Sesenta y ocho largos años transcurrieron entre el comienzo del culto a las imágenes del Milagro
SALTA.- "Dulce Jesús mío y mi crucificado Señor”, son las palabras con que la grey salteña se dirige suplicante a su patrono y dan inicio a la novena, que año a año -conjuntamente con el Pacto de Fidelidad-, corona la devoción al Señor y a la Virgen del Milagro, cumpliendo la promesa efectuada durante aquellos aterradores días del mes de septiembre, del año 1692.
Sesenta y ocho largos años transcurrieron entre el comienzo del culto a las imágenes del Milagro y la redacción de la novena con que el pueblo de Salta, devotamente los honra. La primera edición data del año 1760, está dedicada a la Virgen y su título reza: "Novena de María Santísima del Milagro y Jesús Crucificado que se venera en la ciudad de Salta”.
De las cualidades de su autor
Su autor fue el presbítero doctor Francisco Javier Fernández y está considerada como un "monumento de la literatura religiosa, de la piedad sana, ortodoxa y emocionante que informaba el espíritu cristiano e ilustrado de aquella época”, según apreciaciones vertidas por monseñor Miguel Ángel Vergara en su "Compendio de la Historia del Milagro de Salta”. La destreza que el padre Fernández poseía en el campo de las letras era conocida, así como también el gusto por la lectura de los clásicos, inclinándose desde pequeño a la poesía. La devoción que se desprende de cada una de sus oraciones cabalga en concordancia con la riqueza del lenguaje, trasladándonos con su fervor al siglo XVIII o quizás -a juzgar por la sencillez y el tono directo de sus palabras-, aún más lejos, al Siglo de Oro o al Renacimiento Español.
Hijo de don Francisco Fernández Pedrosa -maestre de campo y encomendero de Cafayate- y de doña Francisca de Aguirre y Pedrosa Sierra, era a su vez hermano de doña Manuela Fernández Pedrosa y Aguirre, casada con don Pedro Antonio de Gurruchaga y madre del doctor Francisco de Gurruchaga.
Del clamor de las palabras
La novena es en sí misma, una oración suplicante –su rasgo singular está determinado por la redacción en primera persona- elevada a Jesús crucificado. Destacan los "Atributos de María”, cualidades con las que se distingue a la Virgen, variando las mismas a medida que transcurren los días. Es también de autoría del padre Francisco Javier Fernández, el poema "Las Doce Estrellas del Cielo de María”, transformado en himno con el correr de los tiempos. El ejemplar del año 1787 -el más antiguo conocido hasta la actualidad- , registra en sus páginas finales, una nota fechada 4 de diciembre del año 1760, donde se solicita la aprobación por parte del "R.P. Rector Fr. Ignacio Xabier de Leyba de la Compañía, para que impuesto en las cláusulas de las Oraciones, las examine y le sirva poner su parecer al pie de este decreto (…)”. Al día siguiente -5 de diciembre-, él mismo emite decreto juzgándola "digna de las aprobaciones de su Illma”, agregando a continuación "concedemos nuestra licencia para que, en el día citado, y en los demás que anualmente la rezare la devoción de los Fieles, y siempre que se practique tan meritoria devoción, concedemos.40 días de Indulgencias (…), firmado por Martín Gurmendi, Secretario”.
Las oraciones correspondientes a cada día fueron agregadas con posterioridad -posiblemente a principios del siglo XX-, pues en la edición del año 1887 no se encontraban aún publicadas. Emma Solá de Solá, baluarte de la literatura salteña, es la autora del Himno al Señor del Milagro, que acompaña las ediciones actuales de la novena.
Del autor de los "Recuerdos”
Monseñor Miguel Ángel Vergara -oriundo de Catamarca y que tan dedicada actuación cumpliera en Salta, (no solamente como sacerdote sino también como historiador)-, es el autor del "Devoto Ejercicio para la Entronización de las Imágenes del Señor y de la Virgen del Milagro” que contiene la "Renovación del Pacto de Fidelidad”, incorporado a la novena en el año 1954. Los cinco "Recuerdos” que la conforman, ofician de conductores en el túnel del tiempo y explican sucintamente los acontecimientos de aquellos tenebrosos días, en que Salta tembló y la ciudad de Esteco se hundió. Los mismos se suceden uno a uno, al son de las dulces palabras extractadas de documentos del año 1712: "Mirad este Soberano Señor, cuán hermosísimo y devotísimo es”. "Verdaderamente es una maravilla este Señor”.
Así lo expresó el ilustre poeta y escritor salteño Juan Carlos Dávalos, quien volcara su cara devoción en las páginas de su libro "Otoño”: "Con la pompa ritual que la costumbre / piadosa de los siglos ha guardado / condúcete, Señor Crucificado, / por las calles inmensa muchedumbre.// Lleno mi corazón de pesadumbre / y de duda mortal y de pecado, / duélese del martirio penetrado / que tuviste del Gólgota en la cumbre.” Salta se prepara para recibir los millares de devotos -algunos provenientes de los lugares más recónditos de la provincia-, en un nuevo capítulo por demostrar la gratitud de una ciudad entera, tradición ancestral de hoy y de siempre.
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