Las colillas de cigarrillos son residuos contaminantes habituales en las calles. Para combatir los malos hábitos y realizar una labor de concienciación, en los últimos meses la ciudad belga de Ath ha instalado dos contenedores para recolectar colillas.

La iniciativa pretende animar a los fumadores y a los bares a que vacíen de forma responsables sus ceniceros, con el propósito de dar una segunda vida a los desechos. 

Las colillas se procesan en TchaoMégot, una empresa al norte de París. Se clasifican y pasan por un recipiente para eliminar los residuos del tabaco. La empresa se interesa por la fibra de los filtros, que están libres de productos tóxicos y olores de tabaco.

Amélie Velter, ingeniera de proyectos de TchaoMégot, explica que hacen pasar "disolvente a través del material, de modo que se lleve consigo todas las sustancias tóxicas que encuentre en su camino".

Las colillas pueden convertirse en una materia prima explotable para nuevos usos

Julien Paque, fundador de TchaoMégot, explica que puede encontrarse "arsénico, mercurio, plomo, etc". Y, así, "las sustancias tóxicas se convierten en PCL, un producto químico que se envía a laboratorios especializados que saben separar cada familia de moléculas para tratarlas correctamente"

Las colillas transformadas pueden usarse como fibras aislantes, por lo que reciben una segunda vida como material aislante que puede emplearse en la ropa o los hogares.

"La idea es realmente transmitir a la gente el mensaje de que incluso el residuo más desagradable que se encuentre en el suelo puede convertirse en una nueva materia prima. Y se trata realmente de concienciar a la gente para que cambien su actitud hacia los residuos y vean que pueden volver a convertirse en una materia prima aprovechable que pueden usar", añade Paque.