Coronavirus: cómo esperar un resultado de laboratorio en La Plata sin morir en el intento

“Bactereología del Instituto del Diagnóstico no trabaja sábados y domingos”, así le respondieron a un joven platense recién repatriado que empezó a presentar síntomas mientras cumplía estrictamente la cuarentena. Una historia digna de una película de Netflix en tiempos de pandemia, en la que la realidad parece superar a la ficción. Uno de los antagonistas es una aplicación, “Cuidar”, que, lejos de hacer lo que promete su nombre, falla y anuncia un cuadro positivo de coronavirus.

El 19 de abril, en horas de la noche, un joven platense finalmente logra volver del extranjero en un vuelo de repatriación. Como todos los que estaban en su situación, debía someterse a una estricta cuarentena obligatoria.

Ni bien llegó al Aeropuerto de Ezeiza le explicaron que tenía que bajarse una aplicación, “Cuidar”, y asociarla con su documento de identidad. Lo hizo y esperó ser trasladado cumpliendo medidas de asilamiento severas hasta su domicilio, tal como debería funcionar el protocolo. Pero nada de esto ocurrió: tuvo que irse a su casa por su propia cuenta.

Pasaron los días. El joven en su hogar concienzudamente tenía la rutina de colocar en la app su temperatura corporal y responder si se sentía con algún síntoma propio de Covid-19. Todo iba bien hasta que un día empezó a sentirse algo en­fermo, con tos, y como era su costumbre, lo re­portó en la aplicación.

Al octavo día llegó la sorpresa: “Cuidar” le indicó que dio positivo de coronavirus. El joven, entre maravillado e in­crédulo, consultaba la aplicación una y otra vez. Entonces decidió comunicarse con los servicios de salud para explicar lo que pasaba, pero la respuesta nuevamente lo sorprendió: “No le de importancia porque a veces la aplicación falla, debió haber tirado algún error, no es la primera vez que ocurre”.

Finalmente terminaron los quince días de cuarentena estricta, por lo que el muchacho esperaba que su teléfono sonara con el llamado del servicio médico para consultarle cómo estaba su salud y notificarle que ya podía salir. Eso nunca sucedió. Convencido de que aquel mensaje erróneo en su celular era parte del pasado, trató de olvidar aquel oscuro anuncio de la app y salió a hacer sus compras de comestibles.

Todo aún podía salir peor. La aparición de un fuerte cuadro febril al día siguiente lo trastornó, y como si esto fuera poco pasaron otras veinticuatro horas y la fiebre continuaba.

Asustado, ese jueves decidió llamar al 107, donde le explicaron telefónicamente que ellos, por protocolo sanitario, no podían ir a verlo, y le sugirieron que se comunicara con la obra social.

El joven escuchó impactado cómo desde la obra social la operadora técnica le explicaba que efectivamente tenía “los síntomas de coronavirus o dengue”, pero que tampoco ellos se podían arriesgar a ir a su casa. Entonces le informaron que le iban a hacer llegar un certificado médico para que, en caso de que la fiebre continuara, directamente se acercara a la guardia.

La fiebre no cesaba y tal como le indicaron, con su certificado médico, concurrió al Instituto de Diagnóstico con 38,5 grados de fiebre.

Pero cuando lo atendieron le reprocharon que haya ido, ya que “teniendo esos síntomas estaba exponiendo a todos”. Ya desorientado, el joven le explicó a los médicos que hizo exactamente lo que le habían dicho en su obra social que hiciera.

Finalmente los médicos lo atendieron en la zona de la emergencia, le tomaron nuevamente la temperatura corporal y procedieron a realizarle un hisopado. Conjuntamente con estos estudios, sometieron al chico a un cuestionario de varias preguntas y cuando terminaron, le indicaron que le iban a enviar el resultado el día viernes 29.

¿Qué otra cosa podía complicar más aún esta historia?

Él esperaba ansioso. Miraba su celular a cada instante, aguardaba el mensaje o la llamada con el resultado del hisopado. La ansiedad le empezaba a jugar malas pasadas, los nervios se hacían sentir, los minutos parecían horas y las horas, días. Finalmente llegó el anochecer y el chico revisó los mensajes recibidos al móvil. Nada.

Al día siguiente, el joven revisó su móvil otra vez: nada cambió. La ansiedad pudo más y decidió comunicarse telefónicamente con el Instituto del Diagnóstico en La Plata. Marcó el número del centro de salud, sonó tres veces, la señal del altavoz, y desde el otro lado le respondieron. Respira. Trata de calmarse para explicarle su situación a la operadora… entonces la respuesta lo deja sin palabras: “Bactereología del Instituto del Diagnóstico de La Plata no trabaja los sábados ni domingos, va a tener que esperar”.

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