Discurso del presidente de AMIA

Discurso del presidente de AMIA

 Entre muchas consideraciones posibles, quisiera comenzar estas reflexiones diciendo que la creación del Estado de Israel pareció constituir el comienzo de una nueva etapa en el devenir del Pueblo Judío; vale decir, el inicio de un ciclo cualitativamente distinto de aquel otro que, signado por la más cruel intolerancia, caracterizó una buena parte de la historia de Europa y que tuvo su punto culminante en la Shoá. 

De este modo, y aunque desde su primer día el nuevo estado fue atacado por cinco ejércitos árabes que pusieron en riesgo su incipiente existencia, también hubo importantes sectores de la opinión pública internacional que, todavía consternados por los terribles crímenes acontecidos pocos años antes, manifestaban alguna simpatía por Israel y, más en general, con lo que había quedado de la población judía mundial. De hecho, hasta parecía haber un cierto consenso acerca de que el Estado de Israel era un derecho del Pueblo Judío, y que el exterminio masivo ocurrido pocos años antes había sido el episodio más vergonzante en la historia de la humanidad. A pesar de ello, esta situación se fue revirtiendo gradualmente para peor. Como explica Richard Baehr, originariamente las Naciones Unidas estaban principalmente conformadas por las democracias que habían combatido a las potencias del Eje. Con la descolonización de África y Asia después de la guerra, docenas de nuevas naciones, desde entonces apodadas “el Tercer Mundo,” se convirtieron en el bloque dominante en la ONU, especialmente en la Asamblea General y otras organizaciones internacionales. Estas nuevas naciones incluyeron a muchos países árabes e islámicos, y su poder numérico cambió la relación de fuerzas de estas organizaciones que entonces se convirtieron en elementos de ataque contra Israel. Tres cuartos de todas las resoluciones de la Asamblea General de la ONU destinadas a un país específico son reproches a Israel. 

Como lógica consecuencia era de esperar que la comunidad internacional considerara a Israel el peor país del mundo (o al menos el más fácil de agredir diplomáticamente) mientras simultáneamente ignoraba los manifiestos desastres en derechos humanos ocurridos, por ejemplo, en Sudán, Somalía, Nigeria, Irán, Corea del Norte, Pakistán, Bangladesh, Libia, Arabia Saudita y muchísimos más… Desde que no hay interés real en la justicia, Israel siempre es juzgada por una norma diferente, con una doble moral. En un contexto como el que estamos describiendo no es de extrañar que los grupos terroristas comenzaran a ser considerados como organizaciones de combatientes por la libertad; que las dictaduras orientales, laicas o religiosas, fueran equiparadas con los regímenes democráticos y consideradas con igual legitimidad que éstos; que Israel pasara de ser vista como un proyecto ejemplar que tenía mucho que ofrecer a la humanidad, a un estado imperialista y depredador. De este modo, hoy, 67 años después del nacimiento del nuevo estado, podemos ver como en un lapso tan breve el apoyo, que inicialmente muchos países de Occidente brindaron al entonces novel Estado de Israel, mutó hacia la cobarde política de transigir con el terrorismo en la presunción de que, volviéndose duramente críticos con Israel, comprarían la paz, la seguridad, y tal vez el petróleo de quienes financian estas organizaciones armadas.    Por el contrario, y a pesar de sus afanes conciliadores para con el terrorismo, Europa en su conjunto se ha ido convirtiendo en un lugar cada vez más inseguro. Los continuos atentados que se vienen perpetrando en distintos países del viejo continente, sumados a una creciente sensación de hostilidad para con su población judía, han instaurado un temor que, hasta hace muy pocos años, no parecía posible que volviera a manifestarse…  Recientemente, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, la gran sinagoga de París ha debido cerrar sus puertas un Shabat por razones de seguridad. Hay quienes están recomendando no usar kipá en ciertas áreas de Alemania, Francia y Finlandia a fin de evitar estereotipos judíos que podrían suscitar distintos tipos de agresiones. La emigración de judíos europeos hacia Israel está alcanzando niveles importantes… En Jerusalén ya hay barrios donde el principal idioma que se escucha hablar en sus calles es el francés.        De algún modo, Israel vuelve a ser el lugar de los judíos sin lugar. El refugio y la esperanza de quienes buscan comenzar una vida nueva: libre del miedo a un antisemitismo que, disfrazado de anti-sionismo, no es otra cosa que un modo de reciclar lo que ya no puede ser ocultado: que los viejos fantasmas están resucitando o tal vez, inclusive, que nunca murieron. Como ya dijimos, desde su nacimiento el Estado de Israel siempre estuvo  bajo la amenaza de ser destruido. Jamás faltaron quienes públicamente clamaron y claman por su desaparición ante la indiferencia cómplice de muchos líderes políticos que, desde una cómoda neutralidad, alientan pasivamente este tipo de actitudes.  Ya en 1948 el futuro jefe de la resistencia palestina, Ahmed Chukeiry, afirmaba que el objetivo de la invasión era “la eliminación del estado hebreo”. Muy recientemente, en marzo de 2015, el jefe de la milicia Basij de la Guardia Revolucionaria de Irán, dijo que “borrar a Israel del mapa es innegociable”. Declaraciones, estas últimas, que fueron proferidas mientras se llevaban a cabo las tratativas que el conjunto de países incluidos en el G5+1 mantiene con Irán para evitar que este último construya armas nucleares. Un acuerdo, digámoslo de paso, que deja intacta la infraestructura iraní para producir armas nucleares y cuyos medios para evitar una posible expansión de las mismas se limitan las inspecciones OIEA y la cooperación voluntaria de Irán. La situación es extremadanamente peligrosa pero en circunstancias tan difíciles no debemos olvidar que la historia del Pueblo Judío tiene mucho de milagroso. Sería imposible atribuir su continuidad a causas meramente racionales. Como decimos en la Hagadá de Pésaj, “pues no solamente uno se alzó contra nosotros para exterminarnos, sino que en cada generación se levantan contra nosotros quienes pretenden destruirnos pero, El Santo Bendito Sea, nos salva de sus manos”. También el Estado de Israel, como una de la expresiones del Pueblo Judío, desde aquel Iom Hatzmaut de 1948, ha pasado por muchos momentos difíciles frecuentemente acompañados por la incertidumbre y el temor, pero, en definitiva, siempre alentados por la inconmovible esperanza que le confiere el saberse parte de un pueblo eterno, protegido por Aquel que, en virtud de Su infinita misericordia y desde más allá de tribulaciones humanas, lo cuida y lo guía para que realice su destino.Como siempre decimos: AM ISRAEL JAI

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