblo Israel” (Lc 2,32): con este título el viejo Simeón recibe a Jesús durante su presentación en el templo.

Las lecturas de hoy invitan, siguiendo al anciano Simeón, a dejarse iluminar por el Espíritu Santo y acoger a Cristo. Vivir la fiesta de la Candelaria como cristiano significa poner a Cristo en el centro de las preocupaciones. Simeón encarna el encuentro auténtico y confiado con Dios que le trae paz y por quien se sabe amado. La liturgia invita a entrar en este proceso, e ir al encuentro de Cristo, guiados por el Espíritu Santo.

Entre la Epifanía y el inicio de la Cuaresma, la Presentación de Jesús en el Templo, respetando la ley de Moisés, es un signo de su “consagración” al Señor. Por tanto, este día tiene una importancia particular para cada persona consagrada. Y es por eso que cada 2 de febrero desde 1997, por iniciativa de Juan Pablo II, se celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada.

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