Cumplió 60 años en Jerusalén el vicariato de Santiago. Y en una carta pastoral el Vicario, padre David, indica los retos de hoy para esta comunidad
Por GIORGIO BERNARDELLI
El año 2015 es un año de efemérides importantes para la pequeña comunidad de los cristianos de lengua hebrea en Jerusalén. Han pasado sesenta años, de hecho, desde la institución de la Obra de Santiago, que nació para dar un punto de referencia a todos los que crecieron en un contexto hebraico, llegaron pos vías diferentes al catolicismo y advirtieron la necesidad de una comunidad que los acompañara en este camino: una comunidad que hiciera revivir en Israel, superando el clima de sospechas recíprocas entre judíos y cristianos, una experiencia análoga a la de las comunidades judeo-cristianas. Además, 2015 es el año en el que se celebran los cincuenta años de la declaración conciliar «Nostra Aetate», texto clave en la reapertura del diálogo entre hebreos y cristianos, y a cuya redacción esta pequeña realidad de frontera dio un aporte fundamental mediante uno de sus fundadores, el dominico de origen judío, Bruno Hussar.
Para celebrar y recordar estos acontecimientos, el jesuita David Neuhaus (hijo de una familia judía sudafricana y vicario del Patriarca latino de Jerusalén para esta comunidad) publicó en estos días una carta pastoral para su vicariato. El texto, fechado el 9 de agosto, fiesta de la beata Edith Stein, se dirige a las siete ‘kehillot’ (comunidades) que existen en Jaffa (la antigua ciudad al lado de la cual los pioneros del sionismo construyeron Tel Aviv), Jerusalén Haifa, Beer Sheva, Latrun, Nazaret y Tiberíades. Pocos centenares de fieles en total, pero signo igualmente precioso y no solo para Israel.
«Una Iglesia dentro del ambiente judaico -explicó el padre Neuhaus en la carta pastoral- vuelve a dar una dimensión que faltaba a la universalidad del Cuerpo de Cristo. Estamos llamados a ser un constante recuerdo para la Iglesia de sus orígenes hebraicos». Y justamente de esto nace su invitación dirigida a los fieles a ser «puente para la cura y la reconciliación entre judíos y cristianos en la tierra de Jesús», tratando de dar a conocer a Jesús «como un hijo de esta tierra y del pueblo hebraico». Neuhaus insiste particularmente sobre el reto de dar razón al cristianismo teniendo en cuenta las categorías del hebraísmo de hoy, no solo a partir de las comunes raíces bíblicas, sino también en diálogo con los textos rabínicos, medievales y modernos.
Esta vocación particular, dentro del Patriarcado latino de Jerusalén, es vivida al lado de los cristianos árabes. Y también se convierte en un signo para la Tierra Santa, marcada por el conflicto aparentemente infinito entre israelíes y palestinos. «Juntos -escribió el padre David en la carta pastoral-, a pesar de los muros de la enemistad, porque ‘Él es nuestra paz’, los discípulos de Cristo que hablan hebreo y árabe están llamados a demostrar que la justicia, la paz y la igualdad son posibles incluso en nuestra tierra. Su vida de fe debe indicar alternativas a la guerra y a la violencia, al desprecio y a la discriminación, involucrando al otro como hermano y hermana. Los discípulos de Cristo pueden ser un puente entre el mundo palestino (y árabe) y el israelí. No podemos aprobar la injusticia, sino que debemos ser sensibles a las injusticias allí en donde estén presentes, sobre todo en la sociedad. Como discípulos de Cristo, debemos predicar el perdón porque tenemos una experiencia personal del significado de ser perdonados a pesar de ser pecadores».
Para concluir, Neuhaus reflexiona sobre un ámbito que hace 60 años era difícilmente imaginable, pero que hoy involucra a las ‘kehillot’: los miles y miles de migrantes que llegan de Asia y África para trabajar en Israel, y que deben vivir su fe cristiana en un contexto hebraico. «No solo son nuestros hermanos y hermanas en la fe -escribió el Vicario-, sino nosotros, Iglesia de lengua hebrea en Israel, tenemos una responsabilidad especial para con ellos. Nos enriquecen con su vitalidad y al mismo tiempo nuestro trabajar entre ellos se convierte para nosotros en un desafío».
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