Durante su mensaje previo a la renovación del Pacto de Fidelidad, el arzobispo de Salta, monseñor Mario Cargnello, se permitió abordar la realidad política nacional atento a la proximidad de las elecciones presidenciables en octubre.
Se dirigió a los seis candidatos que hoy están ante la posibilidad de ser elegidos presidentes. “Ustedes son responsables de decirnos la verdad. Me dirijo a Adolfo (Rodriguez Saa), Daniel (Scioli), Margarita (Stolbizer), Mauricio (Macri), Nicolás (Del Caño) y Sergio (Massa). No sé si escucharán esta propuesta, pero creo que es necesario decirla. Ustedes conocen los grandes desafíos que tiene que enfrentar nuestra patria en esta hora. Son temas recurrentes en sus discursos y en los medios de comunicación como en las reuniones partidarias. Sólo me atrevo a pedirles lo siguiente: De cara a la responsabilidad que Dios y sus hermanos argentinos podrán conferirles pongan delante de sus ojos los rostros de los ancianos, de los niños, de los jóvenes, de los pobres. (Allí afloraron los mayores aplausos de los asistentes).
Miren en los cientos de miles de ancianos a sus padres o a sus abuelos y comprométanse a poner en marcha un tiempo que los respete de verdad, sin falsas promesas o anuncios de verdades a medias. Ningún anciano debe agradecer a ningún gobernante el respeto de un derecho que les corresponde. No es una dádiva dicho reconocimiento, es justicia. No los engañemos con viajes si les negamos el acceso pronto y correcto a la salud y a la justa jubilación. No malgastemos lo que es de nuestros abuelos.
Miren en el rostro de los niños, sobre todo de los más pobres y vean en ellos a sus hijos (que lo serán de quien asuma la responsabilidad de gobernarnos). Apuesten y comprométanse con una educación que se convierta en la fuerza que nos lleve a la equidad en el tejido social. Que se dé la posibilidad de nivelar para arriba al niño de una escuela de Santa Victoria Este como la tiene el niño o la niña de un colegio del barrio mejor posicionado de la Capital Federal.
Luego dijo que “miren el rostro de los niños y jóvenes destruidos o condenados por el flagelo de la droga y anímense a luchar por erradicarla sin claudicar en el empeño. Que crezca la justicia social ofreciendo posibilidades de trabajos genuinos y dignificantes. Que los jóvenes descubran que vale la pena vivir en esta tierra porque ella los cobija, alienta y acompaña.
Además expresó “miren el rostro de nuestros pobres. No discutamos sólo estadísticas. Tendamos la mano creciendo en solidaridad, en austeridad de vida. Y si tienen que tomar decisiones difíciles no teman señalarnos el camino con su austeridad transparente, con su honestidad, con el respeto que nos manifiesten diciéndonos la verdad. Los argentinos necesitamos un tiempo nuevo con líderes capaces de orientarnos con espíritu de comunión. No teman el juicio de la historia, teman el juicio de Dios que se transparenta en esos rostros que hoy les entregan sus ilusiones en un acto de confianza.
Los tres desafíos
En la primera parte de su discurso el titular de la Iglesia Católica de Salta rememoró el cántico de San Francisco “Alabado seas, mi Señor, con todas tus criaturas. Especialmente el hermano sol, el cual hace el día y nos da la luz. Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana madre tierra, la cual nos sustenta y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas".
Luego se refirió a los desafíos en Salta ante el bicentenario de la Independencia de la Patria. Manifestó “envueltos, pues, en el clima de familia que resplandece en tu presencia de Resucitado, queremos reflexionar juntos en tres desafíos que, siendo importantes para todos, aparecen urgentes en esta hora de la humanidad y en el hoy de la historia de nuestra patria que se prepara a celebrar el Bicentenario de la Independencia Nacional el próximo 9 de julio de 2016. 1. Necesitamos cuidar lo creado haciendo de Salta una casa común. 2. Es impostergable cultivar entre todos los argentinos la cultura del encuentro que nos permita pensar y proyectar un futuro.
3. No podemos eludir el compromiso de dar el paso para convertirnos de habitantes en ciudadanos.
Se refirió al Papa, al sostener “como enseña Francisco, confesar a Dios como Padre que ama infinitamente a cada ser humano implica reconocer en cada uno una dignidad sagrada que debemos respetar. Confesar que el Hijo de Dios se hizo hombre y dio su vida por nosotros compromete también nuestras relaciones sociales. No puedo ser cristiano y menospreciar, mucho menos despreciar al otro. Confesar que el Espíritu Santo vive y actúa en la humanidad nos exige respetar la diversidad y procurar a toda costa la comunión. Reconocer el amor de Dios y responder a ese amor provoca en nuestra vida y en nuestras acciones el deseo, la búsqueda y el cuidado del bien de los demás”.
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