José Fernando Schlosser, decano de la Universidad Federal de Santa María, del Estado de Rio Grande do Sul, Brasil, circuló un memo en el que requiere una lista con los nombres de los alumnos y profesores israelíes de la institución. 

“Solicitamos el envío urgente de la información de la presencia de docentes y alumnos Israelíes en nuestro programa de posgrado”, exige una misiva el polémico profesor. “Esta demanda obedece el pedido de los representantes del Comité de Solidaridad con el Pueblo Palestino”, completa el comunicado firmado el pasado 15 de mayo, que también es aprobado por organizaciones sindicales y estudiantiles. 

El documento no especifica el motivo por el cual requiere la lista de los israelíes, pero la aparición del Comité de Solidaridad con el Pueblo Palestino invita a pensar que esta vergonzosa iniciativa es parte del boicot internacional contra el Estado judío.

La universidad confirmó la autenticidad del documento, aunque aclaró que el pedido es pura y exclusiva responsabilidad de quien lo firmó. El rector de la casa de estudios, Paulo Afonso Burmann, negó que la universidad esté colaborando para boicotear a Israel, alegando que nunca han tomado partido de disputas internacionales. 

La fiscalía Río Grande do Sul anunció que abrirá una investigación contra Schlosser por “sospecha de discriminación, basada en el color, la raza, la etnia, la religión o la nacionalidad”. La medida del decano fue ampliamente repudiada por los medios de comunicación de Brasil, alegando que el “académico” viola principios constitucionales. 

La Cancillería de Israel en Brasil emitió un comunicado en el que rechaza de manera categórica la posición de Schlosser: “Este es un incidente muy serio contra la comunidad judía; es un pedido con claras notas racistas. Los pedidos de listas negras nos hace acordar a los días más oscuros de la humanidad”. 

Rodrigo Constantino, un prestigioso periodista de la Revista Veja, criticó con dureza el comunicado de Schlosser, el cual fue calificado de “judeófobo”, y se preguntó si una vez que el docente tuviera la lista con los nombres de los israelíes, el próximo pasó no sería el de exigirles “que se pongan una estrella amarilla para que sean identificados fácilmente en el campus”.