La Pascua ortodoxa en cuarentena, desafío para fieles y autoridades

La Pascua ortodoxa en cuarentena, desafío para fieles y autoridades

En Rusia, donde hay más resistencia, los fieles se sienten discriminados por no poder asistir al templo. El Patriarca Kiril afirmó que "el alma también se puede salvar sin ir a la iglesia". Grecia impuso medidas represivas para aquellos que se desplacen.

Misas a puerta cerrada, controles policiales delante de las iglesias y, lo peor, celebrar la Pascua de Resurrección en la estricta intimidad en lugar de rodeados de familiares y amigos; los griegos afrontan este fin de semana el reto más duro de la cuarentena, mientras los rusos acusan a las autoridades de discriminación por mantener las iglesias cerradas.

En Grecia, toda la semana se han redoblado los controles en las carreteras y autopistas para evitar la salida masiva de las urbes hacia los pueblos, donde habitualmente se celebra con mayor desenfreno la Pascua ortodoxa.

Con una Grecia que hasta ahora está capeando con éxito la crisis del coronavirus -tan solo 105 muertes y algo más de 2.000 casos registrados- el Gobierno del conservador Kyriakos Mitsotakis se ha propuesto no poner en juego estos resultados y se ha mostrado implacable ante el deseo de la población de sucumbir a las tentaciones culinarias de la Pascua.

A partir del sábado, las multas por desplazamientos en coche innecesarios se duplicarán a 300 euros y al conductor se le retirará la placa del automóvil durante dos meses.

La policía estará en máxima alerta, sobre todo delante de los templos, donde las misas se celebran este año a puerta cerrada, y con medios audiovisuales para hacer llegar la liturgia ortodoxa a todo el país.

Helicópteros y drones sobrevolarán las iglesias más emblemáticas y desde hace días, equipos de la Policía especializados en ciberdelincuencia están rastreando las redes sociales, donde han proliferado llamamientos a acudir en masa a las misas de la Resurrección.

El Jueves Santo, el centro de la ciudad de Lamía, apareció repleto de pasquines en los que se llamaba a "invadir" las iglesias y acudir "todos juntos" a la misa de Resurrección.

Al estallar la crisis, los máximos representantes de la Iglesia todavía aseguraban que en los templos no había peligro de contagio y que la eucaristía estaba a prueba de virus, pues al fin y al cabo era el cuerpo de Cristo el que se repartía entre los feligreses.

En la Iglesia ortodoxa griega la eucaristía -vino dulce y migas de pan- se recibe en una cucharita de plata bendecida, compartida por las decenas de personas que acuden a cada misa.

Con la Iglesia presionando para que, si ya se habían prohibido los oficios durante la vida cotidiana, al menos se pudieran celebrar las misas de Pascua, Mitsotakis optó por imponer el sentido común a golpe de decreto.

Finalmente, todo apunta a que prevalecerá la disciplina, una virtud que suele ser ajena a la idiosincrasia de este pueblo, pero que en las últimas semanas ha sido ejemplar.

Las primeras misas el jueves se celebraron sin problemas y los mismo las primeras de este Viernes Santo.

El mayor reto será cómo evitar que el domingo las familias se queden en casa y coman en solitario el tradicional cordero.

Mientras, en Rusia acusan al Gobierno de discriminar a los creyentes por cerrar las iglesias a cal y canto durante la Pascua, la principal festividad religiosa en este país, aunque muchos fieles lejos de las ciudades ignoran las recomendaciones sanitarias y siguen yendo a misa para rezar por el fin de la pandemia.

"Nuestro templo es grande. Podíamos dar cabida a cien feligreses, incluso manteniendo la distancia de seguridad. Eso sería mucho mejor que los diputados de la Duma se reúnan diariamente, más de 500 en una misma sala", comentó Vladímir Viguilianski, arcipreste de la iglesia Santa Tatiana Mártir.

Su iglesia celebró la misa de Jueves Santo con la única presencia del sacerdote, su ayudante, varias mujeres que integraban el coro y tres reporteros que capturaron la ocasión.

El templo, que se encuentra a apenas 300 metros del Kremlin, estaba cerrado a cal y canto, por lo que para entrar se necesita una invitación especial del Patriarcado de Moscú y llamar al timbre para que el guardia abra la puerta.

En una de las repisas de la iglesia adscrita a la universidad estatal de Moscú se podía ver una bandeja con cucharas desechables para dar la comunión individualmente y evitar el contagio.

"Nunca había ocurrido algo así. Los creyentes no tienen los mismos derechos que los otros. Hay un elemento de discriminación. Las tiendas pueden, el metro puede, la construcción puede y nosotros no", insistió.

Viguilianski consideró especialmente humillante que los sacerdotes no puedan "reconfortar" a los "moribundos" en los hospitales.

El Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa (IOR), Kiril, intentó resistirse en un principio a las recomendaciones sanitarias, pero finalmente dio su brazo a torcer. "El alma se puede salvar también sin ir a la iglesia", dijo.

Desde entonces mantiene un escrupuloso silencio, según los analistas, para no dañar la inquebrantable alianza entre el presidente ruso, Vladímir Putin, un creyente confeso, y la Iglesia, a la que ha devuelto en los últimos 20 años muchas de las propiedades expropiadas durante la Unión Soviética.

Kiril se limitó a rezar a principios de abril por el fin de la pandemia a bordo de un lujoso Mercedes que dio la vuelta a Moscú acompañado de una escolta policial motorizada.

En vísperas de la Semana Santa, la Iglesia emitió un comunicado en el que pidió al clero ortodoxo que llamara a los feligreses a rezar en sus hogares "mientras estén vigentes las restricciones impuestas por las autoridades".

Según la IOR, 40 religiosos han caído enfermos de coronavirus, pero se desconoce la estadística de cuántos rusos se han contagiado por acudir a los servicios eclesiásticos.

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