En términos generales, México alcanzó una población total de 126 millones de personas, de las cuales 61.4 millones son hombres y 61.6 millones son mujeres. Y los jóvenes de 15 a 34 años son 40.6 millones de personas.

Aunque el país sigue siendo el segundo en mayor número de católicos del mundo (solamente detrás de Brasil y por encima de Filipinas y Estados Unidos), lo cierto es que los católicos –según el Censo 2020—han descendido en porcentaje total de la población.

El descenso de los católicos es del cinco por ciento entre 2010 y 2020. En 2010 representaban 82.7 por ciento de la población mexicana, en tanto que el año pasado descendieron a 77.7 por ciento. Los católicos mexicanos son 97.8 millones de personas.

Una caída considerable que se manifiesta más peligrosa para la Iglesia católica cuando se constante el crecimiento de las personas que manifiesta que no solo han dejado de ser católicas (algo que era casi “transmisión automática”), sino que no tienen religión alguna.

Causas de la caída

Según señala el INEGI, en México, 10.2 millones de personas dicen no tener una religión, lo cual representa un considerable 8.1 por ciento de la población. Hay que señalar que es casi el doble de hace una década (4.7 por ciento en 2010).

Otro renglón importante para entender la caída del catolicismo en México es que las personas sin una adscripción religiosa, pero que son creyentes llegaron a 3.1 millones, cuando en 2010 no se tuvo registro de este hecho.

Los protestantes y los cristianos evangélicos también crecieron en un número durante esta década pasando de 7.5 a 11.2 por ciento del total de la población mexicana, con 14 millones de personas.

A los protestantes y cristianos evangélicos le siguen quienes se definen dentro de la religión judaica 58.876 personas en todo el país) y la islámica (con 7.982 personas).

Hacia 2031

Con estas cifras, la Iglesia católica ha propuesto un programa de acción hacia 2031 (año en el que se celebra el quinto centenario de las apariciones de la Virgen de Guadalupe) que intenta revitalizar el catolicismo con el llamado a ser “discípulos y misioneros” para que México tenga vida en abundancia.

La población, mayoritariamente joven, lo necesita con urgencia. Es en ella donde ha crecido exponencialmente la no religiosidad y el desapego a la Iglesia de sus mayores.