Martes 07 de Junio de 2022
Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.
P. Matías Burgui, sacerdote de la Arquidiócesis de Bahía Blanca
Comenzamos a transitar nuevamente el tiempo ordinario, tiempo que nos invita a reconocer en Jesús al Maestro que camina con nosotros. En el Evangelio de hoy, Mateo 5, del 13 al 16, nos encontramos con este compendio de enseñanzas que hace el Señor: estamos llamados a ser sal de la tierra y luz del mundo. Qué linda Palabra que nos regala Jesús: tenemos una misión. ¿Cuántas veces sentimos que somos demasiado poco, no? ¿Cuántas veces caemos en el cansancio o el desánimo? Y lo decimos: “bueno señor, yo la remo y la remo y la remo, pero me canso, no doy más. Sé que vos me sostienes, pero me canso”. Cuántas veces se nos pasa por la cabeza que nadie se compromete que estamos solos, que los únicos que le metemos ganas a todo somos nosotros, que nadie nos valora. Bueno, Jesús nos dice en el Evangelio que lejos de eso, que hoy somos como esa sal de la tierra y esa luz del mundo, que no tenemos que hacernos mala sangre, que preocuparnos o descreer si no encontramos correspondencia en los demás. Siempre y cuando estemos haciendo lo que tenemos que hacer y cumpliendo nuestra misión, vamos encaminados. No hay nada que plenifique más que encontrar la Voluntad de Dios. Vos seguí, aunque estés cansado, aunque no des más. Apoyate en Jesús. Si sos consciente de que querés poner en el medio a Jesús, vas a ser sal y luz siempre. Por eso ponelo a Jesús en el medio de todo. Somos condimento, el que cocina la cosas es el Señor. Así que ojo, siempre el centro tiene que ser Dios. Si te pasas de sal, arruinás la comida. Si te pasás de luz, encandilás. En la vida tenés que poner sabor y manejarte con el justo medio, saber que todo exceso es malo. Para eso nos orienta el Esíritu Santo. Buscá dejar que Dios te haga instrumento de su amor, dale gusto a la vida de los que te rodean. Esa es la mayor bienaventuranza que podés tener en tu vida, ponerlo a Dios siempre en tu familia, en tu estudio, en tu trabajo, en tu hogar. Si dedicás tu vida a vivir lo que el Señor te pide, que es amar en lo concreto, no hay de qué preocuparse, Él va a ser el centro.
Hay que pensar el Evangelio en clave de don, no solo para los demás, sino para nosotros mismos. es Dios el que te da la sal. Es Dios el que te da la luz, esto nos sirve para revisar cómo vamos llevando el día a día. Por eso, preguntate hoy cómo y dónde estás encontrando el gusto de tu vida, cómo y dónde estás encontrando la luz que te ilumina. Acordate que nadie da lo que no tiene y que si querés vivir bien, primero hay que dejarse iluminar por Dios.
Tenés que ser Evangelio para los demás, no hay mucha vuelta para darle. Si dejás que Jesús camine con vos, hoy te vas vas a sorprender. Con un pequeño gesto, con una pequeña palabra, con una pequeña actitud, pero siempre poniendo a Dios en medio.
Que tengas un buen día y que la bendición de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, te acompañe siempre. Amén.
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