La islamofobia en Francia no para de crecer. Además del endurecimiento de la policía y los medios de comunicación, se le suma que, en la campaña presidencial, el ataque a la población islámica, a quienes ven como una amenaza, es uno de los focos de los candidatos con más chances de ser electos. La atmósfera irrespirable obligó a muchos musulmanes científicos e intelectuales a partir a otras naciones más receptivas y tolerantes.

Por ejemplo, el escritor Sabri Watt, nieto de argelinos, tuvo que partir a Filadelfia, en Estados Unidos. Un día lo llamaron “sucio árabe” y ya no soportó más la presión. “Entendí que desde los atentados en Francia del 2015, donde hubo 130 víctimas, ya no iban a perdonarnos”, contó Watt en los medios. Los musulmanes franceses representan el 10% de la población. Un estudio del Centro de Estudios e Investigación Administrativos, Políticos y Sociales de la Universidad de Lille, sondeó a 900 inmigrantes franceses. Y concluyó que, la mayoría de los profesionales que partían del país era porque ya no se sentían más seguros en Francia, donde la islamofobia es moneda corriente en las calles, en los medios y en las escuelas.