En el Capitolio, el Papa Francisco recordó la historia de la Urbe y pidió que la ciudad siga mostrando «su verdadero rostro» acogedor, hospitalario y generoso: la enorme afluencia de peregrinos, turistas y emigrantes no debe verse como un agravio; cada problema de Roma «es el “reverso” de su grandeza y, de ser un factor de crisis, puede convertirse en desarrollo»