Algunos puntos interesantes del nuevo Directorio de Catequesis del Vaticano

Algunos puntos interesantes del nuevo Directorio de Catequesis del Vaticano

Hace escasos días, la Santa Sede ha presentado el "Nuevo Directorio de Catequesis" , un texto de 291 páginas y doce capítulos que ha necesitado hasta doce borradores para su publicación final. Se trata del tercer Directorio desde el Concilio Vaticano II, tras el primero de 1971, y el segundo, de 1997 y está en continuidad con las enseñanzas de San Pablo VI. 

El documento ha sido elaborado por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización con el objetivo de que el "Evangelio permanezca siempre actual en la cultura del encuentro". 

Aunque el Directorio va dirigido en primer lugar a los obispos, se trata de un texto que sirve de guía a sacerdotes, diáconos, personas consagradas y millones de catequistas que se dedican a dar catequesis y evangelizar. 

Es un documento extenso que necesita de una lectura reflexiva desde la fe. Me he quedado con algunos puntos interesantes que paso a destacar: 

(29). Evangelizar no es, en primer lugar, llevar una doctrina; es, ante todo, hacer presente y anunciar a Jesucristo. La misión evangelizadora de la Iglesia expresa de la mejor manera la economía de la Revelación; en efecto, el Hijo de Dios se encarna, entra en la historia y se hace hombre entre los hombres. 

(30). La evangelización tiene como fin último la plenitud de la vida humana. El Occidente cristiano al presentar esta enseñanza utilizó el concepto de salvación, mientras que el Oriente cristiano prefirió hablar de divinización. ¿Por qué Dios se ha hecho hombre? «Para salvarnos», dice y repite Occidente. «Para que el hombre llegue a ser Dios», afirma el Oriente. En realidad, las dos expresiones son complementarias: Dios se ha hecho hombre para que el hombre llegue a ser como Dios lo ha querido y creado, es decir, para que sea a imagen del Hijo, hombre salvado del mal y de la muerte, para participar de la misma naturaleza divina. Los creyentes pueden experimentar ya aquí y ahora esta salvación, sin embargo, ella encontrará su plenitud en la resurrección. 

(41). En tercer lugar, está el ámbito de «quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado. Muchos de ellos buscan a Dios secretamente, movidos por la nostalgia de su rostro, aun en países de antigua tradición cristiana. Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable. La Iglesia no crece por proselitismo sino “por atracción”. 

(51). El misterio de la fe cristiana encuentra su síntesis en la misericordia, que se ha hecho visible en Jesús de Nazaret. La misericordia, corazón de la Revelación de Jesucristo, manifiesta el misterio mismo de la Trinidad. Es el ideal evangélico de vida, el verdadero criterio de la credibilidad de la fe, el centro más profundo de la experiencia de la Iglesia. Ella está llamada a proclamar esta verdad, que es el amor de Cristo. No hay anuncio de fe si no hay un signo de misericordia. 

(54). En el tiempo de la nueva evangelización, la Iglesia desea que también en la catequesis se adopte este estilo de diálogo, de modo que el rostro del Hijo se haga más fácilmente visible, al igual que el encuentro con la samaritana, Él se detiene a dialogar con cada persona para conducirla suavemente al descubrimiento del agua viva. 

(59). De esta centralidad del kerygma para el anuncio se derivan algunas consideraciones importantes también para la catequesis: «que exprese el amor salvífico de Dios previo a la obligación moral y religiosa, que no imponga la verdad y que apele a la libertad, que posea unas notas de alegría, estímulo, vitalidad, y una integralidad armoniosa que no reduzca la predicación a unas pocas doctrinas a veces más filosóficas que evangélicas». 

(228) La vida matrimonial y familiar, vivida según el plan de Dios, es ya un Evangelio en sí mismo, en el que se puede leer el amor gratuito y paciente de Dios por la humanidad. Los cónyuges cristianos en virtud del sacramento del matrimonio participan en el misterio de la unidad y del amor fecundo entre Cristo y la Iglesia. La catequesis en la familia, por tanto, tiene la tarea de hacer que los protagonistas de la vida familiar, especialmente los esposos y padres, descubran el don que Dios les da a través del sacramento del matrimonio. 

(239). La infancia, o edad preescolar, es un tiempo decisivo en el descubrimiento de la realidad religiosa, donde se aprende por los padres y por el ambiente de vida una actitud de apertura y aceptación, o, al contrario, un rechazo y negación de Dios. También se aprende el primer conocimiento de la fe: un primer descubrimiento del Padre que está en los cielos, bueno y providente, hacia el cual se dirige el corazón con un gesto de afecto y veneración; el nombre de Jesús y María y algunos relatos de los principales momentos de la vida del Señor Jesús; signos, símbolos y gestos religiosos.

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