Comentario sobre una cita africana

Comentario sobre una cita africana

Las palabras de Francisco en la periferia pobre de África reproducen las de Bergoglio arzobispo en las villas de emergencia de Buenos Aires.

Por Alver Metalli

En el barrio marginal de Kangemi, en Kenia, el Papa Francisco ha reivindicado la “sabiduría de los barrios populares” –“valores que no cotizan en bolsa”, dijo- una sabiduría que nace de “la empecinada resistencia de lo auténtico, de valores evangélicos que la sociedad opulenta, adormecida por el consumo desenfrenado, pareciera haber olvidado”. Y también ha reconocido el valor de un aspecto particular de esta cultura popular de las áreas marginales: la capacidad de “tejer lazos de pertenencia y de convivencia que convierten el hacinamiento en una experiencia comunitaria donde se rompen las paredes del yo y se superan las barreras del egoísmo”.

Las palabras del Papa en el mayor asentamiento informal de Nairobi tiene un antecedente que él mismo citó durante su discurso. Es un texto que pertenece a otro ámbito geográfico, el de los barrios marginales argentinos, las villas, como las llaman en este país de América del Sud, que Francisco conoce muy bien y que visitaba asiduamente antes del 13 de marzo de 2013. El documento fue escrito en 2007 por el grupo de sacerdotes que viven en los principales barrios de emergencia de Buenos Aires y fue sometido a la aprobación del arzobispo Bergoglio. En Argentina se lo conoce con el título “Reflexiones sobre la urbanización y la cultura villera”, redactado por el Equipo de Sacerdotes para las villas de emergencia Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el 11 de junio de 2007.

“Era época de elecciones y estaba en juego el gobierno de la ciudad de Buenos Aires”, recuerda uno de los redactores, el padre José María di Paola. “Notábamos que las preguntas de los periodistas a los candidatos apuntaban siempre en la misma dirección: qué tipo de intervenciones habían programado para contener la violencia, la delincuencia, el tráfico y el consumo de droga, y qué pensaban hacer con las villas. Era como si en el inconsciente colectivo se pensara que las villas eran lugares donde se concentraba lo peor de la sociedad y que, si se resolvían allí esos problemas, se resolvían los problemas de la violencia y de la inseguridad en el resto de la ciudad. Nosotros, que vivíamos en la villa de manera estable y en contacto con la población, considerábamos que ese enfoque era injusto y veíamos que era totalmente parcial”.

Los 15 sacerdotes que en aquel momento formaban el equipo, distribuidos en 9 zonas marginales de la capital argentina, decidieron poner por escrito una serie de consideraciones para mostrar otro rostro de la villa, el verdadero, el rostro que desconocían los medios y los políticos. “Escribimos un borrador, lo discutimos entre todos los curas, y a mí me encargaron que lo transmitiera al arzobispo Bergoglio para que le hiciera las modificaciones que considerara necesarias”, cuenta Di Paola. Bergoglio aprobó el documento con convicción. “No tocó nada del texto y corrigió solamente algunos errores de ortografía. Después lo hizo publicar en el boletín eclesiástico para que lo compartiera el resto de los sacerdotes, religiosos y religiosas y toda la comunidad eclesial de Buenos Aires”.

La cultura de los barrios populares, impregnada de esta particular sabiduría, tiene características muy positivas que son un aporte para el tiempo que nos toca vivir y que se expresa en valores como la solidaridad, el dar la vida por el otro, el preferir el nacimiento a la muerte, el dar un entierro cristiano a sus muertos, el cuidar del enfermo, el ofrecerle un lugar en la propia casa, el compartir el pan con el hambriento –“donde comen 10 comen 12”–, la paciencia y la fortaleza frente a las grandes adversidades, etc.”. Exactamente las mismas palabras que el Papa pronunció en Kenia. Y a continuación dijo, calcando el documento argentino: “En ese sentido, propongo retomar la idea de una respetuosa integración urbana. Ni erradicación, ni paternalismo, ni indiferencia, ni mera contención. Necesitamos ciudades integradas y para todos. Necesitamos superar la mera proclamación de derechos que en la práctica no se respetan, concretar acciones sistemáticas que mejoren el hábitat popular y planificar nuevas urbanizaciones de calidad para albergar a las futuras generaciones. La deuda social, la deuda ambiental con los pobres de las ciudades se paga haciendo efectivo el derecho sagrado a las «tres T»: tierra, techo y trabajo. No es filantropía, es una obligación de todos.

“El planteo de la integración urbana”, comenta Di Paola, “corresponde a lo que dijimos antes con respecto a la urbanización de las villas de Buenos Aires. Pensamos que la palabra “urbanizar” está relacionada con un desconocimiento de la realidad de las villas, no necesariamente por mala intención, pero sí por ignorancia, y por lo tanto con una intervención de tipo “colonial”. No creemos en esta urbanización, más bien creemos en el encuentro de culturas que conviven, comparten y se enriquecen”.

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