Durante su estadía en Papúa Nueva Guinea Francisco cumplió la promesa que les había hecho y, tras volar dos horas en un avión militar, visitó a los cuatro curas y tres monjas que misionan en la aldea aislada. Lo recibieron con mate y tortas fritas.
Sergio Rubin
Fue increíble ver al Papa aquí. Nos había prometido que iba a venir, pero dudábamos porque Papua Nueva Guinea está muy alejada de todo. Para colmo, tuvo que suspender la visita que había agendado para 2021 por la pandemia. Mucho menos creíamos que iba a venir a nuestra diócesis, en Vánimo, absolutamente aislada, a la que sólo se puede acceder por agua o por aire siempre que sea de día”, dice a VR el padre Tomás Ravaioli, uno de los cinco sacerdotes argentinos que desde hace más de una década misiona en el país, junto con otro de Sri Lanka y 15 religiosas, tres de ellas también argentinas.
La génesis del viaje, cuenta el padre Tomás, fue una visita que un grupo de fieles papuanos le efectuó a Francisco en 2019 en la residencia de Santa Marta durante la que el pontífice les dijo que se las iba a devolver yendo a su país. “Además, les preguntó en qué podía ayudarlos y ellos le respondieron que la Iglesia católica tenía en la diócesis dos colegios primarios, pero que hacía falta un secundario”, narra Ravaioli. “Entonces -completa-, Francisco le pidió el dinero para su construcción a la Conferencia Episcopal Italiana y hoy la escuela es una realidad”.
Durante su visita a Papua Nueva Guinea y después de un encuentro multitudinario por la mañana en Puerto Moresby, la capital del país, el Papa realizó un vuelo de dos horas hasta Vánimo, visitó el colegio y se encontró con los docentes y alumnos que estaban maravillados con su presencia. “Pese al trajín que le demandó ese día -añade el padre Tomás- tuvo el gesto de ir luego a la casa donde vivimos los seis curas, de dedicarnos media hora mateando y dejarse abrazar. Y, por supuesto, también visitó a las hermanas”.
El padre Tomas señala que la presencia de la Iglesia católica en Papua Nueva Guinea -un país de once millones de habitantes, de los cuáles el 50 % son cristianos de diversas denominaciones y un 40 % son católicos- es muy relevante en el desarrollo social porque cuenta con muchas escuelas y hospitales, más allá de su acción religiosa, siendo muy apreciada por sus habitantes. Pese a su riqueza natural, tiene mucha pobreza y graves problemas de delincuencia.
Además de Ravaioli, los otros sacerdotes argentinos son los hermanos Agustín y Martín Prado, Migue De La Calle y Alejandro Díaz. Y las religiosas argentinas son Cielos Prado -hermana de Agustín y Martín-, Consuelo y Sagrario. Dice que optaron por venir a un país tan alejado y a la diócesis de Vánima -donde no hay agua corriente, ni luz- “por amor a Jesucristo y a las almas de aquí y porque el Papa nos pide ir a las periferias geográficas”. Y concluye: “La gente nos adora y somos inmensamente felices”.
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