Cuando el deporte es mas que un juego

Cuando el deporte es mas que un juego

Esta es la historia de Franco, un niño de 8 años con Trastorno del Espectro Autista (TEA), que a través del cricket encontró la manera de integrarse a sus compañeros y socializar con sus profesores de la Escuela Primaria N° 44 de José León Suárez. Una muestra más de la importancia que tiene la práctica deportiva en la inclusión y el desarrollo de los más chicos.

Cuando Franco gritó, caminó hacia el bate y golpeó la pelota, todos los que estaban en el patio de la Escuela Primaria N° 44 de José León Suárez quedaron sorprendidos. Sólo respondió “me toca a mí”  después de que Juan Pablo, su profesor de cricket, preguntara quién faltaba.

Franco tiene 8 años y fue diagnosticado con Trastorno del Espectro Autista (TEA). Son pocos los docentes y compañeros que le conocen la voz. Para muchos, fue la primera vez que lo escucharon hablar. Lo miraron expectantes, pero él caminó tranquilo, seguro y, entendiendo la dinámica del juego, bateó a su turno.

“Franco es un nene con una dificultad específica para integrarse y socializar. Durante la práctica de cricket, él solo se incluyó y nos sorprendió”, contó Lorena De Luca, directora del colegio. Y explicó: “El proyecto que tenemos en la escuela, articulado con Cricket Sin Fronteras, tiene esa finalidad: incluir a los chicos que tienen alguna problemática en el aprendizaje, ya sea por problemas emocionales o por algún otro diagnóstico”.

Desde ese día, Franco “sigue saludando a sus profesores y mejorando” en su proceso de socialización gracias a su acercamiento al deporte. Su entrenador de Cricket se ganó su confianza y ahora “cada vez que lo ve, lo saluda”.

Los TEA afectan la manera en la que una persona ve al mundo, procesa la información y actúa recíprocamente con otros. Quienes tienen algún trastorno de este tipo, se encuentran con dificultades a la hora encarar relaciones sociales, comunicarse y pensar en abstracto. En la práctica del deporte puede generarse una herramienta para que los chicos desarrollen un espacio más para relacionarse y generar vínculos de confianza con docentes y compañeros. Franco empezó a construirlo gracias al cricket.

La iniciativa de Cricket Sin Fronteras tiene nueve años. Empezó en la Villa 21, de Barracas, impulsado por el Padre “Pepe”, José Di Paola, y Daniel Juárez en la Parroquia Virgen de los Milagros de Caacupé, de la Ciudad de Buenos Aires. Contó con la aprobación del -por entonces- Cardenal Jorge Bergoglio. Luego el proyectó desembarcó en Villa La Cárcova, de José León Suárez con amplio reconocimiento. Desde el año pasado se incorporaron chicos de siete escuelas de San Martín y una de San Miguel, con resultados enriquecedores.

 

 

Se trata de más de mil chicos de 8 a 22 años que aprenden “un deporte de reyes”, lo resignifican y encuentran allí un espacio de tolerancia, respeto, trabajo en equipo y vínculos que les permiten ser conscientes de que pueden pensar un proyecto de vida diferente.

En los ocho colegios los chicos reemplazaron su hora de Educación Física por la práctica de Cricket, siempre con la mirada puesta en el deporte como herramienta de inclusión y formación..

Daniel Campanille es profesor de la Escuela Nº 51 de José León Suárez y contó: “El proyecto Cricket Sin Fronteras le dio un nuevo giro a la escuela. Desde lo deportivo nos dio algo novedoso, pero además le permitió a los chicos generar nuevos hábitos. Con el compromiso de los alumnos, docentes, directivos y coaches de Cricket Sin Fronteras, logramos generar una salida semanal a la plaza donde practicamos el deporte. También torneos, charlas y encuentros. Son unos 150 alumnos divididos en dos horarios que mejoraron su relación con los docentes y generaron nuevos lazos. Además, desde que aplicamos el programa, mejoró la asistencia, el respeto, la confianza y la aceptación de las reglas. Se generó en los chicos mucha expectativa y ganas de superarse con la ayuda solidaria de sus compañeros”.  

Para Karina León, otra profesora de la Escuela N° 51, “el trabajo, que empezó en 2016, es maravilloso”: “Con el correr de las clases los chicos se entusiasmaron cada vez más. Logramos, de a poco, un cambio en sus formas de jugar y de relacionarse. Pero sobre todo logramos compañerismo, solidaridad y sentido de pertenencia”.

Reconocimientos nacionales e internacionales, no son el verdadero premio: sino que niños y jóvenes se formen en valores humanos, ayudándolos en su inserción social y a construir su propia identidad sin renegar de su origen. El objetivo es alejarlos de la calle, despertando en ellos el respeto, las ansias del conocimiento y la cultura del trabajo, para  construir un puente que los lleva a integrar una sociedad que antes los excluía.

 

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